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La vida debajo de un disfraz

UN ATUENDO gigante y colorido puede bastar para convertirse en el alma de la fiesta, pero la labor bajo las pieles de peluche no es para cualquiera.

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Se encarama el atuendo y se vuelve mudo. Primero posa de pie, abre los brazos y estira los cuatro dedos de cada mano. Su colección de ademanes es más que parlanchina, mientras que su talante se mantiene intacto.








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