El país del recuerdo es borroso y se disipa más con el tiempo. El artista Luis Miguel Morales (1986) resucita el pasado en sus dibujos; no obstante, quiere imitar las imágenes que nos podría regalar una memoria imprecisa y caprichosa. Sus obras suelen revelar unas figuras de niños por aquí y una nube de grafito por allá, la cual un espectador bien podría confundir con la huella del olvido.
Morales –mejor conocido como Moralegui en el círculo de los caricaturistas– presenta la exposición Ars memorativa (Arte de la memoria) en el Museo Omar Salazar Obando, en la Sede del Atlántico de la Universidad de Costa Rica, en Turrialba (teléfono 2558-3717).
El artista presenta 12 trabajos hechos con grafito sobre papel, en formatos grande y mediano. Todas las obras datan del presente y el pasado años, y se basan en escenas de antiguos retratos familiares.
“Hoy vivimos en un mundo en aceleración que nos hace olvidarnos de nuestro pasado y de nuestros antepasados, a quienes después no reconocemos en estas fotografías familiares”, expresa Luis Miguel Morales.
La precisión fotográfica de las imágenes viejas nos transporta a un pasado nítido; la cuidada imperfección de los dibujos de Morales solamente hace un esfuerzo por recordarlo.
Evocación difusa. Las obras de Morales reiteran su afición por la figura humana, pero se alejan de su academicismo habitual. En exposiciones anteriores, el artista había presentado retratos y estudios anatómicos con un gran respeto por las formas y las proporciones naturales.
Por el contrario, en su trabajo reciente, el artista se toma ciertas licencias para deformar los cuerpos que retrata. Sus dibujos muestran una definición imprecisa de las líneas y, más bien, parecen buscar el aspecto de una mancha difusa.
Para darles esa apariencia etérea a sus obras, Morales utiliza técnicas como el rasgado y el frottage . Esta consiste en el frotamiento de las líneas de grafito sobre el papel para lograr así una mancha uniforme.
Por otra parte, el rasgado es la creación de líneas en relieve con una punta sin filo aplicada sobre el papel. Posteriormente, cuando el grafito se frota sobre la superficie rasgada, las líneas hundidas quedan sin sombrear, lo que da un aspecto de líneas blancas sobre fondo negro: “Un dibujo en negativo”, explica el artista.
Las imágenes de Morales suelen retratar escenas de antiguos paseos familiares y juegos infantiles. Por ejemplo, la obra 1947 se basó en una foto tomada en ese año, y retrata a dos niñas y a un niño que posan en una actitud desprevenida. El ambiente que los rodea es imposible de determinar pues solamente se miran formas planas a su alrededor.
Otra obra, 1956 , retrata a una niña que mira al espectador, y a un niño cuya cabeza fue borrada violentamente, eliminando así todo signo de su identidad.
Un país ido. Detalles como el estilo de los lentes y el corte de los vestidos de baño informan al espectador de que la obra Dos y tres retrata un paseo familiar que sucedió hace varios decenios.
El artista revela que, en particular, las imágenes de la muestra están muy vinculadas al pasado de su familia, residente en San Joaquín de Flores, Heredia.
El historiador del arte Edgar Ulloa reseña sobre la obra: “Por medio de prototipos humanos y generacionales, este joven artista ha construido una iconografía doméstica de la clase media de Costa Rica en décadas pasadas a partir de unas imágenes de carácter esencialmente privado”.
Ulloa emparienta la obra de Luis Miguel Morales con la de otros artistas que suelen apropiarse de imágenes ajenas para realizar sus obras, como el experimentado pintor Adrián Arguedas y la joven artista Sofía Ruiz.
“El pasado es un extraño país”, nos advierte el título de una novela de Daniel Gallegos. Los dibujos de Morales nos traen noticias de esa nación que es, a la vez, extranjera y muy nuestra.