Puntarenas. Mientras en tierras santacruceñas los saprissistas celebraban el pase a la segunda fase del Torneo de Clausura, en Puntarenas los liberianos lloraban su eliminación.
La cara del desconsuelo era John Jairo Quiñones, quien no paró de llorar en la gramilla del Lito Pérez. Tras varios minutos fue levantado por amigos y colaboradores y trasladado al camerino.
Todos tenían en sus retinas el penal fallado por Quiñones al 88', pero habían olvidado el gol que anotó al minuto ocho, cuando encendió la esperanza pampera.
Finalmene, a la 1:41 p. m., cuando ya el camerino había quedado vacío, el colombiano se decidió a hablar con la prensa.
Alicaído y ya un poco recuperado, se refirió al momento en que falló el penal, que pudo haber significado el pase de Liberia.
"Fue un momento difícil, pues ahí se definía todo, yo tenía la responsabilidad de hacerlo, el balón se fue por fuera y perdimos la opción que teníamos de clasificar.
"Tras mi fallo me dio coraje conmigo mismo y me puse a llorar. Dios sabe por qué pasó eso; yo no lo sé, solo le pegué bien al balón y no entró", dijo el jugador, sobre el lanzamiento de penal que desaprovechó al minuto 88, cuando salió desviado cerca del vertical derecho del arquero porteño, el sierraleonés Michael Tommy.
Rodolfo Boby Àlvarez, quien no pudo contener el tiro libre de Kurt Bernard que significó el segundo gol de Puntarenas al minuto 65, también fue otro de los últimos en brindar declaraciones a la prensa.
"Son jugadas en las que siempre trato de atrapar el balón, pero esta vez no pude hacerlo. En algún momento hay que equivocarse y ni modo, hay que seguir adelante. Siento que este equipo está para grandes cosas y tampoco tenemos que desanimarnos", afirmó.
Para el técnico liberiano, Juan Diego Quesada, la situación no da para hacer drama.
"Así como Quiñones y Boby fallaron, no se puede acribillar a un jugador por eso, son seres humanos y como tales pueden cometer errores", aseveró el timonel.