Ser guerrillera adolescente en Nicaragua o participar en formaciones políticas en Cuba han sido las únicas razones que ha tenido Carmen Muñoz para salir por temporadas de su cantón Alajuelita.
Aquí vive, encaramada ahora en las cuestas de San Josecito, en la casa que abrió como oficina cuando fue regidora en el cantón con peor desarrollo humano del país.
Aquí vive la mujer que a partir del 1.° de mayo hablará en nombre de la bancada del Partido Acción Ciudadana (PAC). O eso pretende, consciente de llevar la bandera de u n partido en crisis, tan dividido que alguno en la Asamblea Legislativa le llama “el Venezuela”.
Carmen Muñoz quedó electa con seis de los once votos de la fracción. La sesión fue hostil entre el bloque de “fundamentalistas” del PAC y el de los “comunistas”, usando los calificativos que ellos se endilgan entre sí.
Carmen Muñoz Quesada estaría entre los segundos y no le molesta tanto ese adjetivo. Ciertamente pasó su juventud en partidos comunistas. Ahí adquirió la espuela que propios y extraños le reconocen. Ahí se enamoró del papá de su hija. Ahí forjó el carácter que unos llaman vehemencia y otros, beligerancia.
“No le tiembla la mano para levantarse y decirle a un diputado lo que se le ocurra. Hay algunos que no manejamos bien ser conciliadores”, dijo el diputado oficialista Víctor Hugo Víquez, rival suyo en varias discusiones en el Congreso.
Esa es la dureza que quiere el sector que ahora predomina en la bancada del PAC. “Es momento de hablar con contundencia”, dijo su compañero Juan Carlos Mendoza. Se refiere a este año de lucha electoral, en el que Muñoz pretende trabajar por una alianza, consciente de que ir a elecciones con solo la bandera rojiamarilla será garantizarse una derrota.
“El PAC por sí solo no gana unas elecciones”, dijo este jueves en entrevista con La Nación , en su casa en las alturas de Alajuelita, donde por primera vez (y última, advirtió) habla de una condición personal ligada a su lucha más vistosa en el Congreso: la defensa de derechos de la comunidad homosexual.
Su causa. “Soy una mujer que ama a otra mujer”, dijo por primera vez de manera pública la legisladora que, sin embargo, rechaza atribuir a su condición de homosexual el impulso para pelear por derechos legales de las parejas de igual sexo.
“No lo he ocultado ni lo he negado”, dijo antes de dar otra muestra de que, en verdad, no se anda con palabras calculadas: “don Manrique Oviedo no puede disimular la homofobia que tiene”, dijo sobre su compañero de bancada, quien prefirió no responder preguntas para esta información.
“No podría haber llegado a la Asamblea Legislativa sin dar esta pelea. Algunos me dijeron que esto iba a ser mi entierro político, pero no es algo que yo pueda siquiera medir. Lo que hago es ser congruente con mi vivencia y mis creencias.
”Pero insisto, no asumo la lucha solo por mi orientación sexual. Eso sería tan ilógico como decir que todos los hombres y mujeres gais de la Asamblea Legislativa son defensores de la comunidad por el solo hecho de su situación personal.
”No es automático. Yo también he asumido el tema de los indígenas y no lo soy, o del de los inmigrantes sin ser nica”, añadió Muñoz, quien insistió en que nunca antes había sido activista de grupos de homosexuales.
Ahora se presenta como tal. Es quizá la primera vez que alguien en el Congreso habla de su homosexualidad. Lo hace consciente de que es un tema político.
“Muchos lo ocultan por cálculo, pero yo no puedo. Cuando esto sea un factor que pueda ayudar a decidir una elección, ahí se acabarán los prejuicios y los rollos”, opinó Muñoz, quien no se atrevió a precisar qué consecuencias políticas ha tenido esto en su trabajo de legisladora o en el Partido.
