La Reserva Biológica Lomas de Barbudal, en Guanacaste, fue el escenario para que un equipo de científicos de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), que estudia los monos capuchinos de cara blanca o cariblancos (Cebus capucinus), viera algo particular en la relación de las hembras.
De acuerdo con los investigadores, liderados por la primatóloga Susan Perry, las monas que tienen amistades sólidas con otras hembras tienen una vida más larga. Luego de años de estudios en los que se documentaron horas diarias de interacciones, se vio que las adultas que tienen mejor integración a estas redes sociales con otras adultas viven más años que quienes no tienen esta interacción con sus pares.
“Como humanos, asumimos que hay cierto beneficio en las interacciones sociales, pero es muy difícil medir el éxito de esas estrategias de comportamiento. Estudiar a los primates nos puede dar algunas pistas”, detalló Perry, quien advirtió que estos resultados solo se refieren a esta especie en particular y no pueden extrapolarse directamente a los Homo sapiens, por eso habla de “pistas”.
Estos resultados, basados en 18 años de estudios (entre 2002 y 2019) en donde se observó de cerca la interacción entre las hembras de los diferentes grupos sociales, fueron publicados en la revista científica Behavioral Ecology.
¿Por qué estudiar a los monos capuchinos?
Desde 1990, Perry y su equipo, conformado por otros primatólogos y por diferentes estudiantes de doctorado, han viajado a Lomas de Barbudal para observar la interacción de los capuchinos cariblancos.
A través de fotografías y video, los científicos analizan el comportamiento de los primates y, luego, analizan las características como grupos sociales y también algunas características individuales.
Los investigadores explicaron que, aunque los chimpancés y los orangutanes tienen mayor relación genética con los humanos, el capuchino de cara blanca tiene estructuras sociales sofisticadas que influyen en su comportamiento, y que pasan de generación en generación.
De acuerdo con el estudio, los monos capuchinos viven en grupos bien definidos y estables, similares a familias, pero en los que no necesariamente hay vínculo hereditario. Incluso, un estudio anterior, publicado en 2020 en el Journal of the Royal Society, señaló que hay interacciones similares a las que tienen los seres humanos para relacionarse en términos de juego y de afecto, pues no tienen características de ser útiles para conseguir alimento o para defenderse, aparearse o simplemente sobrevivir.
Las similitudes involucran una intensidad inusual en la pareja; no tienen un propósito utilitario u objetivo y algunas veces involucran objetos que tienen algún tipo de significado para ellos. Por las observaciones de los científicos, se sugiere que estos rituales se inventan y se aprenden a través de los mismos grupos sociales. De hecho, varios de estos rituales se reformulan cuando hay nuevos miembros en el grupo.
En algunos casos, estas prácticas pueden considerarse invasivas, pues involucran el colocar los dedos dentro de la boca de otro mono, pero esto, según el documento, no parece incomodar a quien recibe el gesto.
“Sin embargo, en contraste con algunas definiciones de lo que involucra un ritual, los de los capuchinos no son rígidos en sus formas, ni tienen secuencias o acciones específicas para iniciar o concluir”, cita el reporte.
“Hay más creatividad, menos ritmo y la replicación de elementos de comportamiento es menos precisa en sus elementos que muchos rituales vistos en literatura de antropología y psicología, que son correspondientes a seres humanos”, añade el documento en sus conclusiones.
Otra de las diferencias es que muchos de estos rituales se practican en solitario y no en grupo.
¿Por qué medir la longevidad en las hembras?
Entre machos y hembras hay diferencias en su forma de vida. El estudio en Behavioral Ecology señala que las hembras son filopátricas, es decir, presentan una tendencia a vivir siempre en el territorio en el que nacieron y difícilmente migran. Por el contrario, los machos pueden migrar múltiples veces, y su permanencia en un mismo grupo social puede ser tan corta como solo dos semanas, o tan larga como 18 años.
Por este motivo, estudiar qué determina la longevidad en las hembras es más fácil, dado que con los machos sería muy difícil saber si uno de ellos murió o si simplemente se mudó. O, de encontrar un cadáver es muy difícil determinar cuánto tiempo llevaba en dicho grupo social.
Los investigadores tomaron un grupo de 132 hembras adultas (mayores de cinco años) y vieron sus interacciones entre enero de 2002 y diciembre de 2019. Durante este período hubo nacimientos y fallecimientos, pero cada grupo se siguió durante al menos siete años. Estas monas estaban en 11 grupos sociales distintos.
62 participantes murieron durante el período de estudio, se logró documentar la causa de muerte en 10 de ellas: cinco fallecieron por malnutrición o por pobre acceso a alimentación durante una sequía, dos murieron atropelladas por un carro, una murió a manos de un cazador furtivo, una desapareció mientras estaba herida, otra desapareció cuando estaba embarazada.
Los datos demográficos y de comportamiento se documentaron en visitas de observación durante al menos seis horas por día. Se vio la interacción de las hembras con tres grupos: todos los miembros del grupo, las otras hembra adultas, los machos adultos (en su mayoría, las interacciones de este tipo eran en situación de pareja).
Luego se vieron diferentes comportamientos: el acicalamiento (tanto dar como recibir), el involucramiento en conflictos (tanto el dar como recibir apoyo), el forrajeo (búsqueda de comida y otras provisiones) y las integraciones individuales en los grupos sociales.
Las conclusiones indican que las hembras que participaban activamente de acicalamiento y forrajeaban en proximidad cercana con otras hembras tenían más probabilidades de sobrevivir durante más tiempo. También quienes daban y recibían apoyo de otras adultas tenían beneficios relacionados con la supervivencia.
No hubo evidencia que sugiriera que las relaciones con machos proveyeran algún tipo de beneficios relacionados con la supervivencia de las hembras. No obstante, Perry señaló que esto no descarta la posibilidad de que algunas monas adultas puedan beneficiarse de las interacciones sociales con uno o más machos con quienes residieran por largos períodos de tiempo.