El bosque tropical húmedo se asienta en el suelo de la ladera, lo que hace que este, a cada paso, se perciba como una alfombra.
En el punto más alto, el Monumento Nacional Guayabo –con sus montículos, calzadas y piedras grisáceas– se asoma en el claro de la vegetación.
¿Qué sentido tiene construir una aldea en un sitio tan cercano a una ladera que podría derrumbarse debido a la cantidad de agua que guarda en su tierra?
Bajo esa alfombra de barro y hojas yacen una serie de muros de piedra que conforman una serie de escalones o terrazas que permiten el control del agua subterránea y suministran estabilidad al terreno.
“No hemos encontrado propiamente un acueducto, pero sí una serie de elementos estructurales que permiten el control físico del volumen de tierra y agua en la ladera”, comentó Gerardo Alarcón, arqueólogo de la Universidad de Costa Rica (UCR).
Desde el 14 de enero y hasta el 15 de febrero, un grupo de 23 arqueólogos y estudiantes excavan en la ladera como parte del programa de investigación que se tiene en el sitio precolombino.
Según el análisis de carbono y nitrógeno 14 , Guayabo empezó a construirse entre 900 y 1.100 después de Cristo (d. C.). Es decir, esas terrazas –como obra de ingeniería– podrían tener poco más de 900 años de existir.
Estudios previos. En el 2012, topógrafos de la UCR calcularon el caudal de la quebrada Guayabo y los cursos de agua que desembocan en los estanques de la aldea.
“Ellos determinaron que, de la parte alta de la ladera a la baja, hay una pérdida del 50% del agua. Eso es anómalo porque se esperaría que en la parte baja, al ir sumándose más cursos, haya más agua”, comentó el arqueólogo.
Asimismo, geólogos de la UCR estudiaron los deslizamientos en el sitio arqueológico y encontraron que, dadas las características geológicas de su formación, el terreno de Guayabo es inestable. “Sin embargo, señalaron que este sector posiblemente sea un deslizamiento inactivo porque está más estable que otras laderas de la zona, cosa que es extraña”, dijo Alarcón.
Eso les hizo sospechar de un sistema de control hidráulico de origen precolombino y, para averiguarlo, excavaron en tres sitios.
Excavaciones. Un antiguo camino de servidumbre, que conectaba Guayabo con la llamada finca Orieta, a inicios del siglo XX, se convirtió en el primer sitio de excavación. “Corresponde a una zona plana que debe haber sido una terraza”, comentó el arqueólogo de la UCR.
Asimismo, Alarcón agregó: “Escogimos este lugar porque había un hueco por donde se ve el agua circulando. Cerca de este, sale un tubo de PVC que fue colocado, a mediados del siglo XX, para suministrar agua al pueblo. Los vecinos nos reportaron que cuando colocaron el tubo y lastrearon el camino, encontraron parte de un sistema de control hidráulico precolombino”.
Allí, a tan solo 50 metros del sendero, se estableció una unidad de estudio de 16 metros cuadrados y 140 cm de profundidad. En esta se observan dos escalones de piedra, con altura de un metro, asociados a fragmentos de cerámica.
Con libreta en mano, María José Rivera realizaba el registro del lote donde anotaba los tipos y características de la tierra, dibujaba a escala el perfil de la excavación y tomaba muestras de suelo para llevarlas al laboratorio.
En el siguiente sitio, que se encontraba a mitad de la ladera, se hallaron cuatro alineaciones de piedra y ya al pie de la colina, en el tercer punto de excavación, no solo se ven los muros de contención, sino también una escalinata de acceso a la terraza superior.
Esta semana, ingenieros civiles visitaron el sitio. “Efectivamente, nos dijeron que los muros servían de contención y que la manera de dirigir el agua de arriba hacia abajo debía ser por escalonamiento. De lo contrario, la velocidad que tomaría el agua provocaría gran erosión”, puntualizó Alarcón.
Ahora, aparte de estabilizar la ladera, ¿para qué más se usaban estas terrazas? Para averiguarlo, María López excavó una parcela de un metro cuadrado donde toma muestras de semillas y polen para analizar si se les dio uso agrícola.
“La tierra se mezcla en una solución de silicato de sodio que hace que los cuerpos sólidos floten. Luego, eso se analiza en el microscopio. Las semillas poseen formas específicas de acuerdo con el fruto y así se sabe el cultivo”, dijo Alarcón.
En cuanto a los granos de polen, estos poseen una cubierta de sílice que se endurece. “Por medio s del microscopio se reconocen las formas y esto permite identificarlos a un nivel taxonómico de familia”, explicó López.
En cuanto a los restos de cerámica y piedra, estos se lavan, empacan y etiquetan para ser analizados posteriormente en el laboratorio. “La mayoría corresponde a las etapas más tardías de desarrollo precolombino, pero hay que sentarse y analizar fragmento por fragmento”, manifestó Alarcón.
Asimismo, se tomaron muestras de carbono en las diferentes capas de tierra para lograr una datación y compararla con las fechas de las cerámicas. “Si hay una gran diferencia, de unos 300 a 400 años, entre los materiales hallados entre la primera y segunda capa de tierra negra sabríamos que son dos etapas constructivas”, dijo Alarcón.