Un caballo corriendo por todo el redondel, ensangrentado, mientras el público, asombrado ante la dantesca escena, rompe en gritos. De fondo, música de fiesta.
El equino que tuvo que ser sacrificado tras la cornada de un toro en las fiestas de Zapote, el pasado domingo 7 de enero, lanzó al ruedo la eterna interrogante que suponen las actividades de este tipo en todo el mundo: ¿cultura popular o maltrato animal?
A este debate se suma una reglamentación que, aunque fue creada para regular las corridas y montas de toros, poco ahonda sobre el manejo responsable que debe dárseles a los animales involucrados en estos eventos, consideran algunos veterinarios y especialistas en el área consultados por La Nación.
LEA MÁS: Mitad de los ticos está en contra de prohibir las corridas de toros
“La exhibición de animales en espectáculos públicos, como circos, la cubre la Ley de Vida Silvestre. En cuanto a los animales domésticos, las exposiciones caninas están reguladas por la Ley de Bienestar Animal. Incluso en el tema de topes, hay un reglamento de cómo se debe proceder. Sin embargo, la normativa para actividades taurinas necesita actualizarse”, afirmó Juan Carlos Murillo, presidente del Colegio de Médicos Veterinarios de Costa Rica.
Si bien la Ley de Bienestar Animal protege, en general, a todas las especies, esta se enfoca en animales de compañía, como perros y gatos.
Reglamentación obsoleta
Por el momento, el único instrumento especializado en la materia es el Reglamento de Actividades Taurinas Nº 34489, creado en 1989 y reformado en el 2008.
Esta normativa dicta acciones concretas con respecto a la seguridad que deben proveer los organizadores al público que asiste a estos eventos, así como a los toreros y montadores. Sin embargo, no especifica cuáles son las condiciones básicas que deben proveérseles a los animales que participan en estas actividades, de manera que se garanticen su integridad y sus derechos.
Por ese motivo, aseveró el representante del ente profesional, urge renovar la legislación existente sobre esa materia.
LEA MÁS: Toros e improvisados se ven la cara entre heridas y maltratos
El mismo sentir tiene Mauricio Jiménez, director del Hospital de Especies Menores y Silvestres de la Universidad Nacional (UNA), quien dijo que es necesario establecer un protocolo de atención de emergencias en los redondeles.
“Debemos velar por una mejor cultura de bienestar animal en estos lugares. Antes de arrancar una corrida, se deben decir cuáles son las reglas con respecto al manejo de los animales, y tratar de hacer conciencia entre los toreros de por qué no deben golpear y lastimar a los toros”, afirmó.
Las partes implicadas
El reto de llevar a cabo una corrida o monta responsable es una ecuación en la que intervienen una serie de actores. Por un lado, está el organizador de la actividad; por otro, el ganadero, quien alquila los toros y aporta los caballos con sus lazadores.
La otra parte de la fórmula la complementa el Servicio Nacional de Salud Animal (Senasa), que debe garantizar el bienestar de las especies involucradas.
El mismo director de Senasa, Bernardo Jaén, es consciente de que el Reglamento de Actividades Taurinas no es específico en relación con el resguardo de toros y caballos en corridas y montas.
Asimismo, admitió que los toros, más que los caballos, son los más amparados por la reglamentación.
“La normativa no habla sobre el manejo de caballos dentro del redondel. Por ejemplo, la distancia que debe haber entre ellos y el toro, la indumentaria que deben usar”, explicó el funcionario.
No obstante, enfatizó Jaén, siempre hay un regente veterinario de Senasa en cada corrida, quien da fe del bienestar de los animales y atiende accidentes.
En este panorama, surge una interrogante: ¿es Senasa la única responsable del resguardo de los animales?
Warner Bolaños, administrador del redondel de Zapote, consideró que el protocolo de seguridad de los organizadores está representado por el regente veterinario.
Medidas de protección
En otros países, como en España, los equinos empleados en actividades taurinas se protegen con unas cubiertas llamadas petos, las cuales evitan cornadas en la parte toráxica del animal.
No obstante, aseguran los organizadores de las corridas, en nuestro país no se utilizan porque ello le restaría velocidad al caballo.
“Los petos no sirven para enlazar los toros acá. Se usan cuando se van a sangrar.
El caballo que utiliza peto es un animal lento, que espera el golpe del toro. Si se les pusiera peto a los caballos de aquí, no podrían ser rápidos (para escapar del toro). La montura que usan debe ser ágil”, comentó Roberto Hidalgo, organizador de montas y corridas.
Según dijo Hidalgo, en las actividades de este tipo realizadas en el país, se emplean dos tipos de toros: los de casta, como algunos de Zapote, y los criollos, muy comunes en Guanacaste.
“La mayoría de toros bravos que se usan en Zapote se ensañan con la presa, su bravura los hace atacar todo. En cambio, el toro bravo de Guanacaste normalmente reconoce al caballo como un animal de su sitio”, agregó el experto.
Un reto de educación
En tierras guanacastecas, donde la monta es base de la cultura popular, trabaja Karla Carvajal, veterinaria regente independiente. Ella valora a los toros antes de las corridas en sitios como Tamarindo y Tempate, en el cantón de Santa Cruz.
Además de compartir el mismo criterio de sus colegas médicos veterinarios –en el sentido de que urge reformar la ley– la especialista consideró primordial llamar al trabajo conjunto de todos los sectores involucrados.
Entre estos, enumeró la profesional, municipalidades, comisiones, veterinarios, montadores, ganaderos e improvisados.
“Los regentes veterinarios somos asesores; la máxima autoridad es Senasa. A veces, por falta de personal de esta autoridad, no contamos con este apoyo, y el machismo y el licor, típicos en esos eventos, complican el escenario, repercutiendo en maltrato animal”, sentenció la experta.
Entre otros aspectos, los regentes revisan que los ejemplares hayan sido criados y transportados responsablemente. Por ejemplo, que no hayan viajado hacinados en el camión que los trasladó a la corrida, y que estén debidamente alimentados e hidratados.
También se encargan de hacer cumplir la normativa de uso de espuelas, la cual es enfática que en estas no deben dañar al montador ni al animal.
Asimismo, fiscalizan que no haya elementos peligrosos en el redondel, tales como vidrios o palos, que atenten contra los toros.
Adicionalmente, vigilan que los animales no sean heridos por los improvisados –quienes a veces patean a los toros– o los espectadores –que, usualmente, disfrutan tirándoles objetos a los animales; entre estos, botellas de vidrio–.
Ante hechos de ese tipo, la posición de organismos internacionales con presencia en Costa Rica, como Protección Animal Mundial, es contundente.
“Lamentamos que sigan existiendo espectáculos en donde se someta a un animal a altos niveles de estrés para divertir a las personas y para generar ganancias. Las corridas de toros son una práctica anticuada, sin cabida en una sociedad moderna que defiende el bienestar de los animales, como lo es Costa Rica”, fustigó la organización tras una consulta planteada por este medio.