El matrimonio Barrantes Moreno fue uno de los primeros en divorciarse a inicios del siglo pasado.
En 1916, la pareja puso fin a su unión de cinco años luego de celebrar una boda católica en la iglesia de la Merced, San José, en mayo de 1911.
El siguiente matrimonio en romperse se registraría en el Registro Civil 13 años después, demostrando lo infrecuente de los divorcios en la Costa Rica de inicios del siglo XX.
El panorama empezó a cambiar a partir de 1980. En ese año, por primera vez, por cada 100 bodas se acabaron 10 matrimonios.
La cifra continuó creciendo y en 1990 esa razón subió a 15 separaciones legales.
Desde esa fecha hasta finales del año pasado, la cantidad de divorcios se triplicó en Costa Rica: se firmaron 45 por cada 100 bodas realizadas.
Los casamientos (civiles y católicos) sumaron 23.901 el año anterior mientras las sentencias de divorcio alcanzaron las 10.649. En 1990 esos números eran distintos: 22.275 casamientos contra 3.283 rupturas conyugales.
¿Cuánto tiempo permanecen casadas las parejas? La mayoría menos de diez años. Así se concluye luego de examinar la duración de cada uno de las uniones finalizadas en 2016.
Antes de la ruptura, 4.606 parejas (43% del total) convivieron entre seis meses y 9,5 años.
Para otro 30% el lazo no sobrepasó las dos décadas y el 27% restante logró cohabitar, entre 20 y 60 años antes de romper su ligamen.
Las cifras proceden de un análisis hecho por La Nación sobre la base de datos del archivo maestro de matrimonios del Registro Civil.
Una serie de cambios legales, sociales y demográficos -ocurridos en las últimas tres décadas- dan contexto a la evolución de esa estadística.
Influencia de ley
Varias reformas al Código de Familia podrían haber facilitado los divorcios en el país, opina Yolanda María Mora, especialista en derecho de familia.
“Una legislación más libre ha otorgado más libertad para divorciarse”, dice.
Hasta 1974, la ley no permitía el divorcio por mutuo acuerdo y la infidelidad (adulterio) solo se le endosaba a la mujer como causal. Para comprobarla en el hombre se requería de “un concubinato público y escandaloso”, explica la abogada.
Ambas restricciones se terminaron ese mismo año, al entrar en rigor el Código de Familia actual.
Sin embargo, para separarse por mutuo acuerdo era necesario que las parejas cumplieran cinco años de casadas.
Además, antes de dictar sentencia sobre una de esas solicitudes, el juez obligaba a los recurrentes a “reflexionar seis meses sobre su decisión”, para definir si la reiteraban o la retiraban del juzgado. Este último requisito se eliminó en 1977.
El de los cinco años se bajó a tres años de unión conyugal y perduró hasta 2008, cuando la Sala Constitucional declaró ilegal forzar a las personas a mantener una relación indeseada.
Por ese motivo, 1.018 parejas, con semanas o menos de tres años de casadas, pudieron separarse el año pasado.
Finalmente, Mora citó un cambio de ley de 1995, que permitió el divorcio aun si uno de los cónyuges no lo quisiera por acuerdo mutuo. Para ello, el interesado debe demostrar ante un juez una separación de hecho por tres años, sin importar el motivo de la ruptura.
Aunque el Código de Familia estipula ocho causales de divorcio, la infidelidad es la más común entre los casos que ha tramitado la abogada Mora.
“Y en eso no importa la edad. He llevado casos de veinteañeros- hombres y mujeres- que, a los meses de casados, ya andan con otra persona. El adulterio se da tanto con relaciones heterosexuales como homosexuales, e insisto, no importa el género”, asegura la especialista.
En ese sentido, fue hasta 1994 que los magistrados de la Sala Segunda aclararon que el adulterio no era exclusivamente el heterosexual.
Efecto social
Además de los cambios normativos, otros factores sociales influyen en el incremento de los divorcios.
Entre ellos los tres principios de la teoría de la Segunda transición demográfica, dice Gilbert Brenes, demógrafo de la Universidad de Costa Rica.
“Hablo de mayor secularismo (no hacerle tanto caso a la religión), de no seguir las tradiciones de los abuelos y finalmente, un mayor nivel educativo, donde se valoran más las metas individuales”, dice.
Brenes añade que esos tres elementos se asocian no solo a que haya más divorcios, sino a la posposición de la edad para el matrimonio y al crecimiento de las uniones libres.
Un mayor grado de escolaridad ha contribuido principalmente entre las mujeres. A ese factor se suma su constante incorporación al mundo del trabajo remunerado y la divulgación y conciencia sobre sus derechos frente a la pareja, comenta Irma Sandoval, investigadora del Instituto de Estudios Sociales en Población de la Universidad Nacional.
“Seguimos viviendo en una sociedad patriarcal, pero las mujeres están menos dispuestas a seguir un papel tradicional dentro de los matrimonios. Hay más libertad para tomar decisiones si no se cumplen las expectativas. Esa razón de divorcios (45 por cada 100 bodas) no es más alta porque todavía hay mujeres que dependen económicamente de sus maridos”, afirma Sandoval.
En el país, 46 de cada 100 mujeres casadas no disponen de más ingresos que los provistos por sus esposos u otro miembro de la familia, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Hogares de 2016.
Colaboraron en este reportaje: Camila Salazar y Bryan Gutiérrez.