Al igual que en el siglo XVIII, Costa Rica quiere volver a crecer económicamente gracias al café. Solo que esta vez pretende hacerlo sin aumentar sus emisiones de dióxido de carbono (CO2), uno de los gases causantes del cambio climático.
Para ello, ya se cuenta con una propuesta cuyas metas están planteadas al 2035.
De lograrlas, Costa Rica sería un caso de éxito a nivel mundial en cuanto a una economía verde, pues su desarrollo no implicaría una mayor generación de emisiones de CO2. Al contrario, se tendría una tasa de emisiones más bien baja.
Este es el mensaje que el ministro de Ambiente, René Castro, y la viceministra de Agricultura, Tania López, expondrán hoy en el marco de la Cumbre del Clima que se realiza en Durban (Sudáfrica).
“Queremos lograr que el sector café sea ecocompetitivo, lo cual implica bajar el consumo de agua y plaguicidas, reducir la intensidad energética por unidad producida, y usar combustibles más limpios”, dijo Castro a
En este sentido, un grupo de organizaciones e instituciones públicas hicieron una propuesta con acciones de mitigación nacionalmente apropiadas (NAMA, por sus siglas en inglés).
Se trata de un plan diseñado a la medida según las posibilidades y necesidades que tiene el país.
La iniciativa es impulsada por la organización Co2.cr, los ministerios de Ambiente, Energía y Telecomunicaciones y de Agricultura y Ganadería, el Instituto del Café de Costa Rica (Icafé) y el Instituto Meteorológico Nacional (IMN).
Las acciones propuestas tampoco implican cambios radicales. Es más, muchas son similares a las tomadas por Coopedota a la hora de certificarse como el primer café carbono neutral del mundo bajo la norma PAS2060 del British Standards Institution.
“La experiencia de Coopedota nos sirvió de base porque se analizó todo el ciclo desde la finca hasta que se bota la bolsita del
Las acciones contempladas en la propuesta de NAMA se agrupan en cuatro categorías: fertilizantes, que implica un cambio a productos más ecológicos y una aplicación más eficiente y, forestal, en cuanto a incorporar árboles a las fincas.
La tercera es la energía, que contempla horarios de uso y fuentes más limpias y por último, contemplar el tratamiento de las aguas residuales.
Paralelo a esto, el ministro de Ambiente también está reuniéndose con socios en otros países para conseguir el capital para financiar el “costo incremental” que se calcula en $65 millones.
Esto representa el “dinero extra” que se necesitaría para que los cafetaleros pasen de un modelo tradicional a uno que sea bajo en emisiones.