Las aguas son cristalinas, la arena de las playas son espectaculares y la vida marítima es sorprendente. Se trata de las Islas Maldivas, un paraíso en la tierra del que a diario disfruta Henry Garita, originario de Orotina de Alajuela, quien asegura ser el único tico que vive allá.
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Con solo observar unas cuantas fotografías es imposible contener cualquier deseo por conocer ese prodigioso país, compuesto por 1.200 islas con un clima similar al de Puntarenas, de las cuales, unas 300 están ocupadas por resorts.
Llegó a las Maldivas hace cinco años y medio para trabajar en un hotel de la misma compañía en la que laboró en Costa Rica y Texas, Estados Unidos, en el que ocupa el cargo de gerente de restaurantes, bares y servicio a la habitación.
El cambio ha sido drástico. Es cierto, vive en una tierra espectacular, pero es utópico dejar de extrañar el gallo pinto y actividades como ir al cine con los amigos o salir de compras, como lo hacía en Costa Rica.
Aunque él no es de disfrutar mucho el picante, dice que la comida criolla no sabe mal, pese a que se basa mucho en curry, con un elevado nivel de picor.
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“Se come mucho marisco, en especial pescado entero o en filete. El atún también, ya sea fresco o en lata, pero completamente diferente a lo que conseguimos en Costa Rica”.
Las Maldivas, en el océano Índico, a unos 450 kilómetros de India y habitada por unas 350.000 personas, es una república musulmana, por lo que tiene estrictas normas de convivencia, algunas impensables para quienes viven en occidente.
“Para mí ha sido un proceso complejo de adaptación, ya que no conocía nada de esta religión, más allá de las cosas que vemos y leemos en las noticias, que normalmente no reflejan el día a día de los musulmanes”, relata el costarricense.
Garita dice que para vivir es un país muy tranquilo. El consumo de licor está prohibido en las islas habitadas por los ciudadanos de esa nación, pero sí se expende para los turistas que llegan ansiosos para llevarse en sus cámaras el recuerdo de los mejores atardeceres o para darse un chapuzón en las aguas que parecen de película.
Otro hecho interesante es que, por motivos religiosos, los maldivos tienen prohibido consumir drogas y comer cerdo.
¿Qué fue lo más difícil en su proceso de adaptación?
“Los primeros tres meses, muy difíciles, haber dejado a mi familia y a mi novia, luego llegar aquí y no tener el mismo estilo de vida al que estaba acostumbrado. Además, en la isla existen muchas regulaciones a las que no estamos habituados, como por ejemplo no se pueden hacer visitas después de la medianoche o mostrar cariño en público”, revela.
No obstante, Garita tiene un gran alivio. A diferencia de los ticos, no sufre con presas de terror. Donde vive, es una diminuta isla que mide unos 600 metros de largo por 100 de ancho, que equivalen a ir del Parque La Merced al Parque Central, en San José.
“Podría decir que vivir aquí es saludable mentalmente, ya que no tengo que preocuparme por muchas cosas que con el consumismo se tienen en nuestro país, por ejemplo el tráfico vial, la contaminación ambiental, el pago de renta, agua, luz, teléfono u otros servicios (se los provee la compañía para la que trabaja) y actividades que se hacen allá. En resumen, se vive con poco”.
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Según Garita, la gran diferencia económica con Costa Rica es que no hay mucho en qué gastar el dinero, lo que redunda en un gran ahorro.
“Lo uso para comprar los artículos de aseo personal y una que otra vez que voy a Malé, la capital, a cenar a un restaurante o a un Burger King, el único de comidas rápidas de cadena internacional”, aseguró.
No duda al señalar un punto de comparación entre Maldivas y el lugar donde nació: “El sabor de este país es la gente, tienen un corazón muy dulce y reciben a los extranjeros con los brazos abiertos. Desde el principio me hicieron sentir que me unía a una familia, son muy trabajadores y respetuosos”.
Cuando llegó a esa nación se topó con varios compatriotas, quienes poco a poco se fueron, hasta quedar solo. A su familia la abraza una vez al año, cuando viene a Costa Rica. Lo han visitado una tía y varios de sus amigos.
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Su trabajo le fascina cada día más. Mientras lo realiza y vive en el paraíso del planeta, Garita confiesa que sí volverá a su querido país, aunque cuando decida pensionarse. “Así que de momento no lo tengo en mis planes, pero solo Dios decidirá si tengo que devolverme a Costa Rica para trabajar”.
Mientras llega ese día, aprovecha sus ratos libres para hacer muchas actividades.
“Aprendí a bucear aquí y llegué al nivel avanzado, iba a todos los tours de snorkeling que pudiera, intenté aprender a surfear, pero parece que no es lo mío; mejengueo en las noches, voy al gimnasio, veo películas en Netflix, leo algún libro. Como puede ver, si uno quisiera hacer cosas para matar el tiempo, se puede hacer mucho. Mi pasatiempo favorito y el que hago más seguido es ir a pescar”, concluyó.
Datos de Maldivas | |
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Capital: | Malé |
Idioma: | Maldivo |
Población: | 341.000 habitantes (casi 15 veces menos que Costa Rica) |
Moneda: | Rupia de Maldiva (1 rupia de Maldiva equivale a ¢36 |
Extensión territorial: | 298 kilómetros cuadrados (171 veces más pequeño que Costa Rica) |
Los datos anteriores corresponden a los costarricenses que reportaron a la Cancillería vivir en otra nación. No necesariamente todos los que migraron están incluidos, porque el proceso es voluntario y en algunas naciones no existen consulados de Costa Rica. Los datos de Puerto Rico eran antes del paso de los huracanes Irma y María, por lo que ahora la cifra puede ser menor.
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Esta es la segunda historia sobre costarricenses que dejaron su país por diferentes circunstancias, se adaptaron a otra tierra, pero guardan el cariño por sus raíces.