Al mediodía, algunos dirigentes cercanos aún estaban programando reuniones para comenzar fuerte el año electoral. Iniciaban el 2013 entusiastas.
Por ninguna mente pasó la posibilidad de que la primera conferencia de prensa del potente precandidato Rodrigo Arias, rico en dinero y recursos políticos, iba a ser, al mismo tiempo, la última como precandidato.
Sesenta y cinco días después de que el exmandatario José María Figueres anunció que no se lanzaría, en coincidencia con una encuesta que lo desfavorecía, Arias hizo lo mismo. La diferencia es que este sí admitió su situación precaria. Encuestas propias le confirmaron que todo eran espinas, como lo mostraron los estudios publicados a finales del 2012.
Nadie imaginó que la tarde del 4 de enero iba a dedicarse a escribir un discurso de “ya no”, para argumentar la decisión que se coció en días de regalos, tamales, fiestas y playa.
Nadie imaginó el trajín del ascensor del edificio de apartamentos donde vive Arias, en Rohrmoser. Nueve días después de que el hermano mayor y expresidente Óscar Arias expresara en esa misma sala su preocupación, el aspirante y su equipo preparaban una salida digna.
Lo hicieron a 10 días de la fecha límite para inscribir la precandidatura, a 116 jornadas de ese 21 de abril en que Arias iba a medirse con el alcalde Johnny Araya. En ese día pensaban los dirigentes cuando al mediodía programaban citas. En la noche le aplaudían el adiós.