Los dirigentes religiosos conservadores, católicos y evangélicos, desatendiendo el clamor nacional a favor de la educación sexual, se unieron uña y carne contra el Programa para la Afectividad y Sexualidad Integral del Ministerio de Educación Pública. Obnubilados por su conservadurismo, abarrotaron la Sala IV con recursos de amparo producidos en serie para detener el Programa. Perdieron la batalla. Su esfuerzo fue estéril.
La Sala IV actuó muy a lo costarricense: respaldó la iniciativa del Ministerio de Educación Pública pero le dio a los padres, madres o responsables la potestad de dar o no permiso a sus hijos de asistir a clases. ¡Peligroso precedente! El programa ya dio inicio. De los estudiantes y familias se reporta un masivo apoyo; si al principio era mayor del 77 %, ahora es casi del 100 %. ¿Qué dirán ante esta realidad los religiosos conservadores que movieron cielo y tierra para oponerse al derecho que tienen los jóvenes de informarse y educarse en el campo más vital de la existencia humana? Nunca se imaginaron los religiosos conservadores que se llevarían una derrota tan aplastante, una paliza tan dramática.
Lo menos que estos religiosos deben hacer, si son serios y respetuosos de la ciudadanía, es un examen de sus posiciones. De lo contrario, corren el riesgo de terminar predicándose a sí mismos en sus templos vacíos. Su esfuerzo fue estéril y contraproducente. Contraproducente porque adoptar posiciones moralistas desatendiendo la realidad y necesidad de los jóvenes y la sociedad somete injustificadamente a escarnio y verguenza el evangelio que ellos dicen defender.
No nos imaginamos a Jesús de Nazareth en el Siglo XXI prohibiendo a los jóvenes asistir a clases de afectividad y sexualidad integral. Todo lo contrario. Este campeón histórico de la libertad, misericordia, tolerancia y la separación entre Iglesia y Estado, la mente más liberal y avanzada de la historia, jamás podría oponerse a la educación y el progreso. No encontramos en la vida del Nazareno conductas moralistas o misóginas. Recordemos el pasaje donde libera y redime a la mujer adúltera que estaba a punto de morir apedreada a manos de los religiosos.
No obstante, el cristianismo desde temprano fue contaminado por moralismos misóginos y puritanos que nada tienen que ver con su vida y obra. Al amparo de una teología moralista pseudocristiana cuidadosamente construida, urdida en las tinieblas y a espaldas de los fieles, se nos hizo creer que el cumplimiento de la moralidad sexual prevaleciente era más importante que el apego a la verdad, la misericordia y la justicia. Este desvío religioso le ha costado y le cuesta a la humanidad, oscuridad, temor y esclavitud. En lugar de enseñar una moralidad tendiente al bien público, la responsabilidad y honradez, se cargó la vida de los fieles con preceptos puritanos inalcanzables para promover culpa y lucrar con ella.
Dichosamente, ya no vivimos los tiempos de Plotino y Agustín, de la Inquisición y de Calvino. El tiempo de las hogueras quedó atrás. Los feligreses son conscientes de su libertad de desobedecer los insensatos y crueles preceptos religiosos que con frecuencia emanan de los púlpitos. Ya nadie come cuento; la gente no cree en el celibato ni en la castidad antinatural que muchos de sus predicadores no practican.
Los religiosos conservadores católicos y evangélicos del país, haciendo caso omiso de sus significativas diferencias, se unieron en torno a una causa pérfida y perdida. O reconocen su error y cambian, o la gente les seguirá dando la espalda. El pueblo de Costa Rica ha conquistado una gran victoria. Con alguna frecuencia la historia nos muestra que las conquistas de la humanidad se gestan a partir de las derrotas de los grupos conservadores.