Ver cine ha significado, para un centroamericano, ver hacia afuera. Desde el cine de Hollywood, clásicos europeos y demás obras del exterior. Sin embargo, en muy pocas ocasiones tenemos oportunidad de observarnos a nosotros mismos.
Es la primera vez que el Costa Rica Festival Internacional de Cine tiene tanta representación centroamericana en competencia. Películas de Costa Rica, Guatemala, El Salvador, Nicaragua y Honduras conforman la sección. Esta particularidad es reflejo del esfuerzo de una región haciéndose un lugar en el panorama cinematográfico actual.
Durante 10 días de proyecciones, cinco películas de ficción y cuatro documentales nos ampliarán, literalmente, nuestro campo de visión sobre la narrativa cinematográfica de la región, a la que usualmente tenemos poco acceso. Son historias cercanas, realidades que nacen y se desarrollan en este epicentro único que es Centroamérica.
Cintas de personajes solitarios
Los filmes nos recuerdan que los límites entre la ficción y la realidad a veces no son tan obvios. Los personajes retratados en estas cinco películas tienen en común, de alguna u otra manera, la soledad, ya sea en su lucha, en su disconformidad con las normas impuestas y en su visión de mundo que no siempre es la socialmente aceptada. A pesar de esto, se ven obligados a seguir su propio camino: el que les dicta su humanidad, su instinto, sus dudas y convicciones, su naturaleza.
Medea es el primer largometraje de ficción de la cineasta costarricense Alexandra Latishev, con la actuación sobresaliente de Liliana Biamonte. La historia se centra en María José, cuya vida transcurre entre la universidad, su familia y amigos. Descubrimos muy rápidamente que su embarazo lo mantiene en secreto. La película no solo roza los límites de los valores sociales convencionales, sino que los traspasa claramente. No se trata solamente de María José como personaje aislado, sino de la realidad de miles de mujeres que se ven enfrentadas a una sociedad que les impone las reglas sobre sus cuerpos. Una película que inevitablemente nos hará reflexionar.

Hilda Hidalgo sigue en la gran pantalla con Violeta al fin, protagonizada por Eugenia Chaverri. Violeta tiene 72 años, es divorciada, con dos hijos y se enfrenta a la posibilidad de perder la casa de su infancia en la que vive sola. La protagonista sabe que es dueña de su destino y su libertad, sabe que forjará su camino personal hasta las últimas consecuencias, poco importa si las personas a su alrededor están de acuerdo o no; la vida no se acaba a los 72 años, no hay edad para reinventarse y hay algo de irrenunciable a la voz personal.

El prolífico y premiado director y guionista guatemalteco, Julio Hernández, nos trae su última película Atrás hay relámpagos, rodada en Costa Rica y con un elenco de lujo. Vemos juntas de nuevo a las actrices Adriana Álvarez y Natalia Arias. Ellas protagonizan a Sole y Ana, dos jóvenes ticas que recorren San José en sus bicicletas mientras pasan sus días buscando su identidad y descifrando cómo enfrentar una sociedad donde la libertad podría ser una ilusión. Una película con alta dosis de crítica a la sociedad costarricense actual.
El Puma de Quelepa es dirigida por el salvadoreño Víctor Ruano. Es un filme de ficción, pero con guiños al documental. Filmada en blanco y negro, sin diálogos, nos adentra en el universo de El Puma, personaje de un pueblo rural de El Salvador llamado Quelepa. Su vida es enigmática, su día a día es un vaivén entre el pueblo y la naturaleza, como en un estado de contemplación y abandono a su suerte. Un retrato, a veces poético, a veces violento, de un personaje que se mimetiza con su entorno, para ello el director apela a la introspección y al silencio.

