Las puertas de las casas se pueden dejar abiertas y nadie entra a robar. Lo mismo ocurre con los autos, pues los conductores los dejan con las llaves puestas, con la seguridad de que los encontrarán al regresar.
Así es Chipre, isla europea cuya fama de alta seguridad queda en evidencia cada día, pese a las tensiones militares que se pueden desencadenar en cualquier momento.
Ahí vive, desde el 2009, el costarricense Crisanto Alonso Arias, oriundo de Heredia.
“Aquí hay mucha paz a pesar de estar altamente militarizado, pues hay dos ejércitos listos para pelearse, el turco y el griego, además de dos bases británicas permanentes, armadas con portaaviones. Además, la isla está rodeada por vecinos intranquilos, como Siria, Turquía, Israel y Líbano. El mar está lleno de tanques rusos y de Estados Unidos, pero aparte de eso, si estás aquí no sientes que haya algún problema en el día a día”.
Este panorama obedece a que Turquía invadió la isla en 1974 y la dividió por añejas rencillas políticas. Ahora un tercio está ocupada por los chipriotas de origen turco y el resto, la parte libre, por los chipriotas griegos. Un muro sirve de división y le da a Nicosia la vergonzosa etiqueta de ser la última capital del mundo partida por una muralla, la cual es custodiada por una fuerza de la Organización de Naciones Unidas (ONU).
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Lo curioso es que los habitantes de ambos lados, así como los turistas, no tienen mayores problemas para cruzar y recorrer las bellezas de las dos zonas.
“Hay 340 días de sol al año, es más barato que Costa Rica y se come sabroso”, asegura Arias.
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El barrio donde reside Crisanto Alonso se llama Likavitos, aunque otra parte del año se muda a Keramikós, en Atenas, la capital de Grecia, a una hora en avión.
Adaptarse no le fue tan complicado, pues ha vivido en el extranjero desde 1996, cuando estuvo en Bélgica. El año siguiente se mudó a Italia, en el 2002 se pasó a Alemania, en 2008 a Sudáfrica y en 2009 a Suecia.
“Este país fue para mí otro más, no me desgasté criticando, comparando o rechazando. Hay que leer y aprender, entonces me puse a estudiar bien la historia y el porqué de las cosas. Sigo aprendiendo, pero en general la adaptación del tico, cuando se informa, es fluida. Mi paso por cada país ha sido recoger el idioma y la cultura lo más que pueda, aprender otra visión de mundo y abrir la cabeza”, resalta.
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De ahí que Crisanto Alonso haya aprendido francés, inglés, italiano, alemán y portugués. Ahora está en nivel avanzado de griego y planea estudiar el turco o árabe. “Los idiomas son una cosa que aprendes y nadie te las quita, la llevas a todas partes y abren tantas puertas”, reflexionó.
Llegó como director comercial para América Latina de una compañía de software bancario. Desde el 2013 aprovecha oportunidades comerciales y da seguimiento a clientes que compran café o productos alimenticios desde Europa. Las ventas las realizan, entre otros lugares, en Francia, Bélgica, Alemania, Líbano, Dubai e India.
“He visto que los ticos tenemos una ventaja comparativa con profesionales de otros países; somos gente preparada, que viene de un país pequeñito y tiene una buena idea del mundo exterior, por eso ves a ticos en todo lado que se incorporan sin problema a la fuerza laboral y dan muy buenos resultados”, expresó.
En sus ratos libres, además de aprovechar tiquetes baratos de avión para conocer otras naciones, se dedica a pintar y a escribir; incluso recién publicó un libro de historias cortas en México.
De Costa Rica extraña pequeños detalles, que son grandes cuando se vive a miles de kilómetros de distancia.