“Me he comprado la bronca”, dijo sentada en la sala de su casa, mientras posa, con nerviosismo, sus manos en las piernas bien formadas. Son las mismas que exhibió en julio del 2011 en el plenario legislativo como señal de solidaridad con un movimiento llamado “Marcha de las putas”, contra la violencia sexual y contra un llamado de obispos a vestir con recato en actos del 2 de agosto. Ese día llegó en minifalda de mezclilla a la curul.
“Eso fue provocador (...). Es una mujer muy valiente; se ha tenido que comprar pleitos sola”, dijo el diputado del Frente Amplio, José María Villalta, con quien se siente más cercano. “Es un lujo para el PAC tener una jefa de fracción como ella, aunque probablemente se genere más roncha dentro del Partido”.
No se equivoca Villalta. Desde ahora lo prevé la diputada Jeannette Ruiz, miembro del grupo adverso a Muñoz. “Ella hablará en nombre del grupo que la eligió (seis diputados). Nosotros, el grupo de los cinco, tendremos nuestra propia vocería, máxime que estamos en año electoral”, contestó la integrante de la fracción más cercana al fundador y excandidato, Ottón Solís.
El exaspirante presidencial tampoco quiso contestar preguntas sobre Carmen Muñoz ni sobre su elección como jefa de fracción. Para el sector más identificado con él, ella representa a los grupos de izquierda y ciertos sectores que se han apropiado del control de la agrupación.
Ella prefiere definir su agenda como social, apegada a las necesidades de propio entorno.
El alcalde local, Víctor Hugo Chavarría, la acuerpa: “Es una dirigente pro desarrollo, de un sector izquierda con gran sentido de solidaridad. De familia campesina, con valores muy arraigados (...). Sigue siendo piso de tierra del cantón de Alajuelita”.
Izquierda al podio. Ella niega cualquier plan para “tomar” el Partido. “Dicen que nos confabulamos. Les he pedido pruebas y no las dan”, comentó como si estuviera respondiendo a Ottón Solís, a quien se refiere como “un líder del Partido, no el líder”.
“Inventaron un fantasma con lo de la izquierda en el partido y acabaron creyéndoselo”, agregó Muñoz, quien consideró “un error” convertir en una agrupación de izquierda al PAC, el Partido que en el 2006 casi gana las elecciones y que perdió votos en el 2010.
Su pasado personal de militante izquierdista no lo oculta; más bien lo recuerda con agrado.
Hija de una empleado del ICE y de una ama de casa dedicada a cuidar ocho hijos, Muñoz todavía conserva la carta que escribió a sus papás cuando tenía 15 años, en julio de 1979, para contarles por qué no volvió del mandado que salió a hacer a la pulpería.
Les contó que se había ido ya con unos amigos para sumarse a la guerrilla nicaraguense, que había que sacar del poder a Anastasio Somoza y que no volvería pronto. Cerraba diciendo “patria libre o morir”.
“Fue una época hermosa. Estuve más de un año con el Frente Sandinista Democrático y después viví un mes en la anarquía (...). Sí le digo que no maté nadie. A esa edad no sabía bien a qué estaba dispuesta, pero así me fui. Fue una época hermosa que ahora la justifico”.
Volvió hace 32 años. Fue a Cuba y volvió a Alajuelita. Sacó el colegio por las noches. Se enamoró y tuvo a su hija. Militó con Vanguardia Popular. Aprendió a diseñar publicaciones. Entró con movimientos de mujeres. Produjo publicaciones feministas. No estudió ninguna carrera universitaria.
Se fue de Vanguardia después de la Guerra Fría. Estuvo seis años sin partido. Ottón Solís le era un nombre desconocido. Le hablaron del PAC. Trabajó en su cantón. Alajuelita es su cantón.
Fue regidora y asambleísta del Partido. Celebró un nieto. Entró a ser diputada. Sus compañeros-rivales no le ven mayor productividad en estos tres años. Ahora hablará en nombre del partido. O eso pretende.