Que un aymara sindicalista lograra llegar al poder en Bolivia fue singular, que logre mantenerlo por diez años —y contando— es casi sorprendente.
Evo Morales cumple, este viernes, una década de haber asumido las riendas de Bolivia. Años en que el crecimiento económico, la integración de los pueblos indígenas y una oposición raquítica lo convirtieron en un líder que parece —de momento— insustituible.
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Este es un balance sobre la singular década de Morales al frente de Bolivia, elaborado con la ayuda del periodista Diego Jaramillo del diario boliviano El Deber y el analista costarricense Alejandro Barahona.
Lo bueno. Con Morales el país andino registró un crecimiento promedio de 5,1% entre 2006 y 2014, convirtiéndose en una de las economías más pujantes de Latinoamérica.
Las cifras de crecimiento están relacionadas, principalmente, con los altos precios que registró el gas, durante su gestión. Entre los años 2006 y 2014 los ingresos por la venta de gas sumaron alrededor de $28.000 millones, casi cuatro veces la cifra global del Producto Interior Bruto (PIB) boliviano anterior a 2005, que rondaba los $8.000 millones.
En los gobiernos de Morales también se incrementó la participación de los indígenas (son el 62% de la población de Bolivia) en las diferentes esferas políticas. La integración de las poblaciones históricamente excluidas es uno de los logros más importantes de su gestión.
Lo malo. Los problemas referentes a justicia y corrupción son dos de los puntos que más se le critica a la administración Morales.
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"En 2016 barreremos con todo eso, hoy estamos decepcionados con la justicia, uno de los lugares de mayor corrupción y que apesta es la justicia. Nos da vergüenza, no estamos contentos con ello y nos comprometemos en 2016 a sacar de cuajo este cáncer y no permitir que se irradie al resto del Estado", declaró durante una entrevista con la red RTP, el vicepresidente de Bolivia, Álvaro García.
La principal crítica a la gestión de Morales, referente a justicia, es la decisión de elegir a las autoridades judiciales por voto directo, ya que el modelo comprometió aún más la independencia de dichos funcionarios.
Otro de los apartados en que Morales avanzó poco es la diversificación de la economía. Actualmente, las exportaciones de gas y minerales representan el 80% de las ventas bolivianas.Esa dependencia podría poner en aprietos al país sudamericano, especialmente por el fin de los precios altos del petróleo (a los que se indexan los del gas natural). En 2015, los ingresos por hidrocarburos bajaron un 35%, respecto a 2014.
Sobre corrupción, destaca el caso del Fondo Indígena en que se descubrieron obras fantasmas y malos manejos de dinero. Unas 400 personas son investigadas por el desfalco.
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La lucha contra el narcotráfico también fue débil durante estos diez años. Sus fronteras con Brasil (segundo mayor consumidor de drogas ilegales de América), Perú (el principal productor de cocaína del mundo) y Paraguay (el principal productor de marihuana de Suramérica) convierten a Bolivia en el corazón de las rutas del narcotráfico en Sudamérica. Además, la producción de pasta de coca, para ser comercializada principalmente en Argentina y Brasil, sigue creciendo.
Sus opositores también afirman que Morales debilitó la división de poderes y empleó maniobras, que rayan con la constitucionalidad, para mantenerse en el poder. Los últimos ejemplos que dan son el referendo con el que pretende ser candidato en 2019 y la interpretación constitucional mediante la que fue candidato en 2014.
Finalmente, una crítica recurrente, desde sectores ambientalistas, es que el discurso de Morales sobre la protección de la naturaleza no corresponde con sus acciones. Uno de los ejemplos que se da sobre esa incongruencia es la decisión de Morales de autorizar la extracción de petróleo y gas en parques nacionales. Por: Gustavo Arias R.