Marcello Lippi pudo respirar aliviado: el domingo, Francesco Totti volvió a una cancha, a los 67 días de haber sufrido una fractura en el pie izquierdo y el desgarro de los ligamentos en ese tobillo.
Fueron solo 70 minutos ante un equipo de tercera categoría y ayer ya jugó un partido más exigente ante Suiza.
"Se ha recuperado desde el punto de vista clínico y sicológico. Queda tiempo para que recupere la condición física", dijo Lippi.
El estratega tiene razones para sentirse aliviado: en su esquema favorito, el 4-3-1-2 (defensas, volantes, enlace y delanteros), Totti es ese "1" y Lippi admite que nadie le rinde mejor en el puesto.
"Quiero estar en el Mundial, pues será el último y no puedo faltar", sostuvo Totti, quien cumplirá 30 años de edad en setiembre.
No solo se trata de su adiós del gran escenario: sucede que Totti solo tiene un título de importancia (el campeonato italiano del 2001) y desea lavarse la cara, tras sus frustraciones en las recientes grandes citas de la Azurra .
En la Copa del Mundo 2002 se fue expulsado ante Corea del Sur e Italia quedó fuera en los cuartos de final; en el 2004, en el primer partido de la Euro , un escupitajo contra el danés Christian Poulsen le valió una suspensión de tres partidos y los italianos se fueron en la primera ronda.
Su ritmo de juego abre el paréntesis de la duda, pero el deseo de trascender permiten obviar el detalle. "Tengo ganas de ser protagonista. Aceleré mis tiempos de recuperación pensando en Alemania", repite, una y otra vez.
Hecho aparte de que el Mundial no tiene comparación, la verdad es que Totti debe sentir que no habrá muchas oportunidades de trascender con la Roma.
Después del 2001, el club de la Ciudad Eterna mantiene un perfil ramplón, que no da espacio para pensar en grandes cosas; pero no piensa moverse de ahí, como no lo hicieron siete generaciones de su familia.
En Italia, el calcio es una experiencia religiosa y Totti es visto como si fuera un tesoro nacional. Al hombre le sobran ganas...