La noción de lo erótico como una realidad natural del ser humano y, sobre todo, su presencia constante en el arte costarricense determinaron la necesidad de reunir una serie de obras que enlazan la erótica, el deseo, el cuerpo y sus placeres en la exposición Detrás del Portón Rojo.
Esta exhibición no es la primera que remite a Eros y a sus manifestaciones. Ha habido anteriores muestras individuales y colectivas, y también desde instituciones como el Museo de Arte y Diseño Contemporáneo, Teor/éTica o Museos del Banco Central, entre otras, las cuales han incluido temas relativos a lo erótico desde diferentes perspectivas. Lo que resulta importante de este proyecto es que lo haya acogido el Museo de Arte Costarricense (MAC), donde hemos aprendido a relacionar las manifestaciones más tradicionales, estables y normativas del arte tico.
Pensamos en la posibilidad de abrir ese “portón rojo” –referencia a la pintura icónica de la institución, creada por Teodorico Quirós– para pasar de lo público a lo privado e íntimo, transitar de la tradición conocida del arte costarricense a un espacio pulsional en el que revisamos, desde la mirada de dos artistas que observan la obra de otros artistas, una parte de la producción artística del país que nunca antes se había mostrado reunida y, desde esta visión, en el MAC.
Censura y poder
A pesar de la censura, algunos artistas costarricenses han trabajado el tema del cuerpo desde diferentes perspectivas y visiones, con discursos alternativos que intentan abordar lo erótico y el deseo como una parte normal de la vida del ser humano.
Al estudiar los diferentes contextos en los que la censura y la prohibición han tomado lugar en el arte costarricense, nos damos cuenta de la forma en la que los entes de poder en el país, fundamentalmente los gobiernos y las instituciones religiosas, han ejercido una constante presión sobre el tema, juzgando todo aquello que podría afectar la moral o las “buenas costumbres” de los ciudadanos.
De esta manera, partimos de obras que coinciden en el tópico de la censura y las prohibiciones alrededor del cuerpo y la erótica, elementos fundamentales que dieron origen a la investigación.
El que probablemente sea el primer desnudo en la historia del arte costarricense, un camerín colonial, nos recibe en el MAC para recordar la relación que se ha hecho siempre entre el cuerpo y los deseos carnales con el pecado. Posteriormente, el público observará el documento judicial, fechado en 1843, en el que José María Figueroa es juzgado, en la Ciudad de Cartago, a causa de sus dibujos inmorales.
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La única de las piezas en cuestión que sobrevive, como parte del expediente, muestra a una seductora señorita una rosa entre sus senos y con una pierna levantada mostrando su vulva. Aquel episodio constituye la primera censura documentada que se hace a un artista en Costa Rica.
El cuerpo, el desnudo y el deseo han sido sistemáticamente censurados en los espacios expositivos costarricenses por su relación con el pudor, lo inadecuado y el pecado. Sobre esto, Las aguas prohibidas, de Jaime-David Tischler, remite a las constantes prohibiciones que giran entorno a los espacios públicos; aborda el caso del Balneario Ojo de Agua, donde la manifestaciones físicas solían estar bajo control en un lugar donde lo que prima es estar semidesnudo.
Por otra parte, las obras de Emilia Prieto evidencia una ruptura con los sistemas patriarcales, que centran buena parte de su discurso en el falocentrismo y lo heteronormativo.
Las obras de Teodorico Quirós, Tischler, Herberth Zamora, Tomás Povedano o Néstor Zeledón, con su Árbol de la vida, hablan del poder del falo en las construcción de lo masculino.
El cuerpo del varón se convierte en símbolo y también en objeto del deseo; los poderes se invierten y se desacraliza el patriarcado por medio de las obras de José Miguel Rojas, Victoria Cabezas o Adela Marín, una de las pocas artistas femeninas que aborda el desnudo masculino desde la erótica, integrándose a la misma obra, rompiendo el paradigma tradicional de lo femenino.
La seducción femenina se potencia a través de su relación con la vida, con lo telúrico. Tamara Ávalos transforma lo masculino en un medio para el deseo; el cuerpo es fruta, ave, pez, flor devoradora como en los dibujos de Miguel Hernández.
