Son 2.002 metros sobre el nivel del mar y el frío es llevadero cerca del mirador de Rancho Redondo a las 5:15 de la tarde. Solo se puede observar y apreciar el mar visto desde San José. De vez en cuando, habrá oportunidad de sacar el celular y tomar una que otra foto.
Respiro profundamente y no tengo a nadie que me moleste con la frase: “¿y ese suspiro?”. Es recordar lo desestresamente de estar frente a escasos metros del agua salada.
Único mirando al mar.
Es miércoles 22 de marzo porque me fijé en el calendario. De lo contrario no sabría en qué día ni mes estoy. Llevo mucho de no vacacionar en la playa.
Mis oidos empiezan a taparse debido al rápido aumento en la altimetría. Concentrado y sin permiso de estornudar, paso de una marcha a otra, cada vez, con más frecuencia. Ya el Waze hizo su trabajo para sacarme de los cantones de Tibás y Moravia por calles menos transitadas.
Es Ipís y ya me sé la ruta. Voy sobre carretera hacia Rancho Redondo y la temperatura empieza a bajar como es de costumbre.
En ciertos tramos de la vía, aparece la neblina como recordatorio que se debe bajar aún más la velocidad.
Sigo frente al volante, pero recuerdo que tengo muchos meses de no ir a la playa para apreciar esos coloridos atardeceres.
Cuando los veo desde San José, no hallo en ellos diferencia alguna con respecto a si estoy en Guanacaste, Puntarenas o en algún punto de la GAM: simplemente son perfectos para mis gustos. Desde la capital, los he capturado y pienso que son atardeceres de playa.
Paso justo a la par del mirador del distrito más elevado de Goicoechea y percibo un atardecer distinto a todos los demás. Pero sigo unos metros más. ¿Me detengo o no me detengo?
Bajo la velocidad y me desvío en una calle al sur de este espacio turístico. Las lecherías y potreros rodean el angosto camino.
Es allí cuando me doy cuenta que aquello amarillo —casi blanco— al fondo, es el reflejo del sol sobre el mar.
Así de pequeña es Costa Rica.
Desde este punto, las distancias que muestra Google Maps hasta Caldera y el golfo de Nicoya (hasta la ruta del ferry de Paquera) son 84 y 100 kilómetros en línea recta, respectivamente.
De esa forma, estas fotografías capturadas con mi celular muestran visibilidad a poco menos de 150 kilómetros, ya que detrás del reflejo del sol sobre el mar se observan levemente algunas elevaciones de la península de Nicoya.
¡Qué mejor forma de regresar a casa que viendo el mar desde San José!
Por cierto, en algo le ganamos a México con respecto a los atardeceres vistos desde ambas capitales.
Desde la terminal 2 se sigue percibiendo el humo presente en el aire.
Desde Rancho Redondo se observa a más de 100 kilómetros y se respira aire catalogado como puro.
Otro ejemplo cerca de nuestra capital:
¿Desde qué otros puntos los ha visto usted? Quizá y me dé una vuelta a esos sitios para lograr capturar momentos similares.
Escríbame a osvaldo.calderon@nacion.com para sugerencias y comentarios.
No olvide seguirme en Instagram. Mi usuario es @osvaldo_calboni. En mi galería, paso colgando fotografías que después podría utilizar para un reportaje de estos.
¡Pura vida!
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