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Belén. Cuando oyó el pitazo final, el gesto de fastidio en el rostro de Javier Delgado fue instantáneo.
No era para menos: su equipo había dejado escapar un triunfo de 0-3 para irse con un 3-3 que ni para premio de consolación servía.
Avivó el paso a los vestuarios, mientras mascaba bronca. Ahí se encerró con sus pupilos... Y los minutos pasaron, pasaron y pasaron.
Cuando finalmente se abrió la puerta del vestuario -celosamente vigilada por un guardaespaldas- habían pasado 53 minutos.
Desfile. Entonces, los jugadores manudos desfilaron en una procesión de caras largas.
Delgado no tardó mucho en asomarse: la contrariedad aún gobernaba su rostro.
Ante la batería de periodistas que lo esperaba, el estratega rojinegro sostuvo que la reunión con los jugadores era impostergable.
"Somos claros en atacar las causas, tenemos claras las cosas. Pudimos haberla hecho mañana, pero el futbol es hoy", expresó el Sheriff .
¿Qué se habló? No soltó prenda porque se aferró a aquella ley no escrita de este deporte: "Lo que se habla ahí, se queda ahí".
Se sabe: un vestuario de un equipo de futbol puede estar tan sellado como un cónclave cardenalicio.
No hubo forma y no se "resbaló " con la pregunta capciosa: "¿Les habló fuerte"? Y respondió: "Fuerte, no sé, les hablé claro y conciso".
No tuvo reparos en admitir la molestia por el empate y la preocupación por los siete goles recibidos en los dos últimos choques (en los que solo ganó un punto).
En la fecha anterior, Carmelita dobló a la Liga 3-4, tras remontar un 2-0 y un 3-2.
"Tenemos que tener la capacidad para mantener el resultado, teníamos para ganar este partido..., y no lo hicimos.
"Recibir siete goles no es normal, no nos había pasado y eso es algo que se debe corregir".
Y, ¿qué se debe rectificar desde la óptica de Delgado?
"Tenemos el panorama claro, vamos a hacer análisis y consideraciones para tomar las decisiones correspondientes.
"Necesitamos un equipo base, pero si no hay resultados entonces será necesario hacer dos o tres variantes", apuntó el Sheriff.