Álvaro Herrera transforma a la mujer en la musa inalcanzable, Juan Manuel Sánchez le rinde devoción absoluta y Rodolfo Stanley escribe una metáfora visual: tu boca es mi boca, pero es el origen del mundo a la vez. La celestina, de Francisco Amighetti, conoce su poder y fuerza, es la seductora, la mujer deseante y deseada.
La mirada detonante
Partiendo de la idea de que el placer erótico se activa con la mirada, quisimos destacar el deseo de ver y ser vistos a partir de obras de Alberto Murillo , Victoria Cabezas o Rolando Garita con Nos observan.
Superada la expectativa se pasa a un conjunto de obras articuladas acerca del encuentro sexual. Como curadores nos interesó cómo el erotismo se puede entender como una energía que deviene en desequilibrio interno, en la entrega, la pérdida de sí, la confusión con los otros para formar “una sola carne”.
Con muy diferentes medios de representación los artistas Néstor Zeledón, Zulay Soto, Rolando Stanley, Luis Fernando Quirós, Manuel de la Cruz González, Florencia Urbina, Walter Hidalgo, Miguel Hernández, José Miguel Rojas, Ólger Arias, Rolando Cubero, Héctor Burke, Claudio Fantini, Juan Bernal Ponce y Pedro Arrieta –con su Testigo de una pasión– trabajan la forma en que, poco a poco, se desdibujan las barreras de su cuerpo e identidad para disolverse en su afán de correspondencias.
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Establecimos una línea con nuestro pasado precolombino, ya que algunas piezas incluidas permiten relacionar la representación del coito y la experiencia de lo sagrado de las culturas indígenas con la obra de otros artistas, para quienes el registro de sus vivencias o fantasías de fusión de lo individual en lo múltiple ha sido constante a lo largo del tiempo. En ese sentido, la obra más íntima de Juan Manuel Sánchez, a quien recordamos por sus dibujos para el libro Los cuentos de mi tía Panchita, destaca por sus representaciones de encuentros sexuales con su amada Berta.
Carga satírica
En nuestra visión sobre Eros resultó inevitable integrar obras en las que reconocemos ese poder naturalizado y normalizado del patriarcado, que crea y alberga las formas de violencia mas punibles. Por ejemplo, Eugenio Murillo –con su Conspiración de Bergantes–, Jeffry Arguedas, Adrián Arguedas y Margarita Bertheau permiten leer críticamente que la experiencia de lo erótico puede llevar consigo lo destructivo.
Algunas obras perfilan expresiones erógenas en la autoridad, dominio, la victimización y el sometimiento. Destaca Emil Span con sus pinturas con representaciones de personajes mitológicos; se abordan asuntos personales desde un sentido lúdico y satírico, en que personajes políticos de su época se transforman en bestias que se entregan completamente al deseo y la lujuria.
Con una carga satírica igual de contundente, Leda Astorga, Andrés Rangel y Lucía Madriz reflexionan sobre el poder disciplinario, la relación entre mandamiento y límites transgredidos por el placer. En algunas se trabaja también lo sagrado y algunos de sus símbolos.
Partiendo de nuestras experiencias de vida sobre lo que significa ser parte de la disidencia sexual, nos pareció fundamental reunir obras de artistas que, independientemente de su identidad de género y sexualidad, comentaran “otras verdades” y mundos íntimos en los que Eros se mueve. Se trata de universos construidos socialmente como algo fuera de la norma, de aquello que se ve como ajeno y diferente y que han experimentado la violencia, la exclusión o la negación.
No falta el conocido homoerotismo de la fotografía de Giorgio Timms y el deseo y emplazamiento del encuentro homosexual íntimo de Jaime David Tischler. También, está el espacio público como sitio usual para conocer al otro en una de las obras de Roberto Lizano, mientras las nuevas formas de conexión entre sujetos, en una sociedad digitalizada y mediada por las redes sociales y las aplicaciones, en la propuesta de Andy Retana.
Retana y Andrés Gudiño recurren a sugerencias o enfoques explícitos acerca del sexo anal como una estrategia subversiva que los incluye en las políticas de resistencia queer desde el arte contemporáneo.
