Se dice que el tesoro de la Isla del Coco se encuentra en sus aguas; lo que pocas veces se menciona es que su guardián yace en la cúspide de la montaña.
La isla es el único punto que emergió de la cordillera volcánica del Coco. Eso le dejó por herencia una pendiente pronunciada, así como un suelo volcánico poco profundo y rocoso.
“El nivel de erosión que podría tener el suelo, si la cobertura forestal disminuye, podría afectar directamente y en forma negativa el arrecife”, comentó Antonio Porras, ingeniero forestal e investigador del Instituto Tecnológico de Costa Rica (ITCR).
De hecho, Porras está investigando los diferentes tipos de bosque que posee este parque nacional en su pendiente; esto, con el fin de conocer cuál es la cobertura y estructura de cada uno.
“Cualquier situación que pueda provocar pérdida de cobertura forestal o cambios en la estructura originaria del bosque, como, por ejemplo, el cambio climático, podría alterar esa relación implícita que tiene el bosque con el arrecife”, dijo el investigador.
En otras palabras, el bosque nuboso que se impone en la cumbre es quien protege a los corales, los tiburones, los atunes y demás especies marinas que viven en el arrecife.
Para estudiarlos, cada 100 metros de altura se instalan parcelas que miden 50 x 50 metros. En cada una se enumeran los árboles que tienen diámetros mayores de 5 cm, se determina la especie y se describe su taxonomía. También se toman datos como altura, forma y posición de la copa, presencia o ausencia de lianas.
“A partir de esos datos se calcula el número de árboles por hectárea y las llamadas categorías diamétricas ayudan a conocer la estructura poblacional; es decir, vemos cuántos árboles son jóvenes o adultos para así tener un perfil de cómo es el bosque”, explicó Porras.
Esos datos permitirán saber, a través del tiempo, cuántos árboles de determinada especie son nuevos y cuántos murieron. Por ejemplo, si se mueren más árboles de los que nacen es porque ha sucedido un cambio en la estructura del bosque.
Porras está comparando esa información con datos (como temperatura y precipitación) de la estación meteorológica ubicada en el cerro Aguacate.
Para el 2013, el investigador prevé instalar una segunda estación en cerro Pelón y se analizará el suelo de las parcelas.
“Esos modelos permitirían conocer lo que pasa en los bosques por el cambio climático”, dijo Porras y agregó: “La isla funciona como indicador. Lo que suceda en cuanto a la evolución del bosque y la influencia de fenómenos atmosféricos, podría ayudarnos a prever lo que podría pasar en continente”.