La separación voluntaria de Ottón Solís de la Comisión Política del PAC es un acontecimiento de profunda incidencia nacional. Algunos se sentirán aliviados para poner a jugar propuestas contingentes de corto plazo y poder participar así en los viejos y desgastados escenarios de poder, soñando en alianzas efímeras, sin alma popular y sin vocación reformista.
Pero la militancia que soñó en un movimiento político alternativo, de largo aliento, seguramente estará dolida e impotente, al ver a su líder hacerse a un lado en el desértico y confuso ambiente de una dirigencia que se perfuma con todo el aroma de “cultura PAC”, pero que ya empieza a cubriste con ropajes tradicionales
Liderazgo. En las últimas dos contiendas electorales he votado por el PAC, pero he votado básicamente por el discurso de Ottón. No desconozco la importancia de muchos liderazgos de esa agrupación que fueron importantísimas para construir ese movimiento alternativo, como Epsy Campbell, Alberto Salom, Elizabeth Fonseca y la destacada sombra cultural de Alberto Cañas, pero sin duda fue Ottón el líder de una revolución ética y social que no solo conmovió la vida nacional, sino que también provocó un giro linguístico en el discurso político.
El bipartidismo, refugio de corrupciones, de componendas espurias, fue destrozado con el nacimiento del PAC. Las partidas específicas, el clientelismo, los pactos a espaldas de las gentes, fueron despojadas de su lenguaje mentiroso para abrir camino a la palabra limpia, que desgraciadamente no logró conectarse con un proyecto nacional.
Es triste observar cómo la fragmentación del PAC, la desfiguración de su proyecto, ha facilitado los caminos para pactos vergonzosos y perversos, como la elección de Gerardo Orozco en la Comisión de Derechos Humanos de la Asamblea Legislativa. Ojalá que el PAC logre reencontrar su camino y pueda retomar su protagonismo en los cambios urgentes que necesita la nación.
No he estado en todo de acuerdo con el absolutismo ético de Ottón. La miseria moral que ha dominado la política costarricense en estas últimas décadas, en la que esta se ha subordinado a los objetivos políticos y a intereses personalistas, no es óbice para convertir la ética en un imperativo categórico. En el esplendor y el estremecimiento de un “cielo estrellado” al estilo de Kant.
La ética debe ser soberana de los objetivos políticos, pero debe dialogar en las circunstancias concretas siempre cambiantes del acontecer de los fenómenos sociales políticos y culturales. Creo que la oferta de una política nacional no debe subordinarse a imperativos morales, pero tampoco debe brincarse con garrocha los más elementales principios éticos como lo hizo desvergonzadamente el bipartidismo y lo están haciendo muchos de los nuevos participantes del dramático y decepcionante teatro político nacional.
La ética del discurso de Ottón ha sido certera para impactar los círculos de poder, pero no ha tenido la flexibidad para atender las motivaciones y los clamores de las bases populares.
Pienso que ha tenido temor en caer en las aguas de las propuestas populistas. Sin embargo la construcción de un movimiento social de cambio no puede abstenerse de hacer ofertas concretas a necesidades populares e incluso provocar sensaciones de amor y desprendimiento por los nuevos liderazgos.
El idilio de un movimiento social de cambio no necesariamente se construye con una oferta populista o engañosa, pero debe contener el compromiso con las demandas que palpitan en las mayorías, siempre y cuando tengan viabilidad en la vida real de la nación.
El ejemplo de Gandhi, de Mandela e incluso de Lula son claros y aleccionadores.
Impacto positivo. Pero independientemente de estas visiones distintas, creo que Ottón Solís ha impactado de manera muy positivo al ambiente político nacional. Su pensamiento libre, su lenguaje transparente y confrontativo y su praxis, han penetrado profundamente en la cultura política y social e incluso sus peores detractores tendrán que recurrir a las nuevas palabras que se han hecho dominantes por la penetración de su discurso en el alma nacional. Eso es precisamente el resultado de ese giro linguístico que él provocó y que ya nadie puede dejarlo pasar por alto.
Muchos le cuestionan posiciones prepotentes, puede que tengan razón, pero, hoy por hoy, Ottón Solís tendrá una impronta más imperecera que muchos presidentes “que han sido”. Su gramática política destruyó muchos muros, creó sueños e ilusiones y construyó nuevas metáforas. Lástima que no hubo posibilidad de armar el “País de la Verdad”, genuina morada de la ilusión y la plataforma de un proyecto nacional con equidad y con una democracia más profunda y radical. Sin embargo, ahí quedaron las semillas esperando las próximas aguas para volver germinar.
Felicitaciones a Ottón por el aporte hecho a Costa Rica. Un político valiente, sin temor a decir lo que piensa. Preciso en sus diagnósticos del drama económico y de la creciente inequidad. Claro y concreto para atacar a los gurúes de la economía neoliberal, pero también sin reparos para atacar los abusos de dirigencias sindicales que privilegian los intereses gremialistas frente a los de la nación. Creo que Ottón todavía tiene la fuerza y pensamiento fresco para entregarlo al bien de la nación.