12-12-12; 2;00pm;Instalaciones de FundaVida, detrs de las bodegas Constenla en San Sebastin.En la foto: Chris Dearnley con Keneth Rojas,11,(camisa cafe).Fotos: Anel Kenjekeeva. (Anel Kenjekeeva)
“A ver, Edu , ¿dónde están los engranajes compuestos y la transmisión de movimiento?”, pregunta Ninoshka, la maestra, mientras Eduviges pensativa señala a un conjunto de piezas de Lego. Sobre ellas, una banda de hule lleva de un lado a otro un grupo de llantas de carro en miniatura. “¡Aquí!”, exclama la niña sonriente al ver que está en lo correcto mientras señala.
Eduviges, con tan solo 12 años, es la creadora de un robot en miniatura automatizado que transporta equipo automovilístico de juguete de un punto a otro.
Tal como esta pequeña vecina de la Ciudadela 25 de julio, en San José, otros 460 niños y adolescentes de diferentes comunidades capitalinas en riesgo social forman parte de un programa de robótica y computación, que promete acercarlos a oportunidades de crecimiento educativo de manera práctica y divertida.
En grupos de tres a cuatro niños, busca aportar soluciones a la comunidad mediante el ejercicio de la robótica. Ellos animan robots y, a la vez, estos robots los animan a ellos.
Ninoshka Nieto explica que, en una ocasión, los niños pensaron que la Municipalidad les había copiado un proyecto de un semáforo peatonal que diseñaron, pues al poco tiempo, en el mismo lugar donde ellos ubicaron el problema, se aportó la solución del paso peatonal que no existía.
Amparados bajo el techo de la organización benéfica FundaVida, estos muchachos han descubierto una gran destreza que estaba oculta en su estereotipo de niños pobres.
De la mano de Christopher Dearnley, un estadounidense administrador de negocios graduado en Harvard, 22 voluntarios impulsaron el proyecto de convertir los ojos ignorados de los potenciales niños de las calles, en ojos destellantes de emoción por aprender.
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“Esto en el fondo está cambiando la mentalidad del chico, porque en su entorno absorbe una mentalidad de pobreza que es la de: ‘yo soy pobre y usted me debe y yo no puedo cambiar nada’. A través de la robótica desarrollan otra mentalidad, que a la hora de ver un problema no se queden como víctimas, sino que aporten soluciones”, dice Dearnley, convencido de que en su centro se forman los empresarios del mañana.
FundaVida ha logrado alianzas con múltiples empresas y organizaciones renombradas como la Embajada de Estados Unidos, Microsoft o Hewlett Packard (HP), por mencionar algunas. Estas han aportado económicamente para que los programas se desarrollen con profesionalismo y con calidad académica reconocida.
También las donaciones de particulares y el interés del Gobierno han resultado un soporte importante.
En el 2010, la fundación Omar Dengo presentó el proyecto FundaVida en un concurso a escala mundial de la empresa HP. Y la fundación se alzó con el premio EdTech Innovators por su proyecto llamado “Rompiendo el ciclo: combatiendo la violencia a través de la robótica educativa”.
Con el premio obtenido se expandió el uso de la robótica educativa y se incrementaron las habilidades de los estudiantes en este campo, en emprendimiento y el uso de diferentes aplicaciones tecnológicas.
Estos niños no solo cuentan con un centro impulsor de su potencial para la informática, también reciben de FundaVida cursos de inglés, consejería y la posibilidad de acceder a clubes juveniles en las comunidades de Concepción en Alajuelita, Linda Vista de Patarrá, y la Ciudadela 25 de julio en San José: todas ellas en riesgo social.
“Niño que no maneja una compu , queda atrás”, piensa el director Dearnley. Por eso, entiende la robótica como un trampolín sobre el que saltan los menores mientras se divierten.
Ocho de cada diez chiquitos en las zonas que atiende la Fundación abandonan la escuela o el colegio y, según este director, es porque no encuentran en el estudio el gozo de aprender.
FundaVida se prepara ya para su cena anual benéfica en la que, además de recibir donaciones, los niños de los diferentes centros exponen sus trabajos al público invitado.
En esta ocasión, la cena se efectuará el próximo 7 de marzo (más información, en el sitio de Facebook de la Fundación ).
Con una sonrisa en su cara, Eduviges dice que quiere ser veterinaria y que tal vez pueda inventar una máquina para cuidar animales abandonados.
Ella viene cada semana a compartir sobre computación con otros 14 compañeros en una sala cuyo valor asciende a los $18.000.
Hace robots con legos y habla inglés. Tiene el mundo por delante y FundaVida la empuja por detrás.