La montonera de 1948 no fue una auténtica revolución, sino una escaramuza de la Legión Caribe –luego traicionada– armas y oficiales guatemaltecos, simplemente para darle vuelta a la tortilla de los nombramientos de empleados públicos, acceder al poder y al dinero de la banca nacionalizada que Figueres creó, moroso hasta la muerte.
No fue un cambio institucional para crear instituciones que cambiaran la faz de la República, sino un quítate vos para ponerme yo. La Asamblea Constituyente rechazó el proyecto de Constitución de la Junta de Gobierno y se abocó al estudio de la vieja Constitución de 1871, la cual imperó y aún nos gobierna.
Engaño. La engañosa defensa de la libertad electoral para entregarle la presidencia a Otilio Ulate fue una mentira. Figueres empezó a fraguar su movimiento armado en México, con ayuda extranjera, en su propio beneficio. El l3 de abril de 1948, José Figueres, Alberto Martén y Fernando Valverde, en plena montonera, dirigieron una petición al presidente Teodoro Picado, para que él y sus tres designados renunciaran a sus cargos, y el Congreso eligiera acto continuo los siguientes designados a la presidencia: 1.° José Figueres, 2.° Alberto Martén y 3.° Fernando Valverde, ejerciendo de inmediato el Poder Ejecutivo el primer designado, recibiendo todas las Fuerzas Armadas de la República.
Tengo a la vista el documento, y de Otilio Ulate, ni fu ni fa. Fue por la intervención del indomable ciudadano don Jaime Solera que Figueres aceptó gobernar solo dos años –que no pudo completar por el clamor popular en su contra—y entregarle luego el mando a Ulate.
Reconoce Ud. que la Caja y la Universidad, obras magnas del doctor Calderón Guardia, fueron acogidas por los liberacionistas no obstante oponerse al Doctor, seña de la solidez y ejemplaridad de esas instituciones, frutos de la única revolución social en Costa Rica. Es normal que al inicio, por la escasa población, fueran pocos los alumnos y los usuarios, y si luego crecieron se debió no a Figueres, sino al crecimiento de la población pues pasamos de unos pocos miles de costarricenses a los millones de la actualidad.
Insinúa Ud. el atraco del caso Fischel-Caja para enrostrármelo, olvidando que no soy hombre de partido, sino ciudadano libre, y que desde esta página, sin disimulos, increpé a Junior Calderón ensus actuaciones y al corrupto PUSC, mientras Ud. nunca antes ni ahora se ha referido a los hampones internacionales importados por Figueres que le enumeré, sin respuesta suya.
No le niego su derecho a oponerse al Dr. Calderón Guardia, pero se equivoca en su crítica. Costa Rica –una honra– le declaró la guerra a la Alemania nazi y tuvo, por tratarse de una cruenta conflagración mundial de los aliados y los pueblos libres, que tomar medidas de protección como se hizo en todo el mundo democrático. Oculta Ud. al lector el terrorismo de la oposición, la bomba del periódico La Tribuna , donde murió un humilde ciudadano. Acerca de la lamentable muerte del doctor Valverde, olvida que al ir la Policía a registrar su casa, la recibieron a bala, muriendo varios humildes policías.
Y no hablemos de las muertes de ese entonces, porque me obliga a recordarle la masacre del codo del Diablo, de pobres presos en pijama, amarrados, ametrallados por la espalda y arrojados a los cangilones ensangrentados del Reventazón, donde bajo protesta público los encontró Otilio Ulate pues el gobierno figuerista informó de una batalla.
Retroceso. Achaca corrupción a la época de Calderón Guardia, desconociendo la verdad que le voy a contar. Figueres creó los espurios tribunales especiales, retrocediendo siglos en la salvaguardia de los derechos de los ciudadanos, a tiempos anteriores a la Carta Magna inglesa de1215, pues instauró la presunción de culpabilidad, confiscándoles a los intervenidos sus propiedades. Años después, Daniel Oduber, promovió en la Asamblea Legislativa una ley para que los tribunales comunes, en un juicio contradictorio, revisaran aquellas sentencias.
El doctor Calderón Guardia, sus familiares y allegados, presentaron juicios de revisión y el presidente Mario Echandi dirigió cartas a José Figueres, todos los miembros de la Junta de Gobierno y connotados liberacionistas, para que aportaran pruebas de la mentada corrupción. Nadie contestó ni se apersonó en los litigios, y los tribunales naturales le devolvieron al Doctor y a los suyos, sus legítimos patrimonios.
No me contestó mi solicitud para que le pidiera a su hijo, el actual Ministro de Cultura, la valiente actitud de exigir la devolución de la finca La Sinfónica y sus frutos, aún en manos ajenas.