Hija pródiga del cine. Un mazazo romántico la hizo explotar como un volcán y dejó tirado marido e hija por una pasión borrascosa de 2.555 días, que la encadenó a un director despótico, celoso y obsesionado en que solo actuara para él.
Esta semidiosa sueca tenía un rostro más bello que el de Greta Garbo y un cuerpo tan imponente como el de Anita Ekberg, unidos a una mirada expresiva, la más melancólica del cine.
Ingrid Bergman tuvo tres vidas en una sola: “Primero fui una santa, después una puta, para volver a ser una santa. Todo en una sola vida”; según la citó Rafael Dalmau en
Se refería al trato que le dio el público norteamericano cuando, en 1949, se fue a Italia a filmar
Eso fue una hecatombe. Durante siete años su nombre fue un anatema en Hollywood; los luteranos, las asociaciones de mujeres y hasta los políticos norteamericanos la trataron de prostituta y adúltera. Atrás quedó la admiración por sus papeles de mujer fiel, enfermera abnegada, monja beatífica e incluso una santa guerrera.
Apenas terminaba la “Belle Epoque” cuando Ingrid nació en Nybroviken, el 29 de agosto de 1915; sus padres Frieda Adler y Justus Bergman la llamaron así por la princesa Ingrid de Suecia.
Tuvieron una historia de amor de película. Justus era hijo de un respetado organista de Kronoberg; a los 15 años huyó de la casa porque deseaba ser un artista. Intentó con la pintura pero le fue mal; emigró a Chicago –EE.UU.– y trabajó como decorador de hoteles.
Por esos años era un joven alto, atractivo, de ojos azules, rostro amable, soñador y un poco despistado. Quiso convertirse en cantante de ópera pero no lo logró; regresó a Estocolmo y ahí montó un negocio para vender obras de arte y malvivir. A los 35 años decidió sentar cabeza y se casó con Frieda, una jovencita alemana.
En su autobiografía Ingrid mostró la gran admiración que sentía por ellos. “Mi padre era un bohemio muy despreocupado y mi madre era la auténtica burguesa. Pero eran muy felices juntos. Mi madre tuvo tres hijos. El primero murió al nacer, el segundo a la semana de nacer, y yo llegué siete años después. No recuerdo nada de mi madre”.
Frieda murió cuando la niña tenía dos años y a los 11 falleció el padre, por lo que quedó a cargo de su tío Otto, quien la educó con la herencia paterna, destinada para que ella estudiara actuación, tal como una vez le había dicho a Justus cuando este la llevó a una obra de teatro: “¡Papá, papá, esto es lo que yo voy a hacer!”.
A los 18 años, por fin, Ingrid ingresó a la Escuela de Arte Dramático, para ser actriz y liberarse de su excesiva timidez, causa de frecuentes burlas familiares.
La prueba de admisión consistía en representar tres piezas y un estricto jurado seleccionaba a los aspirantes. Ingrid comenzó con una comedia pero le pidieron que la suspendiera y se fuera. Eso la devastó y regresó a la casa cubierta de luto. Los escogidos recibían un sobre blanco y los rechazados uno oscuro. Ella no recogió ni uno ni otro.
Todo había sido un error y volvió al teatro, donde preguntó a uno de los jueces por qué la aceptaron. En sus memorias apuntó la respuesta: “Nos encantó su seguridad. Sabíamos que era fabulosa y tenía un talento innato. Su futuro como actriz estaba asegurado”. Aquella fue la noche que cambió su vida.
En la Escuela de Arte Dramático conoció a Peter Lindstrom, un dentista mayor que ella y que fue una especie de protector y asesor de su carrera. A los 19 años debutó en el cine con Munkbrogreven y firmó un contrato con la Svenskfilmindustri; su belleza juvenil y la naturalidad de sus actuaciones la llevaron al estrellato en Suecia. El divo Gosta Ekman le enseñó los trucos del oficio y en menos de cinco años filmó diez películas.
Fue
Lo demás vino solo. En 1942 protagonizó
Iba directo al infinito cuando se le ocurrió irse a Roma, con $300, a filmar
Ingrid vivió adelantada a su época; no permitía que nadie se metiera en su vida privada y era muy independiente. Antes de su
La actriz vió el filme
Y'Rossellini, “renco y lo empujan”, pescó en el aire la indirecta y puso proa a Nueva York donde conoció a la Bergman. Como todos los caminos llevan a Roma, Ingrid empató con Roberto y se armó la de San Quintín, porque quedó embarazada sin haberse divorciado del soporífero dentista.
En Estados Unidos la declararon persona non grata, los más recalcitrantes puritanos pidieron que fuera quemada en la hoguera, como una bruja, y recibió cientos de cartas insultantes.
“En algunas ponían que yo ardería en el infierno por toda la eternidad. Otras decían que era una agente del diablo y que mi bebé nacería muerto o sería jorobado. Me llamaban puta y fulana, y yo no les había hecho nada”, escribió la actriz en su autobiografía. Con Rosellini tuvo un varón, Roberto, y luego a las gemelas Isabella e Isotta.
Ingrid cayó de las brasas al fuego porque su marido solo la quería para sus películas; entre 1950 y 1956 rodó a su lado
La ruptura con Roberto y la película
En sus últimos años padeció cáncer de seno y se los extirparon. El 29 de agosto de 1982 celebró el cumpleaños con unos pocos amigos. Lucía dulce y bella. Luego, recibió la muerte, sola y de madrugada, en el mismo lugar donde su vida cambió al recibir un sobre blanco.