Hablar de Jorge Manuel Dengo, de su participación en la función pública, es referirse, en gran medida, a una parte importante de la historia de nuestro país durante la segunda mitad del siglo XX.
Jorge Manuel fue un profesional brillante, pero, antes de obtener su título universitario, ya se había graduado de ciudadano, ejerciendo esa actividad, con pasión poco común, durante toda su vida. Como ciudadano activo, se confundieron siempre su entrega al servicio público, su gran capacidad para organizar y dirigir y su patriotismo.
Se ha dicho en alguna ocasión que Jorge Manuel Dengo tenía don de mando militar y que, si hubiera nacido en un gran país, habría llegado a ser un destacado general. Pero pienso que dichosamente nació en uno pequeño y pacífico, lo que le permitió desarrollar su gran energía y entusiasmo en provechosas labores civiles. Fue, eso sí, un general de la planificación, creando y fortaleciendo instituciones que le han permitido a Costa Rica adelantarse a casi todos los países de América Latina en el campo de la energía eléctrica y las telecomunicaciones. Intervino en la expropiación de las compañías internacionales sin ofender, sin levantar banderas patrioteras, sin causar grandes traumas nacionales.
Con una clara visión del futuro, logró planificar adecuadamente el Instituto Costarricense de Electricidad, con base en cuatro principios que siempre tuvo presentes: propósitos, estructuras, calidades y recursos. Y todo, revestido de una suave sonrisa conciliadora. Esta fue como la magia de su éxito, su expuesta cualidad humana. Humilde pero firme y decidido en su intención, respetando cariñosamente su relación con todos sus colaboradores. Algo así como una mano de acero envuelta en delicado guante de seda.
El papá del ICE. Cuando Jorge Manuel fue llamado por José Figueres para crear una institución eléctrica nacional, don Pepe no tenía claro que eso fuera posible solo con profesionales costarricenses. Figueres creía en una institución asociada a una empresa internacional de gran experiencia en estos campos, pero controlada por el Estado. Jorge Manuel le respondió que la empresa extranjera no era necesaria porque Costa Rica tenía profesionales capaces de llevarla a cabo. Al final, y con dudas, la fuerte personalidad de Figueres cedió ante la capacidad de convencer de Jorge Manuel.
Por esta razón, es procedente afirmar que Jorge Manuel fue el papá del ICE. Cuando esto se decía en su presencia, lo negaba, afirmando que el padre era don Pepe. Pero el que pudo concebir el ICE como una institución autónoma, esencialmente costarricense y como motor fundamental del desarrollo de nuestro país, fue Jorge Manuel. Don Pepe, desde luego, es el papá político, pero esa es otra paternidad.
Jorge Manuel ha actuado permanentemente en la vida política de este país, pero no puede clasificársele como político. Los presidentes de Costa Rica lo buscaron para ofrecerle cargos públicos, como ministro, como asesor, como vicepresidente, como encargado de solucionar emergencias, como experto en diversos campos. Todos sabían que, unida a sus grandes y variadas capacidades, siempre habrían de encontrar la actitud de un ciudadano desprendido, con vocación de servicio público, dispuesto a colaborar por el bien de nuestro país.
Cuando se le llamó, nunca puso condiciones, solamente manifestó: “¿Qué es lo que hay que hacer?”.
Y así fue el carácter y la forma de ser de este gran ciudadano. Cuando regresó a Costa Rica graduado de ingeniero civil y con especialidades en hidráulica, carreteras y desarrollo económico, en una época en que un profesional de esa categoría pudo haber levantado una gran empresa constructora personal, prefirió aceptar el humilde puesto de ingeniero de la Municipalidad de Heredia para ayudar en sus proyectos hidroeléctricos.
Y esa fue la tónica que imprimió a su meritoria labor: el servicio público antes que el interés particular.
No acumuló capital, pero sí una inmensa riqueza espiritual que es la estimación, el aprecio y el amor que la mayor parte de los costarricenses sentimos por él; un hombre que escogió la profesión de ciudadano desde su juventud.