Recuerdazo. Era 1996 y por toda la Universidad de Costa Rica había afiches promocionando el “chivo” estrella (a mi criterio) de la Semana U: El Parque y los panameños Los Rabanes en el parqueo de Educación. Ese era un concierto al que había que ir... no había de otra.
Eran años en que mis amigos de Curri (El clan) y yo venerábamos apellidos como Cobain, Vedder y Cornell; en que meterse al mosh –antes todo era mosh , no importaba si era metal , grunge o punk – a llevarse su buena pateada era pura catarsis, y en que no había nada mejor que sudar con bandas como El Parque, Hormigas en la Pared o Ritos.
Por eso, aquel 19 de abril llegamos bien tempranito a hacer fila para echarnos el chivo de El Parque... porque era de ellos. Los Rabanes eran apenas la banda telonera de los ticos, aunque vale decir que los canaleros en aquel entonces eran un grupazo que tocaba un punk divertido y más interesante que el rock simplón que hoy les vale sus Grammy. Pero ese es otro cuento.
5.000 maes pagamos la entrada (¿un rojo?) y vivimos un concierto histórico, tan salvaje como intenso. El primer acto del programa fue una banda local, Maestro de Juegos, a la que hicimos apeada como en la segunda pieza. Todavía me acuerdo del cantante implorando que los dejáramos tocar al menos una canción más. Pecadito.
Los Rabanes se lucieron, pero la noche fue de El Parque. La espiral de empujones y patadas era enorme y meterse en ella era jugarse el pellejo pero no importó: la euforia colectiva nos tornó en manada.
Aquellas 5.000 almas que esa noche cantamos y sudamos rock costarricense jurábamos que El Parque dominaría el mundo. Una década ha pasado, el pronóstico de dominación global no se cumplió, pero El Parque nunca murió. Hoy, con el grupo de vuelta en los escenarios, le digo lo que no pude en 1996: gracias, muchas gracias, al chile.