Honesto. Debo reconocer que cuando propuse a El Galán como tema de portada para Viva , no era tan consciente del éxito de su personaje.
Aún me sorprendo al recordar los 40 minutos que nos tomó caminar 100 metros para llegar al Mercado Central, en San José.
No hubo un momento en el que alguien no se acercara para pedir una foto, un abrazo, música... en fin, para reclamar la atención de este conquistador.
Después de una hora y media de compañía, pude entender el porqué de las palabras de este actor. Lidiar con tanto cariño a veces resulta una tarea titánica.
El posible retiro de Edgar Cartín, más que ser considerado como un sacrificio, podría ser la carta de salvación para recuperar su vida. Esa misma que comparte con su novia, Vanessa Alvarado, desde hace 16 años, y que ha tenido que poner en pausa.
Sí, el cariño del público puede alegrar el espíritu de cualquiera, pero también puede convertirse en el mayor de los verdugos cuando interfiere de una u otra manera con todo lo que te rodea.
La fusión entre Cartín y El Galán ha sido tal para el televidente, que no es capaz de distinguir el uno del otro. Ese ha sido el precio a pagar por el actor.
Sin embargo, no dejo de admirar a ese cartaginés que no duda un minuto en detenerse para retribuir ese afecto del público, para decir que sí a las más de 200 personas que se le acercaron.
El conocer a Edgar Cartín representó para mí la oportunidad de conocer a alguien genuino, que no libra batallas de ego, sino que busca aportar cosas positivas a la vida de los otros.
Ver lágrimas en sus ojos al hablar de su padre, mirarlo mientras bromeaba en la sesión de fotos y escucharlo hablar de sus propósitos, hacen que hoy diga: “Adiós a El Galán. Bienvenido sea Edgar Cartín”.