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“Que llegue el periódico a mi casa en la mañana, aunque escucho a Amelia Rueda religiosamente. Se extraña todo, vengo de una familia bellísima y muy unida. Extraño a mis hermosas sobrinas que van creciendo sin cesar y uno quiere ser el ángel guardián de ellas, me acuesto todos los días pensando en mi mamá y le mando la bendición desde lejos, extraño el sabio consejo oportuno de los papás, que aunque uno esté viejo, lo necesita tanto”.
“La comida es sabrosa, pero el arroz con palmito de mi casita es inigualable. Los tamales hasta los hago ahorita en diciembre, pero mato la nostalgia con villancicos desde la mañana porque somos muy navideños en casa. El cafecito recién tostado también lo extraño y eso que me tomo como seis tazas.
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“Lo que no extraño son las presas de tres horas diarias que se comen los ticos, es imperdonable que el gobierno no haya podido arreglar eso”, externó este ingeniero industrial graduado de la Universidad de Costa Rica.
En Chipre no tiene familiares ticos, pero sí una familia chipriota, con cuñados, sobrinos, suegros y primos.
“Aquí me acogieron como a uno de los suyos. Conformé una familia no tradicional y me casé, en Tiquicia sigo soltero. El gobierno chipriota respalda todos mis derechos humanos. La República de Costa Rica, vergonzosamente, no los respalda. Increíble, pero cierto. Espero que pronto tengan un tico más, un chipriota acostarriqueñado que ya dice ‘pura vida’, usa con alegría la camisa de la Sele y es fan de la salsa Lizano. La ley debe cambiar, no por mí que ya estoy grande, sino para las personas que vienen creciendo, que reciban un Código de Familia actualizado al mundo de hoy”.
“Malta legalizó el divorcio hasta el 2013 porque la Constitución estaba basada en libros religiosos. Aquí en Chipre la Iglesia Ortodoxa bendice hasta tres matrimonios por persona. Las leyes deben ajustarse a la realidad”, externó.
Debido al alto costo de los tiquetes aéreos, que rondan los ¢690.000, Crisanto Alonso planifica muy bien las oportunidades para venir a Costa Rica. Cuando lo hace, se queda todo el tiempo posible en Heredia. También va a Sarapiquí y Pérez Zeledón.
Cuando las personas se dan cuenta que es costarricense, es “víctima” de algunas curiosidades.
“Me preguntan por qué no soy negro, y les tengo que explicar qué es ser mestizo. Que en cuál parte de España o isla cercana a Argentina estamos o si salí de Costa Rica porque no hay trabajo. No entienden cómo no vivo en aquella tierra paradisíaca. En clases de baile pensaban que era buenísimo bailando, hasta que me di cuenta de que en los bailes griegos hay como 10.000 tipos de baile (literalmente), pues cada isla tiene un baile, entonces el concepto de bailar ha sido todo un aprendizaje”.
Entre sus principales retos estuvieron manejar por la izquierda, contrario a Costa Rica, que se hace por la derecha. “Perdí mis primeros dos exámenes porque al revés hay que reconfigurar el cerebro, pues me metía contra vía”.
“Aprender el alfabeto griego fue como ir al kínder otra vez, desde la alfa a la omega, letra por letra… aprender desde cero, pero todo con paciencia se puede”.
Añora que en Costa Rica se terminen los proyectos viales, como allá, y que sea tan seguro como Chipre: “Desde que llegué dejé de convivir con asesinatos a diario, no oigo historias de drogas, ni de que se roban los presupuestos de los proyectos. En ese sentido es bastante refrescante y tranquilo no escuchar estas noticias tan poco productivas”.
Datos de Chipre | |
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Capital: | Nicosia |
Idioma: | Griego y turco |
Población: | 1,6 millones (3 veces menos que Costa Rica) |
Moneda: | Euro en la parte griega (1 euro son ¢677) y lira turca en la parte que fue invadida por Turquía (1 lira turca son ¢143) |
Extensión territorial: | 9.251 km cuadrados (5,5 veces menos que Costa Rica) |
Ubicación: | Isla de Europa |
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