Por su parte, Morazán, del cineasta hondureño Hispano Durón, es una producción ambiciosa que cuenta la última batalla de Morazán, Jefe Provisional del Estado de Costa Rica en 1842. Retrato e interpretación de un personaje de la historia de Centroamérica quien tenía una visión de la zona muy distinta a la de sus contemporáneos.
Documentales de lucha
Gracias al cine nos acercamos a historias que, aunque sucedan muy cerca de nosotros, a veces no las conocemos o las recorremos muy cómodamente en la superficie. Los documentales en competencia para esta edición no son cómodos. Nos mostrarán realidades duras y complejas de nuestra región, contadas por sus protagonistas. Y nosotros, los espectadores, los acompañamos en sus experiencias de desencantos, frustraciones y esperanzas, pero sobre todo en su fuerza.
En 500 años, Pamela Yates ahonda en las recientes luchas de las comunidades indígenas guatemaltecas por alcanzar la justicia: el proceso judicial de los expresidentes Efraín Ríos Montt y Otto Pérez Molina, la lucha contra la corrupción y contra las transnacionales que explotan los recursos naturales. Voces relevantes de mujeres y hombres valientes que dedican su vida a estas luchas.
El título se refiere a lo que las comunidades indígenas denominan “la larga noche para los pueblos” y, a su vez, la solicitud a los Tribunales de Justicia de juzgar por primera vez un genocidio en 500 años de historia guatemalteca. En palabras del representante de las víctimas durante el juicio contra Ríos Montt: “Pedir justicia no es una revancha, pedir justicia no es una venganza, pedir justicia no se trata de ideologías, de izquierda o derecha, pedir justicia es un derecho.”
Gloria Carrión, joven documentalista nicaragüense, indaga en su historia personal y familiar con el documental Heredera del viento. Gracias al testimonio de sus padres, protagonistas de la Revolución Sandinista durante la guerra antisomocista, Gloria va tras las pistas de la historia de su país y de cómo esta está conectada directamente a la historia de su familia.
La búsqueda por saber de dónde venimos es una empresa que no todos estamos dispuestos a enfrentar. Gloria se arma de su cámara para pasar por ese camino de amor, violencia y desencanto, para entender, cuestionar, desmitificar y reconstruir todo esto al mismo tiempo. Son muchas las hijas y muchos los hijos como Gloria, una generación marcada por la guerra.
Olancho, de Chris Valdés y Ted Griswold, cuenta la historia de un cantante de narcocorrido en la ciudad que da nombre al filme, una de las regiones más peligrosas del país y de Latinoamérica, una “tierra de nadie”, con riquezas que se han ensombrecido en un legado de sangre e impotencia. A pesar del panorama desalentador, del narcotráfico, el sicariato y la pobreza, la gente de Olancho se esfuerza todos los días y vela por sus familias.

Nosotros las piedras, dirigido por el costarricense Álvaro Torres, retrata el día a día de los oreros en la península de Osa, lugar donde buscar oro es buscar la sobrevivencia, es salir de la pobreza, es apostarlo todo a la suerte. El director acompaña a este grupo de oreros olvidados en un honesto intento por retratarlos y darles voz, sin maniqueísmos ni romanticismos. Visualmente poética, es una obra cinematográfica que no se debe pasar por alto.
Una y otra vez, la violencia, la marginalidad y el desamparo parecen ser el hilo conductor de estas historias. ¿Cuál es su particularidad para que merezcan ser contadas? Apostemos por la honestidad de sus protagonistas, su valentía y su determinación, así como por el compromiso de los cineastas que pusieron el ojo donde nosotros no nos hubiéramos atrevido.
Programación en el CRFIC 2017
Medea: Lunes 11, 8 p. m., Teatro de La Aduana
Violeta al fin: Martes 12, 2:30 p. m., Teatro de La Aduana
Nosotros los piedras: Lunes 11, 3 p. m., Cine Magaly
Atrás hay relámpagos: domingo 10, 9 p. m., Cine Magaly. Miércoles 13, 2:30 p. m., Teatro de La Aduana
500 años: Domingo 10, 12 m., Teatro 1887. Jueves 14, 8 p. m., Teatro de La Aduana
El puma de Quelepa: Lunes 11, 5:30 p. m. y Viernes 15, 12 m., ambas en Teatro 1887
Heredera del viento: Martes 12, 8 p. m., Teatro de La Aduana. Miércoles 13, 3 p. m., Cine Magaly
Morazán: Miércoles 13, 5:30 p. m. y jueves 14, 2:30 p. m., ambas en Teatro 1887
Olancho: Miércoles 13, 6 p. m., Cine Magaly. Viernes 15, 2:30 p. m., Teatro de La Aduana