Saprissa volvió a extraviar la contundencia. Olvidó, una vez más, que algunas victorias deben ser rubricadas con un festín en la red.
De locales, y ante un rival que viene en un vía crucis de malos resultados, los morados necesitaban un marcador holgado para complacer y alejar la sombra de las dudas.
Ocurrió ante Osa, la semana anterior. Y se repitió ante San Carlos, ayer: victoria estrecha, sin muchos lujos, que sirve para sumar..., pero que no termina de convencer.
También abonemos que los norteños fueron un contrincante difícil.
Se defendieron la mayor parte del tiempo, imposible negarlo, y algunos de sus recursos (como reventar la pelota o arañarle segundos al reloj en alguna lesión) no fueron precisamente una muestra de lirismo.
Mas, también plantaron una media cancha hábil, con dos volantes talentosos, Víctor Abelenda y Andrey Campos, que se deleitaron haciendo diabluras.
En una de sus descolgadas, Abelenda sorprendió a Érick Lonis y a todo el estadio Ricardo Saprissa con un balón globeado que terminó en la cabaña local.
Ocho minutos después, al 33í, Gilberto Martínez sacó de la línea de sentencia otro dardo del uruguayo que parecía llevar visa directa hacia la red.
Al llegar el medio tiempo, San Carlos ganaba y asustaba. Pero los morados recogieron el guante, y prepararon la contraofensiva.
De nuevo Solís
Una vez más, Alonso Solís tomó la manija de su equipo cuando era necesario sacar las castañas del fuego.
El "mariachi" se agrandó. Fue bujía e inspiración.
Solís cobró un tiro libre, al 54í, que rebotó contra el poste y, de carambola, le pegó a Abelenda en la rodilla.
El autogol igualó los cartones y alimentó la ilusión de los parciales tibaseños de ver un diluvio sobre el arco norteño.
Pero no hubo tal. Los morados pudieron vencer al guardameta Fausto González solo una vez más, justo para sumar su segundo gol y aprisionar los tres puntos.
El gol cayó vía penal. En un ajustado lance, Rodrigo Badilla señaló el manchón albo ante una supuesta mano del lateral Leonardo Durán.
Cobró Solís, por abajo, lejos del alcance de Fausto.
Saprissa siguió insistiendo, mas nunca logró refrendar su dominio con una tercera anotación.
Saborío dispuso de la ocasión más clara, pero González se impuso en el mano a mano entre ariete y cancerbero.
Tras el pitazo final, de la gradería descendió un aplauso que sonó a alivio, o a agradecimiento, y que no castigó la parquedad en el marcador.
Es curioso. No hace mucho esa misma afición solía ser más exigente.