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Cuando un delfín encalla, la playa se convierte en una clínica.
“Los delfines son animales silvestres; si ya salen de su hábitat es porque tienen problemas”, comentó Gabriela Hernández, veterinaria de la Fundación Keto.
Al llegar al lugar, biólogos y veterinarios evalúan el estado del animal y toman muestras de sangre para ver si tiene la bacteria del género Brucella .
Luego, realizan un diagnóstico y toman decisiones. “En campo se tienen tres opciones: se devuelve, se rehabilita o se le brindan cuidados paliativos”, dijo Hernández.
Paralelo a este proceso, los investigadores toman datos como tamaño, sexo, especie, edad (juvenil o adulto), condiciones ambientales y mareas, así como otras indicaciones como lesiones o cambios de pigmentación.
Si el animal llega muerto a la playa o fallece en el proceso, se recolectan tejidos de los órganos. Si es posible, se traslada el cuerpo del delfín a la Escuela de Medicina Veterinaria de la Universidad Nacional (UNA) para realizarle una necropsia (procedimiento equivalente a la autopsia en seres humanos).
Para Hernández, todos los delfines que encallan –ya sea que vivan o mueran– contribuyen a la ciencia.
“Todas las muestras cuentan. Eso nos va a permitir conocer la enfermedad y qué está pasando en las poblaciones”, destacó Hernández.