Los costarricenses tenemos una historia colmada de realizaciones que nos ha distinguido en el mundo; esa historia debe ser nuestra inspiración y nuestra guía para enfrentar con éxito los retos del presente. Por eso, aunque mi vida laboral y profesional la he desarrollado en el sector privado, desde hace unos años sentí la obligación de retribuir a nuestro país dedicando parte de mi tiempo al servicio público, para luchar por una mejor sociedad.
Estoy convencido de que el único camino con que cuenta nuestro país para superar la parálisis y el descontento generalizado que hoy lo consume es una vigorosa participación ciudadana en los asuntos de orden público y comunitario. Sobre estas firmes creencias he incursionado con ilusión en la política nacional.
Es de dominio público que he estado ponderando el rol que debo jugar en la campaña electoral que se avecina. Desde que participé en la primera convención del PAC en el 2009 como precandidato presidencial, se asumía que me postularía otra vez para las elecciones del 2014. Si bien he estado considerando seriamente iniciar una precampaña con miras a aspirar a la presidencia en el actual ciclo electoral, he llegado a la conclusión de que por esta vez mis responsabilidades en el ámbito personal no me permitirían la dedicación de tiempo completo que impone asumir una responsabilidad de tanta trascendencia.
La decisión de apartarme de cualquier aspiración político electoral para las próximas elecciones es difícil, especialmente, porque podría estar defraudando a muchos costarricenses, soñadores y capaces, que desinteresadamente han apoyado la idea de crear un movimiento político auténticamente renovador cuyo único norte es el bien común. A esos costarricenses de todos los ámbitos de la vida nacional les agradezco su apoyo, su paciencia y su vocación de servicio. También deseo dejar testimonio de mi admiración a todas/os las/os costarricenses para quienes su incursión en la política obedece a un apostolado de servicio. Se requiere de temple y coraje para resistir sin dobleces en un medio saturado de corrupción y cinismo.
Prescindir de mi aspiración político-electoral no significa desvincularme de las mejores aspiraciones del pueblo costarricense. Debemos aportarle al país que heredarán nuestros hijos desde donde mejor podamos. En el futuro cercano, me abocaré a la creación un Observatorio Ciudadano de la Caja Costarricense de Seguro Social, que sirva como instrumento para empoderar a la ciudadanía a desarrollar, proponer e impulsar soluciones a la crisis que enfrenta nuestra emblemática institución. Pretendo que esta iniciativa sea el inicio de un ente plenamente ciudadano de observancia y fiscalización sobre el quehacer del Estado. Estoy convencido de que es una idea a la que le ha llegado su tiempo: las reservas ciudadanas y democráticas que ostenta el país permiten que volvamos a elevar la calidad de la democracia y a encaminarnos hacia nuestro singular modelo de desarrollo.
El descontento ciudadano se ha apoderado del alma nacional; el pesimismo y la desconfianza en nuestros gobernantes y en nuestras instituciones está socavando la gobernabilidad. Las personas que aspiren a la Presidencia de la República en las próximas elecciones, están obligadas a echar mano de sus mejores recursos morales e intelectuales para escuchar con respeto y atención el clamor ciudadano, y adoptar las mejores ideas y soluciones que nos orienten a un futuro con luz.
Una ciudadanía cada vez más empoderada espera, impaciente, un giro radical al curso actual de los acontecimientos. Todos ansiamos que el país vuelva a encontrar un camino de desarrollo propio, como lo hizo en el pasado, acorde con nuestros valores y nuestra idiosincrasia. Las recetas rígidas e importadas, que ni siquiera han funcionado en otras sociedades, deben desecharse. Debemos pensar con nuestra propia cabeza y soñar con nuestro propio corazón, aspirando a ser un país inmerso en el mundo, pero claro en su identidad. En esa ruta, cuenten conmigo para aportar, en lo que esté a mi alcance, propuestas y acciones concretas para ese mejor país.