Río de Janeiro. EFE. En un Mundial pleno de goles y sorpresas, la seguridad se ha convertido en el principal problema que debe afrontar el Gobierno brasileño y un complejo rompecabezas que tiene que recomponer la FIFA.
La FIFA, hasta ahora, estaba acostumbraba a mandar en todos los aspectos relativos al torneo. Llegaba al país, imponía su “república” y el resto estaba a su servicio.
La policía podía desalojar de una zona pública a los aficionados si el entrenador de turno decidía que desde ahí podían ver un entrenamiento a puerta cerrada, colapsar una ciudad con el paso de los autobuses de las delegaciones, o establecer a qué horas se podía circular por determinados accesos.
Pero en Brasil se ha encontrado con la compleja red que se encarga de la seguridad. Para ello debe poner de acuerdo a tres administraciones (el Gobierno Federal, el de cada Estado y el de cada ciudad sede), además de coordinar su propia seguridad privada con la que garantiza el orden dentro de estadios.
Un galimatías al que se ha añadido la intervención del ejército para contener los posibles desórdenes callejeros, una decisión de la presidencia del país a raíz de las manifestaciones que se produjeron hace un año con motivo de la disputa de la Copa de las Confederaciones.
De acuerdo al plan estratégico de 2011-12, la seguridad fuera del perímetro establecido, unos 500 metros, corresponde a las fuerzas del orden, mientras que dentro de este es ya parte del trabajo del Comité Organizador y la FIFA.
El problema es que los fallos han ido sucediendo sobre todo en el Maracaná, estadio más emblemático del torneo. Y todo, sin que aún se haya acercado la selección local.
En el primer partido disputado entre Argentina y Bosnia Herzegovina, el sábado 15 de junio, un centenar de aficionados albicelestes logró acceder al recinto tras romper una valla, hecho que negaron FIFA y COL hasta que las imágenes les obligaron a hablar.
Cuatro días después, casi un centenar de aficionados chilenos entraron a la fuerza en la sala de prensa y corrieron por ella lanzando al suelo cámaras y material en busca de una salida a las gradas.
El COI está pendiente de todo, pues en dos años en Rio de Janeiro serán los Juegos Olímpicos.