Cualquiera podría pensar que escribir en el siglo XXI sobre un autor tan conocido y estudiado como Valle-Inclán, un clásico de la literatura española de finales del siglo XIX e inicios del XX, resulta una labor poco fructífera y que incluso puede llevarnos a la repetición. Sin embargo, este estudio de Olga Marta Mesén Sequeira arroja luz nueva sobre la producción valleinclaniana, sobre su poética y sobre nuestro papel como lectores al tener enfrente un texto como el Retablo .
El libro Poética de lectura en el “Retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte”, de Ramón María del Valle-Inclán analiza la obra de este dramaturgo en diálogo con diversas perspectivas teóricas que le permiten a la autora realizar aportes significativos a lo dicho sobre este ilustre gallego. Algunos de estos aportes son:
- Plantear la lectura del Retablo de Valle desde una clara propuesta intertextual, con el fin de evidenciar el ineludible diálogo que este autor entabla con otros creadores, entre ellos el pintor holandés Hieronymus Bosch, llamado el Bosco . Mesén demuestra con toda claridad la relación existente entre el Retablo valleinclaniano y obras pictóricas como El jardín de las delicias del citado pintor. Sin embargo, también quedan claras las relaciones intertextuales con autores como Miguel de Cervantes y Pedro Calderón de la Barca, pertenecientes al barroco español.
- Proponer que Valle-Inclán emplea una poética retablística, partiendo del hecho de que el “retablo” funciona aquí como una palabra polisémica, es decir, con múltiples significados que pasan por el “angelón de retablo”, el “retablo de títeres”, lo carnavalesco, la religión, lo arquitectónico, lo pictórico, lo teatral, la fantochización y lo esperpéntico, entre otros. En opinión de la autora, esa poética retablística implica que Valle-Inclán estructura su Retablo como un tejido, un entramado artificialmente creado por esa instancia autoral que propone a su lector una realidad paralela. El lector/espectador sabrá determinar si entra en esa realidad o si se mantiene al margen de ella.
- Establecer la estructura retablística de esta obra de Valle-Inclán. Mesén esquematiza con claridad la manera en que el autor coloca estas cinco piezas para lograr el efecto de retablo, en clara alusión al retablo pictórico que se compone de tres partes: una pieza central y dos laterales.
- Leer el Retablo de Valle como un texto desacralizador y desenmascarador, es decir, transgresor, del judeocristianismo y más concretamente del catolicismo. Mesén propone que la mayoría de los personajes que desfilan por las cinco piezas teatrales que conforman esta obra del gallego se nos presentan como individuos religiosos, aferrados a ciertas creencias que los obligan a temerle al pecado. Sin embargo, buena parte de estos personajes caen una y otra vez en esos pecados que tanto temen: la avaricia y la lujuria, lo cual los conduce a la muerte física o espiritual.
Durante buena parte del texto, la instancia autoral del Retablo mantiene un tono paródico y sarcástico que alerta al lector. ¿En alerta respecto de qué? Respecto de la veracidad de ciertos principios cristianos, como la vida de gracia y la salvación eterna.
Esa voz narrativa nos hace dudar, nos hace sospechar, nos lleva al terreno de la incredulidad pues la crudeza de lo que se nos narra en cada pieza es tal que no tenemos más alternativa que preguntarnos si todas esas enseñanzas religiosas inculcadas desde la niñez son absolutamente verdaderas.
Uno los grandes atractivos de esta lectura de Valle realizada por Olga Marta Mesén es que nos reta a nosotros como lectores de este texto dramático que es el Retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte a leer con todos los sentidos, es decir, a no conformarnos con pasar la vista por la letra y a convertirnos en descodificadores de mensajes cifrados, tratando de re-conocer los otros textos con los que este Retablo entra en diálogo.
Solo si utilizamos nuestras mayores capacidades como interlocutores, en este caso de un Valle-Inclán que orquesta su obra incorporando en ella elementos de muy diversa índole, podremos decir que hemos realizado una lectura en profundidad, una lectura que nos reta, que nos deja huella y que no nos permite permanecer incólumes e inalterables como individuos. Al fin y al cabo, para eso es que leemos.
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