La selva entera cabe en las jícaras de los indígenas del sur de Costa Rica. Este fruto ha servido como utensilio de cocina, para transportar agua, guardar alimento, esparcir semillas en el campo, batir la chicha y como juguete para los niños. En su exterior ha prosperado la riqueza del arte indígena.
Arte diverso reúne a 15 creadores de las zonas indígenas de Térraba, Boruca y Rey Curré en una consagración del arte contemporáneo de sus comarcas.
Las 32 piezas en xilografía, óleo, tejidos y talla en madera, rescatan el desarrollo en el diseño indígena, que bebe de la tradición y aterriza cómodamente en técnicas contemporáneas.
El Museo de Arte Costarricense (MAC) alberga esta muestra de arte contemporáneo de los térrabas, ngöbes y borucas, la primera de este tipo en un museo de San José.
La mesa de trabajo. “Esta es la primera exposición de artistas indígenas en un museo regente de las artes visuales. Esta muestra coloca a los indígenas al mismo nivel que cualquier otro artista de la Meseta Central”, explica Florencia Urbina, directora del museo.
“Se sienta un precedente; acá siempre se ha visto la obra de los artistas indígenas como artesanía y decoración”, afirma Urbina. Para ella, ambas etiquetas invisibilizan sus creaciones dentro de la historia del arte costarricense.
Arte diverso es la destilación de un proceso de trabajo extenso que el Ministerio de Cultura y Juventud (MCJ) y el MAC han dirigido con las comunidades indígenas. Por dos años, Alessandro Tosatti se ha encargado de un proyecto que nació de la mano de la Unesco y que se ha enriquecido con aportes de diversas instituciones.
“Llevamos dos años desarrollando este proyecto, aunque hasta ahora exponemos resultados con este impacto”, explica Tosatti.
El coordinador considera que “el reconocimiento y la valoración de que sus producciones simbólicas son arte nos permite encaminarnos hacia una sociedad más inclusiva en la que el racismo vaya desapareciendo”.
Con este propósito se realizaron talleres de pintura al óleo en Boruca, en los cuales se trabajó a partir de la pintura de máscaras tradicionales. El Instituto Nacional de las Mujeres, el Instituto Nacional de Aprendizaje y el Centro Cultural de España han organizado talleres similares en las comunidades.
Río de memoria. “Con los talleres, facilitamos el paso técnico, pero no nos hemos metido para nada en el contenido”, explica Tosatti. En cuanto a las xilografías, Hernán Arévalo se encargó de talleres para enseñar el complejo proceso de producción de este tipo de obras.
La xilografía es una técnica de impresión sobre una plancha de madera.Se talla con una gubia la figura buscada, tras lo cual se impregna con tintas y se presiona para fijarlo. El proceso resultó un reto para artistas que se habían desenvuelto hasta entonces en el tallado tradicional de las jícaras.
“El dibujo lo tengo dentro de mí; lo que aprendí fue a convertirlo en xilografía”, confiesa Virgilio Mavisca, originario de Rey Curré. “Esta técnica permite apreciar de manera detallada y en dimensiones planas el diseño que hacemos en la jícara”, detalla.
Los temas, patrones y colores de la jícara (ocre y marrón) se trasladan a las 17 xilografías de la muestra. Loli Fernández, de Boruca, relata que sus grabados de animales surgen de sus vivencias. “Mi viejito (su padre) trabajaba en la montaña, por lo que yo veía de cerca estos animales y los recuerdo”, cuenta. En Tigrillo gallinero vemos a un felino que carga una gallina muerta sobre el pescuezo; esta pieza y Coyote revelan su conocimiento de la anatomía animal.
Melvin González, quien firma como Kamel , trabaja con la pintura al óleo desde hace 18 años. González materializa los espíritus que cuidan su tierra en su serie de ocho cuadros Protectores de Boruca, que incluye el Guardián del gran río Térraba y el Dueño del aire . La mitología de tiempos precolombinos se da a conocer a través de estas dramáticas representaciones cargadas de simbolismo.
“Damos a conocer lo que por mucho tiempo estuvo guardado en las mentes de los ancianos y en algunos libros”, explica González.
Fidelia Rivera, en coloridas xilografías, como A'C y Shru , recupera relatos tradicionales sobre las lagunas y las montañas de la zona, así como diseños de petroglifos.
El interior del bosque. En los diseños de los 15 artistas resuenan las voces de la naturaleza de la zona sur. Tucanes, jaguares y perezosos pueblan la sala del museo, como en los sugerentes tótems de Flor Blanco, Evil Pitar, Rafael González y José Luiz González.
En estas creaciones, los animales se fusionan con figuras humanas trabajadas con detalle. Los volúmenes de la madera sugieren aproximaciones a la abstracción, como en el tótem de Flor Blanco y Evil Pitar.
Santa Palacios, artista ngöbe, teje su animalística en las láminas delicadas de mastate. “El mastate es la corteza de un árbol. La golpeamos hasta que queda suavecita como tela, la ponemos a secar al sol y tejemos con hilo las figuras”, explica. Resulta un material muy delicado, que requiere un refinado trabajo. Palacios relata que aprendió la técnica de su madre y su abuela.
Elsa Rojas presenta el bosque desbordado de vida en Lechuzas y cuzucos , así como los pobladores que viven de la naturaleza en La caza y El pescador . Su tallado recuerda los patrones de las jícaras (como la pieza que exhibe Cruz Ortiz) y se une con los de Lilieth Carrera, como Cherepillo .
Orgullo local. “Desgraciadamente, por el estilo de desarrollo basado en el cemento y la varilla, descuidamos la importancia de la cultura”, lamenta Tosatti. Arte diverso es parte de un proyecto mayor, que será inaugurado en el MAC el 17 de mayo. La exposición se unirá con conversatorios y conferencias acerca del arte indígena, apoyados por las instituciones que coordinaron los talleres.
“Nuestras obras representan la naturaleza, lo que el ser humano más anhela: la paz que teníamos y la tranquilidad que ahora cuesta ver”, comenta Loli Fernández. Para Anaís Nájera, con esta exposición “se recalca nuestro trabajo y logramos que el país vuelva los ojos a lo que se olvida”.
Nájera, educadora de preescolar, considera que, a través del arte, “se da el ejemplo a los menores para que conserven los materiales naturales con los que tradicionalmente se trabajaba”. En sus obras, recuerda animales que “se han ido perdiendo, pero que, gracias a la conservación, regresan poco a poco”, como los tucanes e iguanas de sus xilografías.
“Esta exposición es dar un paso más: hacemos ver que nosotros los indígenas también podemos hacer trabajos de calidad”, explica Fidelia Rivera. Para ella, residente de Térraba, el valor del arte contribuye con la memoria de su pueblo: “si dejamos que nuestra historia se olvide, somos una comunidad perdida”.
Arte diverso se encuentra en la sala de exposiciones temporales del Museo de Arte Costarricense hasta el 20 de junio. El museo se ubica al este del parque La Sabana. La exhibición se ofrece de martes a domingo, de 9 a. m. a 4 p. m.