Este podría ser el relato de un hombre sencillo de Cahuita, Limón, quien salió de los campos de yuca y llegó a ser el coleccionista de arte precolombino más importante del mundo. Una historia inspiradora si no fuera porque su protagonista, Leonardo Patterson, se convirtió en uno de los más célebres sospechosos de tráfico ilícito de patrimonio cultural.
“Un gurú”, “una figura mítica”. “un encanto de señor” que, sin saber leer y escribir, reunió lo mejor del arte precolombino de Latinoamérica y, en 1995, fue Consejero de Costa Rica en las Naciones Unidas. Así lo describen quienes trataron con él en varias entrevistas con La Nación .
Además de esos calificativos, Leonardo Patterson ha coleccionado dos detenciones (México y España) y dos condenas relacionadas con su negocio de preservar lo que ha llamado “el espíritu de la América prehispánica”.
En noviembre del 2015, una corte civil alemana lo halló culpable de posesión y exportación ilegal de bienes culturales, pero solo por dos cabezas olmecas de madera que eran parte de su colección. Son las únicas que está obligado a restituir a México. Su defensa apeló el fallo y espera un nuevo veredicto.
Por los otros miles de objetos que ingresaron clandestinamente a Alemania hace más de una década y que le reclaman Costa Rica, Perú, Guatemala, Colombia, Ecuador y México, Patterson está exento ante la justicia alemana. Puede disponer de ese tesoro cuando lo desee.
En 2015, una corte penal de ese país también le impuso un año y tres meses de prisión domiciliaria, más una multa de 36.000 euros, por vender un falso busto olmeca a un ciudadano alemán. La pieza estaba también en su colección privada, expuesta por única vez en Santiago de Compostela, España, en 1996. Ese evento generó la alerta de Interpol, que desencadenó denuncias penales en cinco países desde el 2004.
Doce años después del escándalo internacional, solo México persiste en recuperar 691 piezas por la vía diplomática y legal. México también fue el único que pagó los 90.000 euros que exigió Alemania para el peritaje y almacenamiento de los bienes.
En el caso de Costa Rica, aunque el Museo Nacional exigió a Patterson devolver 497 objetos, no pudo pagar el viaje de un perito ni dar los varios millones de euros requeridos para ser depositario judicial de la colección.
Las dos únicas piezas que el país recuperó – un jarrón y un metate de piedra– , las cuales habían sido abandonadas por el comerciante en España, desaparecieron de la Embajada tica en Madrid en el 2010.
Patterson siempre mantuvo un bajo perfil. Sus apariciones públicas recientes se limitan a una entrevista con la Associated Press en 2008 y a un par de cartas enviadas a La Nación .
“México, al igual que Perú, Guatemala y Costa Rica, ha hecho innumerables esfuerzos por recuperar piezas de arte precolombino que se exhibieron en Santiago de Compostela, pero han planteado reclamos contra la persona equivocada y por eso no han tenido éxito en sus trámites”, escribió Patterson, en marzo de 2008, refiriéndose a la incautación de la exhibición montada por él en España.
En la actualidad, no hay causa judicial abierta en contra del coleccionista en Costa Rica y tampoco se han reactivado los canales diplomáticos con Alemania para la repatriación de su patrimonio .
Patterson vendió sus caballos de polo, sus autos Rolls Royce y propiedades en Estados Unidos y Europa para seguir viviendo en Múnich, sin trabajar y con un estilo de vida reposado a sus 74 años.
Quizás lo único valioso que le quede es su colección de arte prehispánico, la que hicieron sus propios antepasados.
Colaboraron: David Hidalgo y Fabiola Torres de Ojo Público en Perú .
Este reporte sobre Costa Rica forma parte de una investigación regional que también evidencia las historias ocultas del saqueo cultural de América Latina. El proyecto es original de OjoPublico de Perú, en alianza colaborativa con la Unidad de Datos de La Nación, Plaza Pública de Guatemala, Animal Político de México y Chequeado de Argentina.