Las estadísticas son angustiantes. Casi 2,5 millones de niños sin padres, algunos fueron abandonados, otros perdieron a sus progenitores porque fallecieron de SIDA. Según ONUSIDA, hasta 1,8 millones de personas tenían VIH en 2016; de ellas, 150.000 son menores de 14 años.
De los 48,6 millones de habitantes, poco más de 21 millones (44%) viven por debajo de la línea de pobreza.
Ese es el rostro más conmovedor de Kenia, país ubicado en el este de África, que es 11 veces más grande que Costa Rica y que está frente al exuberante océano Índico. Pese a esta cruda realidad, los habitantes de esta nación nunca dejan el optimismo ni la alegría de lado, pues la esperanza está impregnada en sus venas.
Ahí vive la familia del costarricense José Miguel Méndez Hernández, que llegó a Nairobi, la capital, el 3 de enero del 2016.
Él, contador público de profesión graduado de la Universidad de Costa Rica (UCR), fue contratado por el World Agroforestry Centre (Centro Agroforestal Mundial, ICRAF), para ejercer el cargo de director de auditoría interna. Se trata de un centro de investigación en agroforestales con presencia en 20 países, cuya sede central está en esa ciudad capital.
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Ocho meses después, José Miguel, su esposa Pilar Mora, y sus hijas Sofía, de 22 años; Adriana, de 18; y Nicole, de 11, sintieron que al fin habían asimilado la realidad que encontraron en esa nación del este de África, y que les estremece el corazón.
“El proceso de ajuste fue difícil, por tanta diferencia económica, cultural y racial con respecto a Costa Rica. Impacta mucho ver tantos tugurios, suciedad en las calles, niños y niñas que no pueden ir a la escuela por falta de recursos de sus padres, pero a la vez algo que nos sorprende es que el keniano generalmente tiene una sonrisa en su rostro y trata de compartir con los suyos a pesar de las circunstancias difíciles”, cuenta Méndez, quien es oriundo de Turrialba, Cartago, al igual que su esposa.
Para sus hijas no fue sencillo dejar Costa Rica. Cuando tuvieron que empacar maletas para irse a un nuevo destino, Sofía tenía aprobados dos años en Administración de Empresas en el Instituto Tecnológico de Costa Rica (TEC), a Adriana solo le faltaba un año para graduarse de la secundaria y Nicole estaba en la escuela. Sus estudios los continuaron en su nueva casa.
Hay un detalle más, que es de mucho cuidado, según explica el tico. Ellos no pueden transitar por todas las zonas de la capital, pues algunas partes son muy peligrosas, aunque José Miguel subraya que la mayoría de personas son muy trabajadoras y buenas.
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“Para una de mis hijas, lo más difícil es la no disponibilidad de transporte público seguro; en Costa Rica ella se transportaba en buses sin ningún problema, en Kenia no es recomendable que los blancos tomen el servicio público debido a que las unidades, llamadas matatos, son inseguras y se dan muchos robos y asaltos. Ahora mi hija depende de mi esposa y de mí para poder movilizarse y que la transportemos en nuestro vehículo; algunas veces toma un taxi”.
“Extrañamos poder salir a caminar a un parque, ir al centro de una ciudad y recorrerla con tranquilidad. Aquí no podemos hacerlo debido a la inseguridad, solo en ciertos barrios residenciales, y a la inseguridad se le une el hecho de que cuando los delincuentes ven a un blanco, mzungu en idioma suajili, las probabilidades de ser un objetivo aumentan. Quiero aclarar que la mayoría de la gente en Kenia es gente buena, trabajadora, pero como en toda sociedad, hay zonas que se deben evitar”, indicó.
A eso se le suma que algunos de los productos que cualquier costarricense tiene en su despensa, son imposibles de conseguir allá, como la masa de maíz. “Así que no comemos tortillas ni empanadas, solo cuando viajamos a Costa Rica y traemos masa de allá, junto a salsa Lizano y café”, externa José Miguel.
Kenia no es su primera experiencia en África. En 2001 empezó a trabajar con Visión Mundial Internacional, como auditor internacional. Por eso, debía ir a las distintas oficinas que tiene esta organización no gubernamental en cinco continentes, aunque en aquel tiempo siempre regresaba a Costa Rica.
En 2002 llegó por primera vez a ese empobrecido continente. Fue en Kigali, capital de Ruanda.
“Quedé impactado de la gran necesidad de ayuda que tienen la mayoría de ruandeses y, en general, en la mayor parte de África. Desde ese momento, mi esposa y yo tuvimos la ilusión de algún día vivir en África y de alguna manera ayudar a su pueblo”.
“Valoré mucho lo que tenemos en Costa Rica, los servicios de salud, el agua potable y electricidad en las casas, la oportunidad de los niños y niñas de estudiar, esto no hay en todos los países y muchas veces los ticos damos por sentado que estos servicios siempre estarán ahí disponibles”, advierte José Miguel.