Otras obras en Detrás del Portón Rojo, como una fotografía hecha por Susana Sánchez, recuerdan cómo lo masculino integra y activa lo femenino, lo cual propone una experiencia ambivalente para la masculinidad hegemónica: es inquietante y peligrosa, por ser una potencial amenaza a su integridad; y atrayente o fascinante, ya que potencia la imaginación erótica.
Desde una mirada femenina, Las dos Evas, de Amparo Cruz, representa una intimidad que solo constituye una fantasía sexual desde la visión masculina.
Mientras que Max Jiménez explora el contacto sutil, que deja la puerta abierta a infinitas interpretaciones, Adolfo Siliézar hace evidente, en su creación, su rol de observador que fantasea con la intimidad entre mujeres.
Se integró el tema transgénero y su relación con lo erótico. Artistas como Memo Murillo y José Miguel Rojas lo han desarrollado destacando la belleza, la sensualidad y el erotismo en el cuerpo trans.
Por otro lado, Ariela Muñoz irrumpe con sus fotografías desde las luchas sociales y la reivindicación del cuerpo como última frontera de la libertad. Sus modelos aluden a estampas religiosas de unos nuevos Adán y Eva, como una forma de tratar de abordar la complejidad de la sexualidad y de la identidad.
Además, Larry Madrigal retrató a sus amigas en 1990 en espacios cotidianos, empoderadas, mirando de frente, como cómplices, alejados del señalamiento social y de la incomprensión de aquella época.
Con sus dibujos, Natalia Porras reafirma su identidad de mujer transexual y responde a la constante violencia y exclusión. Despliega la fuerza de la seducción y la materializa en figuras fantásticas, en las que las mujeres oscilan entre las reinas y las diablas o entre las hadas y las guerreras. El cuerpo y alma de la artista y de otras mujeres trans, que han sido vulneradas por la violencia patriarcal, se desdoblan en los dibujos y devienen en formas contundentes de artificio y teatralidad; esto da cuenta de una realidad que la sociedad conservadora no reconoce: cómo una identidad construida como otredad abyecta le obsesiona y quiebra su racionalidad.
Acercamientos concluyentes
Tras esta investigación queda claro que los artistas en Costa Rica han abordado lo erótico con timidez si lo comparamos con uno de nuestros referentes: la Primera Exposición Internacional de Arte Erótico, realizada en Lund, Suecia, en 1968.
Encontramos que hubo autocensura por parte de los artistas que, ni en el pasado ni en el presente, se atrevieron a mostrar sus obras. Realmente, no hubo espacio para mostrar trabajos al respecto o hablar del tema hasta prácticamente los años 70 del siglo XX, cuando las fotografías de Arturo Herrera y otros empezaran a mostrar desnudos en las galerías.
Y en pleno siglo XXI sigue siendo un tema tabú. Hay obras desaparecidas o escondidas por los descendientes de artistas que trabajaron lo erótico.
Con este proyecto convocamos la necesidad de hablar del sexo y el deseo desde perspectivas equilibradas, que reconozcan las diferencias y disidencias con lo normativo. Es importante recordar que lo que se construye socialmente como oscuro no necesariamente es peligroso y, más bien, las expresiones de poder naturalizadas y normalizadas puede constituir y albergar formas de violencia más evidentes.
El arte es un espacio para mediar en esa relación “temible” con el cuerpo y sus placeres, es un espacio para enfatizar en la necesidad de educación y para pensar lo personal como una forma política de gestión de las identidades. En este camino de varios años, constatamos una gran verdad –para el terror de muchos–: Eros siempre ha tenido la llave del portón; entra, sale y actúa con la convicción de que nunca se le podrá aprisionar.
¿Qué? ¿Dónde? ¿Cuándo?
Detrás del Portón Rojo: Una visión de la erótica en el arte costarricense reúne más de 120 obras entre pinturas, esculturas, fotografías, dibujos, instalaciones, documentos históricos y piezas precolombinas. La exposición se abrió el jueves 16 y estará disponible hasta abril del 2018.
Se expone en el Museo de Arte Costarricense, ubicado en el parque metropolitano La Sabana. Su horario es de martes a domingo, de 9 a. m. a 4 p. m. La entrada es gratuita.