“Aquí vamos a hablar de todo menos de arte”, dijo Paulo Herkenhoff en la Bienal de Artes Visuales del Istmo Centroamericano del 2006, celebrada en El Salvador. Entre el público que escuchaba al curador brasileño se encontraba el pintor costarricense Adrián Arguedas, a quien la máxima de Herkenhoff le pareció reveladora. ¿Cómo no hablar de arte en un certamen artístico? Arguedas recuerda que aquella paradoja se convirtió en el origen de su exposición Copista(s), que ofrece en el Museo Calderón Guardia, en Barrio Escalante.
“Me sorprendió que el arte no fuese allá tema de discusión, pero Herkenhoff hacía referencia a algo muy cierto: mucho del arte conceptual que se elabora actualmente parte de disciplinas como la filosofía y la sociología, y no del arte mismo”, reflexiona Arguedas casi cinco años después de aquella escena.
Copista(s) consta de 40 obras elaboradas entre el 2007 y el 2009 con la técnica de óleo sobre tela, papel y madera. La exposición aborda tres temas imperantes en la historia del arte pictórico: el bodegón, el paisaje y la figura humana.
Renovar. Para Arguedas, el panorama actual del arte es casi bipolar: aunque hay muchos artistas que todavía se interesan por la estética, otra buena parte le quita la mirada. ¿A cuál de los dos bandos pertenece Adrián? Él sonríe y contesta:
–Yo no me defino como un miembro de uno u otro grupo, aunque a veces a uno lo encasillan. Yo tengo una formación académica, pero mi trabajo en la pintura tiene como objetivo la renovación.
–¿Representa su propuesta un alejamiento o una crítica del arte conceptual?
–No creo que sea así; al contrario, hay un respeto hacia quienes lo practican. Que yo pinte no significa que no me interese el arte conceptual. Alguna gente cree que uno pierde vigencia por usar elementos tradicionales, como la pintura de caballete; pero yo creo que es posible hacer arte conceptual desde la pintura.
Este afán conciliador se nota en varios cuadros de Copistas(s) pues, para elaborarlos, Arguedas utilizó como motivo algunas de las obras conceptuales que compitieron en la bienal de El Salvador.
Así sucede con Objetos extraños en mi escritorio, en la que aparece un objeto artístico que diseñó el hondureño Adán Vallecillos: tenedores unidos a los extremos de cintas métricas.
Lo mismo ocurre con la pintura Plata: la manta que yace en el suelo se inspira en Manifiesto / El vestido de Salarrué, instalación que la salvadoreña-italiana Cristina Gozzini presentó en la misma bienal.
“Mi intención no es criticar lo que esos artistas hacen, sino demostrar que, desde la representación, puedo trabajar esos mismos temas. Yo he visto que la posición de muchos artistas conceptuales es negar valores que vienen de las artes plásticas; esta exposición hace lo contrario: los incorpora”, resalta Arguedas, quien posee dos premios nacionales en pintura y uno en grabado.
Otros rumbos. Aunque Copistas(s) surgió de un acontecimiento muy preciso, Adrián Arguedas reconoce que la exposición fue incorporando otros conceptos que han distinguido su carrera artística.
El creador tomó el término copista de la literatura, y con él hace referencia a los procesos de resemantización y apropiación, que ha trabajado durante años.
Así, Arguedas se apodera de temas, técnicas e ideas ajenas, y –muy distinto de lo que hacía el copista medieval– los envuelve de nuevos significados.
“En el arte visual, el término ‘copista’ ha tenido carácter peyorativo pues la gente cree que es simple imitación; sin embargo, hoy en día, definir la frontera entre copia y apropiación es irrelevante: es obvio que todos recibimos influencias, que todos tenemos modelos”, afirma Arguedas.
No obstante, el creador reconoce que lo delata el uso de la mancha en sus pinturas. “Para mí es muy importante el trabajo manual; en ese caso, la mancha es mi identidad. No puedo engañar al otro pues me veo delatado por la ejecución”, revela.
A lo largo de la muestra, es notable el interés de Arguedas por revertir el proceso de la imagen en movimiento. El pintor retoma escenas del cine, la publicidad y la Internet para “congelarlas” y causar reflexión en el espectador.
Así lo analiza Herberth Bolaños, director de la Escuela de Arte y Diseño Visual de la Universidad Nacional: “A Arguedas le importa la condición de reflexión con que la pintura interpela al espectador, en oposición al vértigo al que lo someten el cine y los medios audiovisuales, sin permitirle pensar sobre la imagen que ve”.
Convivencias. Sin abandonar el presente, las obras de Adrián Arguedas recorren el pasado del arte y de la historia en general.
En algunas pinturas se abordan fenómenos de la actualidad mediante técnicas propias de movimientos artísticos de antaño. Un ejemplo claro lo ofrecen los rostros difusos que conforman el políptico Retratos hablados. Son diez óleos sobre papel que combinan el fenómeno de los medios electrónicos con técnicas de los neoimpresionistas Georges Pierre Seurat (1859-1891) y Paul Signac (1863-1935).
“Ellos reciben influencia de la investigación sobre el color que desarrolló Michel Chevreul, y así lograron la técnica del puntillismo, que es la que utilizo en esta obra y que hoy podría compararse con el píxel”, describe Arguedas.
El fenómeno de la transculturación también es tratado por el pintor en obras como Lo que es tuyo es mío y John guey. En esta última aparece John Wayne, famoso actor de westerns, rodeado de elementos de la cultura oriental.
Sin embargo, Arguedas no solo retrocede por los años a través del arte. En algunas obras también figuran hechos de la política, como en Fibonacci, políptico en forma de pirámide en cuya fila inferior se representa el asesinato de John F. Kennedy.
“La exposición constantemente habla de contrastes, de jerarquías y de injusticia. Este matemático [Fibonacci] habla del equilibrio en la naturaleza, pero con esta obra quiero manifestar que tal equilibrio no existe para mí”, sostiene.
Las 40 pinturas de Copista(s) son un monólogo sobre el arte que se exhibirá hasta el 11 de junio.