Enclavada en medio del bosque seco de Guanacaste, la casona de Santa Rosa fue escenario, el 20 de marzo de 1856, de una de las batallas más significativas en la historia de Costa Rica.
Más de medio siglo después, este simbólico edificio –en su segunda “versión”, que data de 1895– libra su propia batalla por mantenerse en pie y afrontar el paso del tiempo, las amenazas climáticas y la acción inescrupulosa del ser humano.
Un proceso de restauración gestionado y financiado por el Centro de Patrimonio del Ministerio de Cultura promete devolverle a la casona su apariencia original y subsanar una serie de errores cometidos.
Según explicó el director interino del Centro de Patrimonio, Adrián Vindas, la casona de Santa Rosa es un edificio representativo de la arquitectura de las haciendas ganaderas que aparecieron en Guanacaste a partir del siglo XVIII. “Su sistema constructivo consiste en paredes de bajareque; columnas, pisos, puertas, ventanas y soporte de cubierta en madera, muros de piedra y techo de teja”, explicó Vindas.
Heroína de batallas. El 9 de mayo del 2001, un incendio provocado por cazadores destruyó el 80% de la estructura del edificio, por lo que fue necesario reconstruirlo; pero ese edificio devorado por las llamas no era la casona original donde ocurrió la batalla de Santa Rosa pues este había sido demolido en 1894 por orden de su propietario de entonces, el médico nicaraguense Manuel Barrios.
La reconstrucción fue concluida en el 2002, y, según reconoció Vindas, el proceso fue deficiente y se utilizaron materiales de mala calidad. “Podemos afirmar que cerca del 90% de las estructuras y elementos de madera presentan daños causados principalmente por humedad. El gran problema es que la madera que se usó para la reconstrucción no fue saneada, y por esto se pudrió con facilidad”, detalló.
Para definir la calidad de la madera, Vindas utilizó una comparación con la carne de cerdo.
“La parte blanca de la carne es la más grasosa y dañina. Un corte de buena calidad es oscuro, uniforme y sin partes blancas o ‘pellejo’. En la madera, la zona más blanca y blanda se llama albura , y la oscura, duramen , que además es compacta y resistente”, explicó Vindas.
La estructura de madera que soporta la cubierta es la que requiere el trabajo más urgente. “Se utilizará madera con mayor concentración de duramen, como gavilán, y se colocarán piezas completas en vez de fragmentos”, indicó Vindas.
El rescate del techo tradicional de tejas es prioritario. “ Se colocará una lámina de zinc para proteger el edificio de las filtraciones, pero el proceso debe ser muy cuidadoso para no intervenir en su diseño original”, expresó el director.
El primer paso es desmontar cada una de las tejas, limpiarlas, desechar las que están excesivamente dañadas y sustituirlas por piezas nuevas. A cada teja se aplicará un sellador repelente al agua para aumentar su vida útil.
Vindas destacó que, debido a la pobre calidad de los trabajos anteriores y a raíz del sismo del pasado 5 de setiembre, se desprendieron varios de los repellos de las paredes de bajarque, y deberá dárseles un tratamiento especial. “Esta es una técnica constructiva artesanal en la que se elabora una mezcla a partir de barro, arcilla, zacate ‘pitilla’ y cal”, dijo Vindas.
El funcionario confirmó que la inversión asciende a ¢245 millones. Las empresa encargada de ejecutar las obras es América Ingeniería y se prevé que estarán concluidas en diciembre. La guía del Museo Histórico la Casona de Santa Rosa, Adriana Chavarría, informó de que el edificio recibió cerca de 10.000 visitantes durante el 2011.