Era una noche de junio del 2012; para muchos una noche cualquiera, pero para ella era especial.
Acostumbrada a comerse el asfalto, Karla Montero, tomaba posición en la línea de salida para hacer lo que más le gusta: correr.
Justo al momento de pasar la línea de partida, para Karla comenzó algo más allá que una nueva carrera. Ese día volvió a nacer, a sentir la brisa del viento chocar con su rostro mientras sus piernas aceleran el paso en cada metro consumido.
Aquellos 10 kilómetros, fueron los primeros para Karla tras superar la quimioterapia y luchar arduamente contra el cáncer de mama, enfermedad que le arrebató más que sus dos senos, pues en aquel momento le quitó todo.
Pero en esta historia no hay lamentos, al contrario, pese a cortarse la voz al relatar su período con la maligna enfermedad, para Karla el cáncer le salvó la vida y fue el impulsó necesario para darse cuenta de la brillantez de su vida.
“El cáncer es lo mejor que me pudo haber pasado en mi vida, porque fue un gran aprendizaje. Ahora soy una persona mucho más feliz de lo que era antes, ahora valoro mucho más las cosas”, explicó esta ama de casa de 35 años y a quien el temor de no ver más a sus cuatro hijos le causó un gran dolor.
Caída salvadora. Montero siempre se ha destacado como una gran atleta. Un cinturón marrón en karate, su amor por el mountain bike, así como la variedad de maratones corridos, la respaldan.
Curiosamente, una caída en bicicleta durante una prueba de downhill fue el detonante para descubrir lo avanzado del cáncer.
A Karla le detectaron seis tumores en el seno izquierdo y ocho más en el otro lado. Además, de un metástasis en el cuello y ambas axilas, por lo que le tuvieron que aplicar una masectomía bilateral.
“El cáncer no es ningún paseo, pero sí es un wake up (despiértate) demasiado grande, pues normalmente uno no es agradecido por las cosas que tiene”, explicó la vecina de Rohrmoser.
Hoy, superada la lucha por dos años con la enfermedad, Montero se jacta de ser una destacada deportista, en parte gracias al atletismo (corre todos los días entre 8 y 12 km), el tac- fit (programa de entrenamiento que realizan los militares en Estados Unidos) y el MTB.
“El deporte me ayudó mucho pues el cuerpo segrega endorfinas que dan la sensación de felicidad y ayudan al sistema inmunológico a luchar contra el cáncer”, detalló.
“A la gente que padece la enfermedad les digo que no les de miedo sentir fe, pues lo primero que uno entra es en pánico, pero el cáncer es una enfermedad que no está en manos de los médicos superar, es primero de Dios y después de uno”.