Esta familia pasó del deseo a las acciones en Kenia, aunque muchas veces los embarga el dolor de ver lo que padecen muchos habitantes de esa nación, pero se reconfortan al admirar la alegría que irradian.
En octubre anterior, Sofía empezó un proyecto con el que procura que personas de Costa Rica patrocinen a 60 niños y adolescentes de un orfanato de Nairobi. De esta manera, ellos disfrutan de una fiesta de Navidad y reciben un regalo.
Sus amigos costarricenses han respondido, y la actividad está prevista para este martes 12 de diciembre.
A ese gesto ejemplar se suma las labores de voluntariado que realiza toda esta familia.
“Es un llamado de Dios que tenemos para ayudar y apoyar a los más necesitados. Desde el primer mes de estar acá buscamos un orfanato para apoyar; hay muchos orfanatos en Kenia, pues debido al VIH y a tanta pobreza, muchos niños quedan sin padres o son abandonados o regalados. Las familias que adoptan son pocas, por lo que hay mucho trabajo por hacer”, dijo José Miguel.
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Además, él y su esposa son pastores, por lo que transmiten palabras de esperanza, en un país que tiene como vecinos a Somalia, Uganda, Tanzania, Sudán del Sur y Etiopía.
“Mi esposa dirige un grupo de estudio bíblico donde asisten mujeres de Honduras, Panamá, Colombia, República Dominicana y otros países. Nos congregamos en una iglesia llamada Jubilee Christian Church, donde hemos visto la manera tan alegre con que los kenianos alaban a Dios, con muchísimos bríos, pasión, con danzas y gritos tradicionales; todo esto lo atesoramos porque es una experiencia única”, resaltó este costarricense.
Como familia, también vivieron en Nicosia, capital de Chipre, donde José Miguel trabajaba como auditor regional con Visión Mundial, en 2006. A la vez, su trabajo lo ha llevado a Israel, Palestina, Jordania, Georgia, Armenia, Azerbaiyán, Pakistán, Uzbekistán, Rumanía, Albania, Bosnia-Herzegovina, así como muchas naciones africanas.
En los casi dos años de vivir allá, vino a Costa Rica en agosto del 2017. Precisamente coincidió con un proceso electoral en Kenia, en el que suele haber violencia.
Aunque sus parientes no han podido visitarlo por el alto costo de los tiquetes aéreos, que puede sobrepasar los $2.000 (¢1,1 millones), hay cinco familias de ticos que también viven en Nairobi.
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“Nos reunimos con algunas de ellas. Estamos muy contentos con la noticia de que Costa Rica pronto abrirá una embajada aquí en Nairobi, la cual atenderá todo África”, expresó.
Los controles de seguridad en Nairobi son obligatorios para ingresar a centros comerciales, instituciones de gobierno e iglesias.
El país está a expensas del terrorismo, sobre todo por parte del grupo Al-Shabaab, grupo yihadista de Somalia, que en 2013 atacó un centro comercial en Nairobi y provocó la muerte de 67 personas. En 2014 la emprendieron contra la Universidad de Garissa; la lista de fallecidos tuvo 147 nombres.
“Al-Shabaab hace incursiones y ataques en la parte norte de Kenia. Hemos tenido que aceptar que vivimos en un país menos seguro que Costa Rica y adaptarnos a las medidas de seguridad pertinentes”.
En cuanto a la comida, el plato tradicional es ugali, hecho con harina de maíz o de yuca. Se trata de una masa que se come con las manos, acompañada de vegetales. También es popular la cabra o cordero asado, así mismo los estofados de carne de res, cabra o pollo. La familia de José Miguel prepara gallo pinto, filete de pollo o pescado y arroz con pollo, entre otros platillos.
En cuanto al costo de la vida, este costarricense dice que es similar a nuestro país, debido, entre otros factores, a que muchos de los productos son importados de Sudáfrica, Israel o Europa.
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"Lo más difícil ha sido palpar la pobreza, muchas veces extrema, en casi todos los lugares que vamos o que vemos. Es algo que golpea, pero que a la vez nos da más ánimos para continuar ayudando a esta sociedad", concluye José Miguel.
Datos de Kenia | |
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Capital: | Nairobi |
Población: | 48,4 millones (casi 10 veces más que Costa Rica) |
Extensión territorial: | 580.367 km cuadrados (11,3 veces más grande que Costa Rica) |
Idiomas: | Inglés y suajili |
Moneda: | Cheín keniano (1 chelín son ¢5,5) |
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Los datos anteriores corresponden a los costarricenses que reportaron a la Cancillería vivir en otra nación. No necesariamente todos los que migraron están incluidos, porque el proceso es voluntario y en algunas naciones no existen consulados de Costa Rica. Los datos de Puerto Rico eran antes del paso de los huracanes Irma y María, por lo que ahora la cifra puede ser menor.
Esta es parte de la serie de historias sobre costarricenses que dejaron su país por diferentes circunstancias, se adaptaron a otra tierra, pero guardan el cariño por sus raíces.