Identificación y número de especies; distribución geográfica y época del año; ciclo de vida: esta vez, la enumeración no tiene fines de conservación, sino que refleja las informaciones que requiere el Organismo de Investigación Judicial (OIJ) para resolver homicidios, pesquisas que se efectúan empleando datos que “dan” los insectos y las larvas hallados en los cadáveres.
“Cuando una persona muere, ocurren cambios. Unas enzimas comienzan a funcionar y se inicia el proceso de descomposición. Eso libera aromas que las moscas perciben en minutos, y por esto son las primeras en llegar”, indicó Manuel Zumbado, entomólogo experto en el orden Diptera del Instituto Nacional de Biodiversidad (INBio).
“Los insectos que mejor funcionan en Ciencias Forenses son los que se desarrollan en el cuerpo porque allí quedan las pieles de las diferentes mudas de los insectos. Los escarabajos y dípteros (orden de insectos voladores) son los principales”, agregó Zumbado.
En ese sentido, conocer las especies y sus ciclos de vida es básico, algo que John Vargas, entomólogo del Departamento de Ciencias Forenses del OIJ, sabe muy bien.
Testigos en miniatura. “Lo primero fue aprender a identificarlos. Eso me llevó al INBio”, contó Vargas.
El INBio trabaja en la colección de insectos desde hace 23 años. “La comenzó con recolectas realizadas en las áreas silvestres protegidas, y esto permitió tener una muestra representativa de lo que hay en el país”, relató Zumbado.
El inventario también detalla la distribución temporal y geográfica, así como la historia natural.
Así fue como Vargas identificó las principales familias para la entomología forense: Calliphoridae , Sarcophagidae y Muscidae en moscas, y Dermestidae , Staphylinidae y Silphidae en escarabajos. La Calliphoridae es la más importante.
De 25 especies de Calliphoridae presentes en el país, nueve constituyen la piedra angular con la que se resuelve la mayoría de los casos.
“Solo nos falta un par de géneros de moscas que nos ha sido difícil de reproducir en laboratorio. Simplemente, los adultos no logran poner huevos debido al estrés y eso nos obliga a ir al campo a reproducirlos”, dijo Vargas.
Sin embargo, aún existen problemas taxonómicos. “En algunas especies hay dificultades. Por ejemplo, hay una especie que, se supone, está en toda América, pero no es así, y se usan publicaciones donde la información está errónea. Cuando hicimos el Congreso Nacional de Diptera en el 2010, invitamos al experto Lee Goff y coordinamos con los participantes de los diferentes países para que trajeran muestras y así analizarlas con él. Pocos las trajeron y se perdió la oportunidad”, dijo Zumbado.
Para Vargas, una forma de mitigar este problema es recurrir a la identificación molecular. Así, bastaría comparar el tipo genético de la larva con el del adulto, que ya se conoce. Para ello, eso sí, se requeriría el código de barras genético ( barcoding ) de todas las especies.
Aparte de esto, el entomólogo forense necesita conocer el ciclo de vida. En la mayoría de los casos, lo que se encuentra en los cuerpos son larvas, por lo que se requiere saber su etapa de desarrollo.
Para ello se tienen unas tablas que muestran, según la especie, el ritmo de crecimiento. “Así sabemos que, para una longitud particular, qué edad tiene la mosca, y asociamos esto a un tiempo cercano de muerte”, dijo Vargas.
Si se conoce la distribución geográfica de las especies de moscas, se puede saber si un cadáver fue movido de lugar ya que cada tipo de insecto está asociado a una zona por las condiciones ambientales que imperan en ese sitio.
“¿En qué se basa la técnica forense? Pues, si hallo un cadáver en la costa del Caribe, lo que espero es que los insectos que encuentre en él sean propios del Caribe. Si hallo uno que no es de allí, se debe a que ese cadáver fue llevado al lugar”, detalló Zumbado.
Sucesión ecológica. Una vez que las moscas colonizan el cuerpo, lo modifican. Esto, y la misma presencia de esos insectos, que sirven de alimento a otros, atrae una variedad de organismos, como escarabajos y hormigas.
“Conforme el cuerpo se descompone, diferentes insectos llegan y se suceden hasta el punto de que, aunque el cuerpo esté reducido a huesos, todavía se pueden observar algunos”, comentó Zumbado.
Ese proceso se conoce como “sucesión ecológica”, y su estudio es útil para resolver casos en los que el cuerpo aparece cuatro meses después de la muerte.
La sucesión ecológica depende de las condiciones ambientales. La variación en los patrones de temperatura y humedad, por el cambio climático, obstaculiza la labor de la entomología forense.
“Cada cierto tiempo habrá que hacer estudios de sucesión ecológica en cada una de las regiones para verificar que sean las mismas especies, o si el ciclo se produce más rápidamente por los cambios de temperatura”, destacó Zumbado.
“Se debería conocer el proceso para cada microclima, y cada estudio de estos toma entre cuatro y seis semanas de experimentación. Si pudiéramos contar con el apoyo de las universidades, sería de gran ayuda”, dijo Vargas.
Incluso, él sugiere elevar el nivel taxonómico para facilitar el proceso; es decir, en vez de trabajar con especies, hacerlo con órdenes o familias. “Se haría un modelaje en computadora con la probabilidad de aparición de los diferentes taxones (organismos emparentados) en el tiempo, y se harían matrices a partir de las zonas de vida de Holdridge. Eso no nos obligaría a hacer un estudio para cada microclima, sino que se tomarían los grandes bloques”, manifestó.
A partir de los estudios de sucesión, ya se podrían tener las curvas de crecimiento de otras especies, como los escarabajos.
“La ventaja es que se cuenta con la colección del INBio e incluso con ayuda de los expertos”, concluyó el entomólogo forense del OIJ.