Hace 50 años, nuestra nación y la Universidad de Costa Rica perdieron a Rodrigo Facio, uno de los hombres que las quisieron libres, democráticas, reflexivas, autónomas y justas. En la clausura del curso académico de 1960, él lo expresó indicando: “La pequeña república universitaria forja las virtudes de la absoluta libertad para todas las personas, completa tolerancia para todas las ideas, diálogo constructivo, responsabilidad acrisolada, selección ética de los medios, preocupación por los problemas verdaderos: esas mismas virtudes que quisiéramos ver prevalecer, sin excepciones ni debilitamientos, en el escenario de la política nacional”.
Rodrigo Facio Brenes fue hijo de educadores y rector de la UCR (1952-1960). Creció en medio de libros y desde muy joven recibió el influjo de grandes pensadores costarricenses y de otras partes del mundo. Con ellos construyó una pro-puesta política socialdemócrata y un modelo de educación superior que respondiesen a las demandas de la sociedad y del nuevo Estado que se pretendía formar.
El Liceo de Costa Rica, el Centro de Estudios de los Problemas Nacionales, la Asamblea Constituyente, la Asamblea Legislativa, el Banco Central y, por supuesto, la UCR son pilares que permitieron desarrollar las inquietudes de don Rodrigo.
Rodrigo Facio estudió leyes, y su investigación versó sobre economía costarricense; se interesó por la Escuela de Derecho; fue decano de Ciencias Económicas y Sociales e impartió Historia de las Doctrinas Económicas.
Su preocupación rebasó las fronteras nacionales; así, escribió sobre la crisis de la Federación Centroamericana, y reflexionó sobre teoría económica, filosofía política, regímenes latinoamericanos, cooperativismo y educación superior.
Para Facio, la economía y la organización –administrativa– definen el rumbo, pero resultan vacías si no se asientan sobre la historia y la política pública; si no se complementan con la institucionalidad, el respeto a la tradición cultural, el libre pensamiento y la educación.
Herencia perenne. Facio vio a la UCR a la cabeza de la mejora de la educación en todos sus niveles, formando profesionales conscientes de su contribución al desarrollo de un país más justo y más libre. Para Facio, la formación debe trascender la reiteración de ideas ajenas, y por esto es indispensable generar conocimiento, transferirlo y provocar un impacto positivo en la vida cotidiana en la sociedad.
A Rodrigo Facio le correspondió liderar la gran reforma de 1957, el traslado al campus de San Pedro y la lucha por un presupuesto adecuado para mantener la independencia, trabajar libremente y fortalecer la misión de bien público de la UCR. Para Facio, el entorno era fundamental, y el papel de los universitarios, clave.
Sin embargo, para cumplir con dicho papel, “la Universidad pública, nacional, socializada de nuestros días, colocada en un escenario de arduos problemas económicos, sociales y técnicos, requiere la más absoluta y acertada libertad para investigar, para criticar, para replantear y formular”. Así lo definió Facio en la clausura del año académico de 1955.
Por supuesto, para don Rodrigo, el apoyo económico del gobierno debe ser visto como una inversión, nunca como un gasto; como una oportunidad para el desarrollo y jamás como un medio para romper la autonomía universitaria.
Facio se apoyó en la reflexión de otros, pero tuvo pensamiento propio. Su obra incluye mucho de sus maestros y colaboradores más cercanos, y así lo reconoció él mismo. Por esto deja huella profunda; por esto, sus textos y discursos continúan reiterándose medio siglo después de su muerte.
Por ello también, la Facultad de Ciencias Económicas le rinde homenaje con tesis de alumnos, estudios académicos y una semana dedicada a su pensamiento y a su quehacer.
Por todo ello, la UCR bautizó su campus “Ciudad Universitaria Rodrigo Facio Brenes”. Esta es una ciudad que don Rodrigo estaría orgulloso de ver hoy, propia de una universidad que él quiso ética, crítica, pertinente, de excelencia, construida sobre una base humanista: una en su diversidad con sedes a lo largo y ancho del país.
Rodrigo Facio, in memoriam.
El autor es vicerrector de Administración de la UCR