Por primera vez en Costa Rica, y hasta donde se tiene noticia, en Latinoamérica, un feto de seis meses de gestación fue operado dentro del vientre de su madre mediante un procedimiento denominado cirugía intrauterina tóraco-amniótica, que aún se encuentra en etapa de experimentación en escala mundial.
La operación se realizó el 10 de noviembre en el Hospital Calderón Guardia, y fue dirigida por el Dr. Gerardo Escalante López, jefe de la Unidad de Medicina Materno Fetal, quien hoy a las 9:30 a.m. ofrecerá una conferencia de prensa para ampliar los detalles de lo que se considera un nuevo hito médico en el país.
Tanto la madre, que ahora tiene siete meses de embarazo, como su hija, se encuentran en perfectas condiciones, luego de que la cirugía corrigió un defecto congénito que le provocaría la muerte a la niña antes o inmediatamente después de nacer.
En una entrevista exclusiva con La Nación, Escalante López afirmó que pese a la trascendencia de esta noticia, la Dirección Médica del Calderón Guardia prefirió esperar un tiempo prudencial que permitiera corroborar el éxito de la operación antes de darla a conocer.
La cirugía, que se realiza introduciendo un catéter en el vientre materno para llegar hasta el feto, se denomina operación tóraco-amniótica; desde la primera vez que se ejecutó -en 1990- hasta la fecha, sólo se han registrado16 intervenciones en su tipo en el mundo, incluyendo la recién hecha en el país.
Maritza Rojas Bonilla, una guanacasteca de 35 años y madre de otros cuatro hijos, fue la mujer sometida al tratamiento médico. Ella sigue internada en el Calderón Guardia, donde permanecerá -bajo constante monitoreo- hasta que se efectúe la cesárea mediante la cual nacerá su hija, que está programada para el 12 de febrero.
Se detecta la emergencia
La odisea para Maritza llegó con el cuarto mes de gestación, cuando notó significativas diferencias entre este y sus cuatro embarazos anteriores. Cuenta que sin haber cumplido cinco meses, sentía una presión inusual en el útero, al punto de que el dolor y la incomodidad prácticamente le impedían caminar.
De la clínica de Santa Cruz pasó al hospital de Liberia, y luego fue remitida al San Juan de Dios, donde Patricia Mora Echandi, ginecóloga obstetra especialista en embarazos de alto riesgo, finalmente detectó una malformación en el pulmón derecho del feto.
Fue en este momento cuando intervino, a solicitud de Mora, la Unidad de Medicina Materno Fetal del Calderón; el caso lo asumió el doctor Escalante López, quien después de exhaustivos exámenes y ultrasonidos llegó a la conclusión de que sólo una cirugía intrauterina le salvaría la vida a la niña.
El problema que se le diagnosticó fue una malformación congénita quística adenomatosa del pulmón derecho, un padecimiento extraordinariamente inusual que en este caso consistió en la formación de un quiste de unos seis centímetros, el cual iba acumulando en su interior un líquido mucoso que expandía cada vez más sus dimensiones.
Según Escalante, esto empezó a provocar complicaciones más severas en el organismo del feto. "Primero el quiste destruye al pulmón mismo en el que se forma, después, por sus dimensiones, empuja y comprime a otros órganos vitales como el otro pulmón y el corazón, a los que arrincona contra las costillas", explicó el especialista.
Sólo esto es suficiente para provocar la muerte del feto por problemas respiratorios, pero antes de acaecer lo anterior, el quiste tendría otras consecuencias negativas.
Al estar apretujado el corazón también se comprimen la tráquea y el esófago, lo que provoca que el niño no pueda deglutir el líquido amniótico, por lo que este se empieza a acumular y le provoca a la madre un polihidramnius (exceso de líquido).
Por otra parte, el quiste desvía la aorta y la vena cava inferior, lo que conduce a una hipertensión portal, es decir, eleva toda la presión a la parte inferior del abdomen del feto, por lo que este comienza a acumular agua en la cavidad pélvica y abdomen.
Al momento de la intervención este proceso se hallaba en la fase inicial, a punto de convertirse en crítica; el pulmón sano estaba próximo a ser dañado por la presión, e igualmente el corazón.
Ahora o nunca
Así las cosas, el equipo de especialistas liderados por Escalante decidió actuar, bajo el principio médico que aprueba cualquier tratamiento para salvar la vida de un paciente cuando la alternativa es la muerte segura.
