Zona sur. De manera sorpresiva un fenómeno natural los dejó aislados, sin dinero, preocupados porque hoy no llegarán a sus trabajos y por la suerte que correrán sus hijos que deberán alistarse y presentarse a lecciones.
La ciudad de Golfito fue ayer un caos pues alrededor de 1.500 excursionistas --cifra normal de la gente que llega un domingo al Depósito Libre Comercial-- se peleaban los teléfonos públicos para comunicarse con sus familiares y solucionar sus dificultades.
Los tres teléfonos públicos ubicados frente a la entrada principal del emporio comercial se convirtieron en muro de lamentos, desesperación, enojo y resignación de los visitantes, quienes hacían filas con un promedio de 15 personas para hacer llamadas.
Pleitos y discusiones hubo en las colas, en protesta porque alguien abusaba en el tiempo de uso del teléfono. Pero cada uno quería clarificar los problemas: ¿quién llevará los niños a la escuela? ¿Se podrá hacer una transferencia bancaria para solucionar la estrechez económica? Hasta ponían al teléfono a la mamá, la abuela u otros familiares que los acompañaban.
Elizabeth López, vecina de Desamparados, ama de casa y con tres hijos, quien trataba de hablar con su madre para que le hiciera una transferencia bancaria, dijo, indignada, que la gente en Golfito se aprovecha de la situación. Relató que cobraban ¢1.000 colones por una cama; ¢750 por un gallo pinto con huevo y un café en vaso desechable, o ¢500 por un sándwich y el café.
Esto los obligó a hacer las comidas salteadas, es decir, almorzar ayer pero no comer a fin de guardar el dinero para el desayuno de hoy.
José Rocha Rodríguez, empleado de la Compañía Nacional de Ventas S.A., del Grupo Constenla, desesperadamente trataba de comunicarse con algún funcionario de la empresa, hasta que logró contactar a Rónald Zúñiga, supervisor de ventas para implorarle que le diera tiempo para integrarse al trabajo.
En el Depósito Comercial, en tanto, hubo grandes aglomeraciones a eso de las 2 p.m. Esto porque los compradores llegan al sitio los domingos a eso de las 6:30 a.m. (abren a las 7 a.m.), pero alrededor de 11 excursiones fueron anteayer a la frontera y, ante el cierre de vías, la gente durmió Río Claro de Guaycará (en el mismo cantón golfiteño) o en Paso Canoas de Corredores y llegó al emporio comercial a eso de las 9:30 a.m.
El Depósito cierra los domingos a las 2 p.m., pero ayer a esa hora había aún grandes filas, mientras las personas procuraban guarecerse del intenso y constante aguacero y movilizar rápidamente refrigeradoras y otros electrodomésticos.
Un total de 1.500 visitantes se registraron para el ingreso al emporio, informó Eduardo Monge, jefe de la aduana, mientras el oficial de tránsito destacado al frente del centro comercial, Ricardo Arias, dijo que el sitio se convirtió en un manicomio y que los clientes estaban desesperados.
Vertiente del Caribe y Pacífico Central
Dos rostros de la emergencia
Orotina y Cariari de Pococí. Una oración de agradecimento elevada al cielo por el castigo que no llegó a Limón, contrastó ayer con el rostro de desesperación de miles de residentes del Pacífico Central que combatían contra las secuelas del huracán César, específicamente los ríos desbordados que arrasaron con todo a su paso.
Durante seis horas, Sileny Vega y su esposo Duyo Vidovich, escalaron hasta el aposento más alto de su vivienda, ubicada en Bajo Capulín de Orotina, para evitar que los arrastrara el enfurecido Río Grande de Tárcoles.
Minutos antes de que el nivel del agua llegara hasta sus hombros, el matrimonio luchaba por rescatar alguna de sus pertenencias. Pero, cuando se percataron de que estaban atrapados, ya era muy tarde. No había forma de salir.
Tras un intenso operativo, la Cruz Roja de la localidad se embarcó en una lancha y navegó hasta la morada de la pareja para rescatarla.
Los esposos y 25 familias más del poblado vieron pasar todas sus pertenencias entre palos y escombros que arrastraban las correntadas.
La misma escena se repitió en los cantones de Aguirre y Garabito, que fueron blanco del temporal. Los poblados más afectados en Aguirre fueron Quepos, Paquita, Savegre, Naranjo y varias viviendas ubicadas en el sector del colegio.
Aunque ayer por la tarde las autoridades no habían reportado heridos en la zona, aún se desconocía la situación en decenas de comunidades incomunicadas.
Lo que no fue
Al mismo tiempo, en el otro lado del país, Argentina Bustos con sus cuatro pequeños iniciaron el retorno a su hogar en Barra del Tortuguero, el cual, pese al temporal, quedó intacto. Lo mismo hicieron 300 evacuados más de la Barra del Colorado y de Delta de Costa Rica, protagonistas de un suceso que estuvo a punto de trocarse en tragedia.Todos ellos salieron de sus viviendas, a las 11 p.m. del sábado, primero en bote y luego en autobuses que los condujeron a las escuelas de Cuatro Esquinas, Las Palmitas y La Esperanza, en Cariari de Pococí, como parte de una evacuación preventiva que efectuó la Cruz Roja y la Comisión Nacional de Emergencia hasta la madrugada del domingo.
"El lloró porque no le gusta ir apiñadito; es que le duelen los huesitos, pero como había que salir, lo hicimos", relató María Cristina Cajina, de 54 años, con su nieto Jonathan --de nueve años-- quien sufre las consecuencias de una meningitis que lo atacó a los tres meses de edad.
María, lo mismo que el resto de los desplazados, apenas tuvo tiempo de empacar "una ropita por si a la vuelta todo estaba destruido". Sin embargo, por esta vez la naturaleza perdonó a esta región.