Hace unos días escuché de un contrariado joven profesional ante la inminente venta de la pulpería de su mamá en la que él trabajaba. “Yo tengo un vida por delante”, argumentaba en oposición a esa transacción, pues según su punto de vista, el cambio pondría en riesgo su estabilidad laboral y su futuro. ¿O deberíamos referirnos a su zona de confort?
La seguridad de su salario y estilo de vida, según lo dicta el pensamiento convencional, provendría en este caso de la protección maternal, la comodidad de un socio lejano, competencia reducida por las circunstancias, cierta carencia de controles y la suposición de que el futuro estaba seguro en el negocio familiar.
Las posibilidades de convertir aquel negocito en un supermercado no le fueron suficientes. La oportunidad de crecer con nuevas experiencias y aprender nuevos sistemas, tecnologías y recursos no le alcanzaron para visualizar su propio e inmenso potencial de éxito personal. Las ventajas del proteccionismo, ciertas prebendas, privilegios y comodidades se antepusieron a la libre competencia y una vez más se impuso la resistencia al cambio.
El status quo propicia un falso sentido de seguridad y genera una engañosa confianza en lo conocido. En efecto, el nuevo gran factor no es el cambio en sí mismo, sino la velocidad con la que todo cambia hoy en día, y por esto, muchas personas andan por ahí mareadas y con náuseas ante esta vertiginosa aceleración. Aún no comprenden que así se mueve lo nuevo en la zona de aprendizaje.
Solo a principios del siglo pasado, el presidente de un banco le dijo al abogado de Ford lo siguiente: “El caballo está aquí para quedarse, pero el automóvil es sólo una novedad, una moda pasajera”. Así muchos creyeron de Amazon, Google, Apple o Expedia, cuando pensaron que la seguridad estaría en lo conocido y que la revolución tecnológica solo sería como un ave migratoria. Se equivocan quienes defienden sus intereses y con sus fuerzas intentan detener al tren bala llamado innovación.
Hoy en Costa Rica se ha iniciado el debate ante la inminente llegada de Uber, una plataforma tecnológica estupenda basada en la más esencial idea de colaboración entre las personas y sus recursos. Bloquear Uber será un intento en la zona de pánico para muchos, aunque será como intentar quitarnos las miradas de las pantallas en los móviles inteligentes o impedirnos usar Waze.
Uber es una magnífica solución que he usado en muchas ciudades y que entrega la facilidad de transporte seguro a un clic de distancia. Incluye ventajas de servicio y una opción refrescante que encuentro en todo mi derecho como ciudadano libre e independiente. Por esta razón, a las autoridades y entes involucrados, les invito a abrir mentes y facilitar la positiva e irreversible evolución de los tiempos.
Al igual que Airbnb, Spotify, Whastapp, Elance y miles de otras soluciones de servicio y colaboración, Uber llegará para agregar una opción y facilitar nuestras vidas, aunque pareciera que no será sin antes sufrir, esta vez, de una riesgosa y posiblemente costosa resistencia al cambio.
Ojalá logremos comprenderlo en Costa Rica antes y mejor que en otros mercados.
La magia sucede fuera de las zonas de confort.
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Comentario agregado. Agosto 23, 2015. 9:48 PM
PD. En virtud de algunos comentarios abajo, me permito aclarar que no tengo interés alguno o relación con Uber, salvo como usuario satisfecho en varias ciudades en el exterior. Saludos.