El realizador Jurgen Ureña se ha destacado, desde los inicios mismos de su trabajo en el cine, por sus preocupaciones y capacidades múltiples: no únicamente en el ámbito de la realización de filmes, sino también en la pedagogía y reflexión sobre lo audiovisual en un sentido amplio, sin que esas preocupaciones se hallen separadas, pues constituyen más bien complementos.
Esas búsquedas se han expresado desde su trabajo profesoral en la Universidad Veritas y otros espacios cinematográficos, donde continuamente ha ofrecido talleres sobre distintos temas audiovisuales, hasta sus incisivas reflexiones a propósito de lo cinematográfico, analizando cineastas de narrativas clásicas, modernos o experimentales.
En el mismo sentido, el cine que ha realizado Jurgen Ureña tiene dimensiones reflexivas desde sus cortos iniciales. No es casual por eso que haya transitado de la experimentación en géneros cinematográficas diversos, a búsquedas temáticas que han explorado preocupaciones sociales e identitarias: desde Costa Rica es pura vida (2004), De sol a sol (2005) y Espejismos (2006), hasta Rememorando (2007) o Historias en Arcadia (2008).
Por otro lado, esa filiación trans-género se puede percibir también en acercamientos estéticos que van del naturalismo al pop, o que han rememorado del cine negro y el silente al musical, en cortos como Variaciones sobre un mismo crimen (codirigida junto a Gustavo Fallas, 1999), La piel cansada (2009) o Ella usaba un vestido amarillo (2010).
De Los inadaptados a Abrázame como antes
El más reciente largometraje de Jurgen Ureña tiene antecedentes en una ficción literaria y dos trabajos suyos anteriores. Inspirado en la novela Candelaria del azar (2010), de la escritora chileno-tica Tatiana Lobo, el director había hecho dos exploraciones anteriores en la marginación a que es sometida la población transexual en Costa Rica, que sirvieron de precedentes a Abrázame como antes.
Así, en Paso en falso (2009), Ureña hizo un primer acercamiento ficcional al mundo de la transexualidad y la marginalidad juvenil en San José centro. Ese interés lo llevó a reflexionar más a fondo sobre este tema en su video-ensayo Los inadaptados (2011), referente más cercano del largometraje actual.
En el intermedio, Ureña realizó Muñecas rusas (2014), un largometraje experimental sobre los vínculos de pareja que –como él mismo expresó en una entrevista– de cierta manera se encuentra en las antípodas de Abrázame como antes.
No obstante, aquel trabajo funcionó como un contrapunto muy importante en esas exploraciones sobre la sexualidad y el género, tanto a nivel cinematográfico como temático.
Cine, transexualidad y representaciones
Dentro de esas derivas que cuestionan la pertenencia a géneros precisos o delimitados en este cineasta, se encuentran entonces las sexualidades y sus modos de sociabilidad y subjetivación.
Tal vez por eso los personajes fundamentales de Abrázame como antes se reconocen en nombres que no se les asignaron familiar ni legalmente: Verónica (Jimena Franco), Greta (Natalia Porras) y Tato (Camilo Regueydas), son identificaciones que funcionan como ambiguas expresiones simbólicas en las intenciones del guionista, pero también como alternativas de ellas mismas, al autorreconocerse como “personajes” en un filme a medio camino entre la ficción y la realidad.
Este es uno de los aspectos más llamativos de Abrázame como antes, pues Ureña decidió que los roles principales de la trama fueran “interpretados” por transexuales reales. Este reto significaba apostar por un realismo visceral, directo que, sin embargo, pasa por el tamiz de una ficción narrativa y visualmente estilizada, pero con mucho de esas vivencias encarnadas.
Por otra parte, el cinéfilo que es Jurgen Ureña, dialoga en su filme con una historia cinematográfica poco visible hasta fechas recientes, cercana a la puesta en escena y problematización –aun de manera indirecta o encubierta- de temas gay, lésbicos y trans: desde Ed Wood, Billy Wilder o Alfred Hitchcock, pasando por R.W. Fassbinder, Kenneth Anger y Pedro Almodóvar, hasta realizadores más recientes como Gus Van Sant, Todd Haynes o Sean Baker, para mencionar solo algunos nombres emblemáticos históricos y actuales.
Dentro de esa tradición, Ureña se coloca en un borde, en un límite retador, entre la representación fidedigna de una realidad marginalizada y las posibilidades infinitas de la ficción.
En varias entrevistas, este cineasta ha insistido en el gesto político que significa tanto el abordaje del tema de la transexualidad en Costa Rica, como el recurrir a actrices que interpretan a personajes muy cercanos a sus propias vidas, traumas y difusas identidades.
Aunque los vínculos homosexuales y lésbicos y la transexualidad han comenzado a ser abordados en el cine y otras manifestaciones artísticas de Costa Rica y Centroamérica en años recientes, es indudable que la apuesta de Ureña busca explorar una encarnación interpretativa y vivencial de esos “cuerpos que importan” (según ha expresado con acierto la reconocida ensayista y activista Judith Butler), desde esos mismos cuerpos y mentes, con respeto y dignidad, pero a la vez con intenciones dramatúrgicas y estéticas que puedan ser reconocidas y debatidas por un amplio espectro de espectadores.
Abrázame como antes se convierte, de ese modo, en un desafío sexual y visual, ético y político, para confrontarnos con -otras- realidades y modos de vida que han sido históricamente ignorados, denigrados o invisibilizados, pues seguramente desestabilizan creencias y dogmas en los que muchos no quisieran verse cuestionados.