Cuando despertó, el volcán Turrialba de Costa Rica, había dormido 144 años. Bostezó con toda la fuerza de sus entrañas recién comenzando el día 5 del año nuevo de 2010 y arrojó cenizas después de hacer un gran estruendo. Había permanecido quieto desde 1866.
Después de esa erupción de enero de 2010, no le ha regresado el sueño.
Había contado más de 320 días de actividad hasta junio de 2016. Ahora suma unos días más de insomnio —para él y sus humanos vecinos— desde que el lunes 19 de setiembre volvió a sacudirse, lanzando sus gases y nubes grises de más de 4.000 metros de altura.
Ese día inició sus imponentes erupciones de madrugada, a las 2:53 a.m. Luego, su furia fue incrementando en tres explosiones más: una antes del medio día y otras dos por la tarde. Aquella de las 3:34 p.m. fue la que generó la nube de 4.000 metros de altura, suficiente para sorprender y asustar a propios y extraños. Suficientemente peligrosa, también, para final y definitivamente cancelar los vuelos del aeropuerto Juan Santamaría, el más importante del país.
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Lo de despertar intempestivamente y dormirse luego no es novedad para un volcán cuya primera erupción data del 1500 antes de Cristo, evidencia que consta en las pruebas de carbono 14 que le han practicado.
En otra ocasión, el Turrialba durmió 710 años. En el año 640, cuando nada a su alrededor era como es hoy, explotó. No volvió a hacerlo hasta 1.350.
El Turrialba, gigante de 3.340 metros de altura, tiene su casa a 24 kilómetros al noroeste del cantón del mismo nombre.
Su hermano también vive en esa provincia de Cartago y es poderoso, lo llaman: el volcán Irazú, otro coloso cuya erupción de 1963 sigue impregnada en la memoria de los costarricenses.
Lo del Irazú fue tremendo: toneladas de ceniza caían por días y días, según el relato de nuestros abuelos. Fueron 703 días, para ser precisos, de caída de ese polvillo gris y fino que irritaba la piel, los ojos y dañaba las vías respiratorias. Igual que ahora ocurre debido a la erupción del Turrialba.
Los números para contar esta historia surgieron luego de que La Nación analizara y visualizara una base de datos recopilada por el Instituto Smithsoniano de Washington. La misma contiene más de 100 referencias a estudios elaborados por vulcanólogos costarricenses y extranjeros sobre la actividad de esas estructuras geológicas en el país.
Adicionalmente se consultaron reportes del Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Costa Rica y de la Red Sismológica Nacional.
De entre las conclusiones extraídas del análisis de datos también surgió la evidencia de que en Costa Rica el mandamás de los volcanes es el Poás, de Alajuela, quien ha manifestado su poder en 40 ocasiones, acumulando más de 12.000 días de actividad cocinándose dentro de su cráter verde.
Por esas razones, el Poás está entre los 16 volcanes que más erupciones han registrado desde 1900. La copa del número uno en explosiones de lava y ceniza la tiene, hasta ahora, el Pitón de la Fournaise, con 84 eventos en el periodo de 116 años citado.
Este volcán, ubicado en el Océano Índico, al este de Madagascar, en la isla francesa de Reunión, manifiesta erupciones desde mayo de 1900.
Algunas de ellas con largos periodos de actividad de hasta por 1.294 días, como la ocurrida entre junio de 1985 y diciembre de 1988.
Conozca a las 431 señores de lava y ceniza, compare su actividad según el país de origen, juegue con este interactivo mientras en Costa Rica los lugareños esperan que, quizás algún día, le vuelva el sueño al agitado volcán Turrialba.