A Saprissa se le atragantó el postre en la gala de presentación de su nuevo uniforme.
La campaña de expectativa rindió frutos. El saprissismo acudió en vilo a esta mezcla de futbol y espectáculo, dispuesto a festejar goles pero también a presenciar lo que se anunciaba como algo nunca visto en el país.
Pitazo final de una primera parte poco afortunada para los locales. De inmediato niños y jóvenes de todas las edades comenzaron a invadir la cancha del Ricardo Saprissa, con prendas de vistosos colores y diseños, entre los que resaltaban abanderados y porristas. La fiesta prometida estaba a punto de comenzar.
Rompiendo el usual comportamiento de la afición, que acabado el primer tiempo suele desplazarse en masa a comprar su merienda -esta vez se quedaron en su asiento- pareció establecerse una unánime atención sobre lo que iba a acontecer.
Quizás la expectativa por conocer el tan anunciado espectáculo, donde el Saprissa daría a conocer su nueva camiseta, minó casi por completo la sensación de impotencia de la afición morada, que veía a su equipo hacer un juego poco vistoso en su reducto.
La música comenzó a sonar, la invasión juvenil a moverse al ritmo de la tonada, banderas moradas y blancas, y malabaristas engalanaron la cancha y la vistieron como nunca en medio de un esplendoroso escenario, el cual fue remozado en los últimos días.
Transcurrieron pocos minutos para que el público reconociera con fuertes aplausos una faena nunca antes realizada en Costa Rica.
Con algunos errores de coordinación, disimulados con la vistosidad del acto, la organización del Saprissa cumplió con lo artístico, mas no en lo deportivo.
La entrada del equipo morado luciendo su nuevo uniforme acabó con la espera, la nueva imagen del cuadro tibaseño saltó a la cancha en medio del griterío popular que pareció aprobarla.
La creatividad y la innovación quedaron para el medio tiempo. Saprissa no pudo llevarse el triunfo, así que pocos se acordarán de la magnífica coreografía, pues hizo falta la cereza en el pastel.