Después de asegurarse por medio de exámenes de genética que la bebé no padecía ningún otro tipo de alteraciones cromosómicas, el grupo encargado de la cirugía la programó para el 10 de noviembre a las 10 de la mañana.
A grandes rasgos, la técnica utilizada consiste en introducir un catéter que atraviesa la pared abdominal materna, la pared uterina, el saco abdominal y, finalmente, la espalda del feto. Antes, la madre fue anestesiada mediante una inyección epidural, y al feto se le sedó con un medicamento aplicado a través de su progenitora, para lograr su inmovilidad, un requisito indispensable para llevar a buen puerto la operación.
Uno de los momentos cruciales fue la punción en la espalda de la bebé, pues la circunferencia sobre la que se trabaja es muy pequeña y un mínimo error de cálculo podría dañar la columna vertebral o el corazón del feto.
Una vez dentro de la niña, específicamente en su pulmón derecho, con el catéter se succionó todo el líquido que formaba el quiste. Cuando este colapsó, se instaló una válvula que permanecerá fija hasta el momento del nacimiento, la cual se encargará de drenar en adelante el líquido y sacarlo hacia la cavidad fetal, donde es desechado por el proceso biológico normal de la madre.
Según Escalante, desde las primeras horas posteriores al drenaje, se empezaron a notar los síntomas de que la operación había sido un éxito, pues los órganos que estaban siendo comprimidos volvieron a su lugar original y poco a poco se fue normalizando su función.
En cuanto nazca la bebé, ésta será trasladada de inmediato al Hospital de Niños para que los perinatólogos determinen el tratamiento a seguir, que podría tratarse de una lobectomía (quitar la válvula del pulmón) o en su defecto, una operación que elimine del todo la masa quística. Cualquiera de las dos opciones, considera Escalante, tienen altas probabilidades de resultar exitosas, de manera que si todo sale como se espera, María Consuelo -así se llamará la niña- tendrá una vida como la de cualquier otro infante.
"Se llamará María Consuelo"
Todas las lágrimas derramadas desde que se enteró de que el hijo que llevaba en su vientre estaba en peligro inminente fueron mitigadas por la frase que susurró a su oído uno de los médicos participantes después de la cirugía.
"De un momento a otro ellos se fueron y todo se quedó en silencio. Yo no sabía bien qué había pasado; estaba despierta pero, por más que trataba de poner atención, solo escuchaba que se decían 'páseme esto, páseme aquello'. Al ratito, el Dr. Pérez Santander se devolvió y me dijo al oído: 'Quédese tranquilita; todo salió bien. La operación fue un éxito'."
Maritza Rojas había soñado tanto con escuchar esas palabras, que no terminó de creerlas hasta que, dos horas después de realizada la cirugía a su hija mientras estaba dentro de su útero, empezó a sentir las consabidas pataditas en el vientre.
"¡Está viva! Eso fue lo primero que pensé. Otra vez le di gracias a Dios, y recordé muy especialmente todo lo que me había dicho el Dr. Escalante sobre los riesgos... pero también dijo que teníamos que confiar en Dios, y así lo hice", rememora esta ama de casa, quien ahora incluso está de ánimo para bromear.
"Viera, solo sustos aquí; a mí me van a matar. Primero lo de la bebé, y ahora dicen que mañana (hoy) vienen unos periodistas a hablar conmigo... ¡Se imagina!", exclama con su inconfundible acento pampero, mientras intenta peinarse con los dedos ante los constantes flashazos de la cámara.
Madre de cuatro hijos de 17, 14, 11 y 4 años de edad, Maritza no tuvo oportunidad de consultar con su esposo la decisión de aceptar ser sometida a la operación, pues él trabaja en Guanacaste y ante la urgencia de la respuesta, no podía esperar a su próxima visita.
Admite que aunque le hacen mucha falta sus otros hijos, no quiere arriesgarse por nada del mundo a que la bebé sufra alguna complicación al nacer.
"Yo me quedo aquí hasta que el Dr. Escalante me haga la cesárea. Ellos ya hicieron lo más difícil; ahora, yo lo menos que puedo hacer es tener paciencia y colaborar para que mi bebita nazca bien. Ella se llamará María Consuelo: María porque se la ofrecí a la Virgen, y Consuelo por agradecimiento a mi suegra, que así se llama, y que me ha ayudado muchísimo en todo", agrega, al tiempo que se aferra a un escapulario y a un rosario que cuelgan de su cuello y que le fueron obsequiados por una de sus compañeras de salón en el hospital Calderón Guardia.