Del Siglo de las Luces dos figuras siguen llamando la atención: Cagliostro y Casanova, el mago y el amante. El primero combinó influencia y prestigio tanto entre las élites como en el vulgo, con un fuerte impacto en el imaginario de su época y de los siglos posteriores. Tuvo fama de mago charlatán, de curador generoso de pobres y ricos, también de alquimista y de masón del “rito egipcio”, salmodia de su propia invención.
Tuvo detractores fuertes, pero también grandes admiradores, hasta la fecha, cuando desde el campo de la historia y la cultura se siguen escribiendo biografías y estudios sobre él. También se le ha llevado al cine y a la televisión, de manera no muy afortunada, agregaría, con la excepción quizás de la interpretación que hizo Orson Welles del mago italiano en su película de 1947 titulada Magia negra. También el buen actor Christopher Walken interpretó a Cagliostro en el filme El collar de la reina, de 2001.
María Antonieta. Ha pasado a la historia en buena parte por el famoso affaire del collar de María Antonieta, por el cual se le quiso imputar el haber engañado a la reina (y al poderoso cardenal Rohan), con el fin de apoderarse de la fortuna representada por aquel excepcional collar. Salió libre de la Bastilla (bien mago había que ser para sobrevivirla por varios meses) tras comprobarse su inocencia. Siguió su errancia mágica y cosmopolita hasta ser atrapado por la Inquisición en Roma. Había organizado un nuevo tipo de masonería, mixta (con hombres y mujeres), que miraba a Egipto y no solo a Escocia. Orientalismos masónicos de la época' Su problema fue querer difundirla en la ciudad del Papa. Su muerte en manos de la Inquisición se sumó a su anterior papel antimonárquico, en su carácter de profeta de la revolución, lo que le ha dado un perfil político de avanzada, de conspirador masónico contra el trono y la iglesia.
El gran mago. Cagliostro ha llamado la atención de diversos escritores a lo largo de los siglos, quienes lo llevaron al papel y lo hicieron su personaje. Schiller fue de los primeros y se inspiró en él para el mágico de su novela inconclusa El Visionario; Goethe llevó al teatro paródico el affaire del collar, y visitó la casa de Cagliostro y a su familia cuando viajó a Italia; pero quien sin duda lo tornó en una suerte de superhéroe revolucionario es Dumas (padre), con su ciclo narrativo sobre la revolución francesa, que se inicia con Memorias de un médico (Joseph Balsamo), y que seguirá con El collar de la reina y dos o tres novelas más. Bueno, hasta la emperatriz de Rusia Catalina la Grande escribió tres comedias inspiradas en el dudoso personaje, tras haberlo expulsado de su reino, mientras que el gran Nerval le dedicó uno de los ensayos de Los iluminados. También el poeta chileno Vicente Huidobro escribió sobre Cagliostro e hizo una suerte de guion para una película que nunca se filmó (o, según otra versión, se filmó y se perdió la película), por lo que transformó su guion en una novela sin que dejara de ser guion, elaborando así literatura de vanguardia.
El gran amante. Si bien Cagliostro es el gran mago del XVIII, Casanova fue el gran amante, el memorioso del sexo, además de buen narrador. Ambos se conocieron, pues Casanova habla en sus memorias de su encuentro con un Cagliostro joven, todavía no célebre, acompañado por su bella esposa Serafina, en trajes de peregrino a Compostela. ¿Un disfraz más del controversial mago que hizo escribir a Casanova su opúsculo Soliloquio de un pensador? Aquí Casanova se lamenta con no poca hipocresía de la credulidad humana –de la que él mismo sacó provecho como seductor profesional–, de aquellos que, pese a la evidencia en contra siguen creyendo y dan poder al falso ídolo. De aquí surge la fuerza del impostor y del charlatán: por la ceguera del creyente.
Casanova se da cuenta de que quien crea o cree en metafísicas, lo hace a pesar de la evidencia en contra, y que quien no cree, no lo hará a pesar de que la tenga a favor. De aquí la endeblez de cualquier opinión, su flacidez ontológica, pese a los aires sabihondos que pueda asumir en ciertas expresiones (como las científicas o filosóficas). Toda opinión es punto de vista, disparador de habla, y siempre susceptible de de ser contradicha con parecida sutileza. Es cuestión de hallar el sendero retórico y argumentativo.
La envidia. Casanova no deja de envidiar el éxito social de Cagliostro, el brillo de sus embustes, y en esto es ciego a otras causas que también le dieron fuerza al mago, como su real pasión mesmérica y masónica, su carisma entre reyes y ciudadanos. Casanova, por su parte, no deja de ser un exquisito, sin el impacto de la magia democrática de su rival. Y esto le causa envidia. Sin duda. Viajeros los dos, para Cagliostro la masonería fue una vía para la exploración mágica del mundo, mientras que para Casanova fue un medio para hacer beneficiosos contactos sociales que le facilitaran sus desplazamientos por Europa. Cagliostro creyó en la realidad de la magia; el otro, en la magia de la realidad.