Berlín. Alemania, que en el 2015 se convirtió en el símbolo de la acogida de los sirios que huían de la guerra, rompió un tabú al autorizar de nuevo a partir de enero las expulsiones de aquellos que considera como “peligrosos”, en especial debido a vínculos con el movimiento islamista.
Esta decisión, tomada a instancias de los dirigentes regionales conservadores, miembros de la familia política de la canciller Angela Merkel, pone fin a la moratoria decretada en el 2012 sobre las expulsiones hacia Siria debido al sangriento conflicto en este país, que ya dejó más 387.000 muertos en casi diez años.
“Cualquier persona que cometa delitos graves o se guíe por intenciones terroristas con el fin de causar un daño grave a nuestro Estado y a nuestro pueblo debe abandonar nuestro país”, manifestó en una conferencia de prensa Hans-Georg Engelke, secretario de Estado del Ministerio de Interior.
“Alemania no debe constituir un refugio para personas peligrosas o grandes criminales”, señaló, y precisó que unas 90 personas fichadas por activismo islamista podrían verse afectadas por esta decisión.
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En la práctica, las expulsiones a esos países en guerra podrían ser muy difíciles de ejecutar, pues Alemania no tiene relaciones diplomáticas con Siria. Además, el Ministerio de Relaciones Exteriores alemán consideró que la situación en el país todavía es muy inestable.
Presión de la extrema derecha
Esta decisión rompe, no obstante, un tabú en el país, que en el 2015 abrió sus puertas a solicitantes de asilo sirios que huían de la miseria y la guerra.
En los últimos diez años, Alemania acogió a unos 790.000 sirios, que hoy en día conforman la comunidad siria más numerosa de Europa.
Desde el 2017 las solicitudes de asilo de sirios se han reducido, pero Siria sigue siendo el primer país de origen entre los demandantes: de enero a finales de septiembre, hubo 26.775 solicitudes. En más del 88% de los casos, se les concedió una protección.
El pasado noviembre, el ministro de Interior, Horst Seehofer (conservador), volvió a poner sobre la mesa la cuestión de las expulsiones, después de que un sirio, próximo al movimiento islamista y llegado a Alemania en la ola migratoria del 2015, asesinara con un cuchillo a un turista en Dresde.
A raíz de este caso, el gobierno recibió presiones de la extrema derecha de Alternativa para Alemania (AfD), que puso la inmigración, la seguridad y el islam en el centro de su agenda, pero que actualmente se estanca en los sondeos.
Esta formación vivió un importante ascenso tras la llegada de solicitantes de asilo en el 2015 y 2016, instrumentalizando con fines políticos varios sucesos que implicaban a migrantes.
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‘Vergüenza’
Con esta decisión, Alemania se distingue de sus vecinos europeos, algo de lo que “no hay que estar orgulloso”, criticó el socialdemócrata Boris Pistorius, ministro de Interior del estado regional de Baja Sajonia.
Insinuó que se trataba de un proyecto electoralista en la medida en que “no supondrá una simplificación de las expulsiones, pues a fin de cuentas esto es un problema práctico”, a falta de relaciones diplomáticas con Siria.
Incluso el ministro alemán de Relaciones Exteriores, Heiko Maas, considera “volátil” la situación de seguridad y “todavía muy mala” la situación humanitaria y económica, según un informe confidencial revelado por el diario Tagesspiegel.
Para la oenegé de ayuda a los migrantes Pro-Asyl, la decisión constituye “una vergüenza para el estado de derecho”, es “extremadamente irresponsable” y obedece a la voluntad de los dirigentes conservadores de captar a “electores populistas de derechas”.