En El Cocal, frente al malecón, el océano va ganándole cada vez más terreno a la costa. “Ya varias propiedades debieron ser desalojadas porque el mar se las estaba llevando. Esto también ocurre ahora en isla Damas”, explica Gerardina Carranza, vecina de Quepos; y lo que ella describe ya sucede en todas las playas del país.
“En los últimos cinco años, vemos cómo el mar ha ido comiéndose más aceleradamente los bordes costeros”, dijo Omar Lizano, oceanógrafo físico del Centro de Investigación en Ciencias del Mar y Limnología (Cimar-UCR).
El fenómeno se conoce como “erosión costera”. Desde 1997, Lizano realiza giras a las playas del Pacífico y el Caribe para estudiarlo. Toma datos del nivel del mar, el contorno de la playa y el estado de la vegetación costera, e identifica procesos de erosión (desgaste de la playa por el mar) o de acresión (ocurre cuando la playa crece por la acumulación de sedimentos).
El análisis de los datos lo llevó a percatarse de los cambios y a relacionar esa erosión costera con el aumento del nivel del mar. Esto se manifiesta en las llamadas “mareas extraordinarias”, que se producen cada 4 o 5 años, justo cuando también hay un fuerte oleaje.
“Cuando se combina una marea extraordinaria con un fuerte oleaje, las playas se ven más impactadas. En un sistema en equilibrio, con fuentes y sumideros de sedimentos, una vez que el mar erosiona la playa, la vuelve a restablecer con el tiempo; pero aquí eso no ocurre”, agregó Lizano.
Para el oceanógrafo, todo ello evidencia el desequilibrio en las mareas y el oleaje, lo que se liga a la alza continua del nivel del mar.
Signos de erosión. Desde bahía Salinas (en el norte del país) hasta punta Banco (en el sur), todas las playas están erosionadas.
De ellas, las más afectadas son las que están expuestas al oleaje en mar abierto, lo que lleva a que las olas rompan más fuertemente y pierdan sedimentos.
“Las playas que están en bahías cerradas no sufren ese problema pues, cuando el mar las ataca, los sedimentos que les roba se quedan dentro de la bahía y se restituyen luego; pero, en playas abiertas, el mar se lleva la arena a otra parte y no regresa más”, explicó Lizano.
Dos indicios de erosión costera están dados por el tipo de la playa y su vegetación. “Cuando una playa está en equilibrio, tiene un aspecto suave y una loma al final, llamada ‘berma’. Cuando no se ve esa loma, hay problemas y lo que se ve es una playa donde las palmeras están caídas”, dijo el oceanógrafo.
Un ejemplo es playa Espadilla, en Manuel Antonio, donde las raíces de las palmeras están expuestas; otro es playa Uvita, en bahía Ballena, la cual perdió su berma.
Asimismo, las playas erosionadas no poseen vegetación nueva. En playa Carrillo, en Guanacaste, la línea de palmeras es vieja porque el impacto del oleaje y las mareas no permiten nuevos retoños.
Otro signo de inestabilidad es que la mayoría de las playas muestran un corte, como una grada, que se origina porque la ola rompe tierra adentro.
Cambio climático. Según el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), con el aumento de las emisiones de gases efecto invernadero (GEI) desde la era industrial, y con el consecuente derretimiento de los casquetes polares y un mayor volumen de agua debido a la expansión térmica del calentamiento global, el nivel del mar se incrementó 20 cm en estos 100 años y se espera que sea aún mayor en el próximo siglo.
Debido al creciente nivel del mar, el 70% de las playas de arena en el mundo están retrocediendo.
“Este es un fenómeno que se está dando a nivel mundial y las costas ticas ya lo están evidenciando”, manifestó Lizano.
El fenómeno de El Niño también hace que el nivel del mar se eleve. Cuando este coincide con las mareas extraordinarias, el oleaje penetra más tierra adentro y los procesos de erosión se aceleran.
Debido al cambio climático, El Niño es cada vez más frecuente y, por tanto, tiende a coincidir con mareas y oleajes altos. Sin embargo, no todas las variables son oceanográficas. La contaminación que llega al mar a través de los ríos afecta los organismos en las playas. El mal manejo de las cuencas afecta la cantidad y la calidad de los sedimentos.
La destrucción de manglares y arrecifes nos deja sin barreras naturales ante tormentas y huracanes. “Urgen políticas de manejo de cuencas hidrográficas. Urge que las oficinas gubernamentales sensibilicen a la población sobre los procesos oceánicos que se avecinan. Urge que se entienda que la zona marítimo-terrestre es una zona dinámica”, explica.
“Es hora de dejar de usar sacos de arena, llantas y gaviones para evitar la erosión. Se necesitan rompeolas, malecones, rellenado de playas y estabilización de dunas para afrontar el cambio climático y minimizar el impacto socioeconómico que se acerca. De lo contrario, sería mejor acatar la sugerencia de la Contraloría de retirarnos de los bordes costeros al menos 300 metros”, dijo Lizano.