Hace tres lustros tomó su equipaje y se vino para Costa Rica. Dejó su ciudad natal Maracay, Venezuela, para perseguir dos ilusiones. La primera tenía nombre y apellido: el empresario costarricense Carlos Rodríguez, su ahora exesposo y de quien se enamoró sin remedio.
La segunda, continuar con su carrera profesional. Para entonces, Carolina Sánchez Rangel ya era licenciada en comunicación social de la Universidad Andrés Bello, de Caracas. Había trabajado como asistente de producción en una agencia de publicidad, fue comentarista deportiva en radio y televisión, dirigió una revista de entretenimiento y fue periodista-coordinadora del diario El Siglo.
La ilusión primera se desvanecería con el tiempo y se convertiría en uno de los episodios más tristes de su vida. La segunda meta la cumplió con creces, pues aquí obtuvo con honores una maestría en administración de negocios con énfasis en mercadeo que cursó en el programa de posgrado de la Universidad de Costa Rica.
En la actualidad, a sus 39 años de edad, Carolina, además de ser conocida popularmente por su participación en el programa televisivo
Dueña de una figura esbelta y natural belleza, la “chama”, como le dicen en el canal, lleva una vida típica de mujer moderna. Activa y con muchos compromisos sociales, estos últimos más ligados a su trabajo que a su gusto personal.
Ella no es de andar en fiestas de negro o blanco ni nada que se le parezca. Su forma de ser es ya de por sí tranquila, más inclinada a disfrutar el entorno familiar y los deportes, que las fiestas y pachangas, o la vida bohemia.
Su religión cristiana tiene mucho que ver con esto. Es miembro de la comunidad cristiana La Viña, en Escazú, en donde además funge como maestra de la escuela dominical desde hace 3 años. “Es algo que me llena de satisfacción y donde siento que sirvo al Señor”, afirma Carolina, quien como parte de su rutina cotidiana lee un capítulo diario de la Biblia apenas despierta.
Con ella conversamos en un restaurante ubicado en las cercanías de Repretel. A la cita llegó puntual, vestida de forma casual y con muy poco maquillaje. Se veía fresca y relajada. Al poco rato constatamos sus dotes de buena comunicadora. Ella misma se confiesa hablantina y de eso no cabe duda. Esta característica suya hizo que la entrevista transcurriera de forma fluida, casi como una charla de café entre amigos. El acento aún delata su origen sudamericano. Su apertura para hablar de sí misma, de sus sueños fallidos y su esperanza futura, nos revela algo más de la presentadora que cada noche hace dupla con Maureen Salguero para contarnos historias cotidianas de nuestro terruño.
De forma espontánea, casi intuitiva, y quizás por ser un evento que marcó su vida de diversas maneras, el tema de la infidelidad de su exmarido, que condujera a una dolorosa ruptura y posterior divorcio, es el primero en emerger.
Al respecto, Carolina no se guarda nada. Ella admite lo mucho que amaba a su esposo. Por él dejó atrás tierra, amistades y su familia con las ansias de construir su propio sueño.
Tener un hogar es parte de su ADN. Quedarse sola no estará nunca entre sus planes. Por eso cuando se supo del amorío de Carlos con una joven modelo y se desató un escándalo público, su mundo, hasta entonces parecido al sueño de una princesa, se resquebrajó.
“¡Fue horrible!” Así, en dos palabras se resume lo que sintió cuando supo de la traición. El hombre que ella describe como “de personalidad conquistadora”, también resultó mujeriego, según sus palabras, detalle que –Carolina asegura– en ese entonces ignoraba.
“Cuando lo supe bajé ocho kilos. Ese ha sido el sufrimiento físico y espiritual más grande de mi vida. No comía, no dormía, sentía una sensación rarísima”, confiesa mientras repasa aquel momento amargo de su vida.
A pesar de todo, ella perdonó a su esposo y le dio otra oportunidad. Se sometió a terapias, asistió a grupos de ayuda, hizo todo lo que estaba a su alcance para salvar el matrimonio, para nada fue suficiente. La suerte estaba echada y cuando Carolina comprendió que la relación marchaba sin rumbo cierto, tomó la decisión de divorciarse.
Con su fallido matrimonio también se fueron buena parte de los lujos y comodidades a los que estaba acostumbrada, los cuales cambió por paz y tranquilidad. “Mi estatus bajó, aprendí a arroparme hasta donde me llega la cobija y a no aparentar. Yo no tengo el sueño de ser millonaria, no es que no tenga ambiciones, pero ese no es mi sueño. Yo tuve carros, joyas, viajes, casas de playa, clubes, pero nada era mío”.
Carolina decidió entonces que era hora de comenzar a brillar con luz propia. Se compró una casa y se dedicó a rehacer su vida al lado de su hija, Sara, quien actualmente tiene 11 años. “Ella es mi princesa, una de mis razones para vivir y seguir luchando”, dice la siempre inquieta presentadora sobre su hija, con quien afirma tener una linda relación. “Estoy muy orgullosa de ella, a veces pienso que Dios fue demasiado generoso al darme una hija tan hermosa, buena, inteligente' a la que yo veo perfecta”.
A pesar de lo ocurrido, y de haber aprendido a disfrutar la soledad, de conocerse más a sí misma y de lo que es capaz, Carolina no niega que el matrimonio sea en estos momentos una añorada meta. “Creo en el matrimonio y quiero casarme. No sé si pueda o no tener otro hijo, pero me gusta tener mi estabilidad y llevar una vida tranquila. Quiero tener un hogar y sí, quisiera envejecer con alguien. Me siento bien, profesionalmente atravieso por un buen momento. De lunes a viernes me llevo el mundo por delante, pero siempre me hace falta tener una familia”.
Esa esperanza de reafirmar lazos afectivos con un hombre está más cerca que nunca. Andrés Zambón, argentino de 45 años, ingeniero metalúrgico, corredor de motocross quien también trabaja como presentador de deportes extremos para la cadena internacional ESPN, es el nuevo amor de su vida. Con él “jala” desde hace un año y medio, y aunque por lo pronto sus destinos están separados por la distancia, ellos se las arreglan para verse al menos una vez cada dos meses. “Somos súper afines, compatibles, nos gustan las mismas cosas. Ya he ido cuatro veces a Buenos Aires y conozco a toda su familia”, revela nuestra entrevistada para que no quede duda de la seriedad y compromiso de su nueva relación.
Sobre el futuro profesional, Carolina quisiera algún día trabajar en la radio, algo que aún no ha podido concretar. La televisión –siente– le ha ayudado a tener alcance para tratar de ayudar a la gente y hacerles llegar cosas buenas. Por eso aprecia el trabajo en
Carolina está muy enfocada también en su entrenamiento como atleta, y según sus cálculos, de seguir así, en un par de años podrá correr su primera maratón. También quiere tener dinero para viajar. China, Rusia, Japón son algunos destinos en mente y Brasil, el más cercano, pues le gustaría estar presente en el Mundial de Futbol en el 2014.
“Vamos a ver adónde me lleva Dios'”, exclama fiel a su devoción y dejando que sea su fe, y no solo su voluntad, sea la que guía sus pasos.